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India y la guerra en Iraq

Julio Faesler

A cada momento parece que la guerra desencadenada por la coalición angloamericana contra Iraq y se alargará mucho más allá de lo que previeron sus autores.

El gobierno de la India asumió desde antes de la invasión una posición contraria a la tesis norteamericana y británica. Para la India que, además desde hace tiempo ha sostenido relaciones amistosas con Iraq, incluyendo cooperación técnica, había que agotar todos los instrumentos de paz antes de avalar un ataque contra un país soberano con la declarada intención de eliminar a su jefe y sustituir su sistema de gobierno por otro.

Adentrada la invasión a su tercera semana, la posición del gobierno indio sigue siendo la misma. Los inesperados obstáculos que se interponen al avance de las fuerzas anglosajonas están dando la razón a los que le pronosticaban una guerra larga y dolorosa para todas las partes.

A medida que pasan los días, se multiplican y crecen las manifestaciones callejeras contra los EU y el Reino Unido en todo mundo. En Kólcata y Mumbái han comenzado también. Los partidos de oposición, e incluso algunos que forman parte de la coalición gobernante, insisten a diario que el gobierno endurezca su actitud con una condena contundente contra la acción unilateral de los Estados Unidos y un inequívoco apoyo a Iraq.

Hasta ahora el gabinete indio se ha sostenido en su opinión de que una tal declaración sería inoportuna y distanciaría a la India de los Estados Unidos con los que por el momento se sostienen buenas relaciones operativas ejemplificadas en las maniobras navales conjuntas en el Océano Arábigo y la renovada colaboración técnica no solamente en lo militar sino en una variedad de campos especializaciones de interés para la India.

Por ahora se trata de estar unidos en la guerra contra el terrorismo. Aquí India espera que Estados Unidos sea capaz de exigirle a Paquistán, su paradójico aliado en la guerra de Iraq, terminar la sangrienta violencia transfronteriza que, desde Paquistán, impide resolver el problema de Jammú y Cachemira.

Aunque geográficamente apartado de la guerra de la Mesopotamia, la India también mide sus repercusiones en otros campos.

Al anunciar la otra noche el Programa de Comercio Exterior el Ministro de Comercio e Industria, Arún Jaitley dijo que la India sufrirá algunos efectos económicos de la guerra de Iraq. Se espera un alza en el precio del petróleo, cuya importación representa el 70 por ciento del consumo nacional. Las exportaciones a la región del Golfo arábigo que representan el 11 por ciento de las ventas al mundo no bajarán salvo, naturalmente las de Iraq, donde ya se han perdido ventas por más de 210 millones de dólares 130 están detenidas en los puertos.

El Ministro ha declarado, empero, que no espera una baja en las ventas a Europa o EU. En general se lograrán las metas de crecimiento de exportaciones. Cualquiera baja en el comercio global será debida a la reducción en el ritmo de actividad económica mundial que muchos analistas prevén. Estas consecuencias nada tienen nada que ver con la posición india de no apoyar a los Estados Unidos.

Al igual que con otros países, como México, cualquiera baja en la actividad económica doméstica será reflejo de la baja en la actividad económica mundial y en el comercio internacional que la guerra contra Iraq comienza a provocar.

Éstos u otros efectos negativos de la guerra no se iban a quitar con declarar solidaridad con los Estados Unidos en un asunto que toca tan directamente los principios de las relaciones exteriores de la India.

Había otras facetas en que pensar. La necesidad que tiene el gobierno, ya en su quinto año, de enfrentar elecciones generales a mediados de 2004, está en el subconsciente del Primer Ministro Vaspayee que quiere conducir a su partido, el Partido Nacional Indio (BJP), y a la coalición a una nueva victoria.

Apoyar a los Estados Unidos y al Reino Unido en su aventura iraquí sería, además de innecesario, haber sido un suicidio político para Vaspayee quien hasta ahora ha jugado sus cartas con extremo cuidado.

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