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Beatriz, entre la polilla y la naftalina...

Roberto Orozco Melo

Tal como previmos en esta columna la señora Beatriz Paredes salió electa presidenta del Partido Revolucionario Institucional. Sacó medio cuerpo adelante al otro candidato del salinismo, el ex senador Enrique Jackson. Pero no se aflijan los priistas, pues en el partido sólo había de esa marca: descarados, encapuchados o relapsos. Los demás ya eran veteranos del echeverrismo, del lopezportillismo, del lamadridismo o del zedillismo. Se habían extinguido los fuegos de la Revolución Mexicana hecha Partido, el cual estaba bien partido por las ingenuidades de Francisco Labastida Ochoa y la pícara ingeniosidad de Roberto Madrazo Pintado...

Las bancadas del PRI en el Senado y en la Cámara Baja devinieron, en los comicios de 2006, curiosamente dirigidas por dos connotados políticos del salinismo: Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa Patrón. Digo ?curiosamente? porque la agonía del PRI se inició precisamente en el periodo presidencial del joven señor de Agualeguas, a quien le había preparado el campo don Miguel de la Madrid, su antecesor. Sin embargo, el partido tricolor todavía era, a fines de los ochenta y principios de los noventa, un órgano político fortachón, fincado en las organizaciones políticas dirigidas por hombres ricos en influencia popular, económica y política, corporaciones con autonomía financiera e independientes en la toma de las decisiones que competían a sus intereses, íntimamente necesitados de ganar y conservar el poder público: permanente leitmotiv del PRI y de todos los partidos precedentes, presentes y futuros...

Las circunstancias sociales y políticas en que concluyó el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, enmarcadas por el movimiento de los antifaces de Chiapas y el impune magnicidio de Luis Donaldo Colosio, más la posterior crisis económica de diciembre de 1994-enero de 1995, hicieron imposible la presencia en México de Salinas ex presidente. Luego Zedillo encarceló a su incómodo hermano, Raúl Salinas de Gotari, acusándole por la muerte de Francisco Ruiz Massieu y un consistente ?lavado? de dinero. El salinismo entró en crisis. El éxito del Tratado del Libre Comercio, firmado en 1993, se diluyó ante los asesinatos políticos. En lo personal CSG, ya en el autoexilio, afrontó sin escándalo el divorcio con su primera esposa aunque poco después volvería a contraer matrimonio, lo que le hizo más llevadera la nostalgia de vivir lejos de México, bien lejos del poder público y con tiempo suficiente para escribir sus memorias, a pesar de su juventud.

Ernesto Zedillo, sucesor enemigo, conducía en orden la República a partir de una organización eficiente de las finanzas públicas, con moderación en la conducta privada y discreto alejamiento en el manejo autoritario de la política, lo que hizo posible el triunfo de Vicente Fox, Salinas de Gortari planeó y se dedicó a gestionar, por todos los caminos posibles, la libertad de su hermano Raúl, lo que logró ya para concluir el periodo del guanajuatense. Entonces empezó a remendar sus redes políticas, silenciosa y discretamente. Veía, de seguro con satisfacción, que el PRI empezaría a desmoronarse a causa del desinterés mostrado por Zedillo en la supervivencia del partido. Las elecciones de 2006, en las que necesariamente hubo de meter mano Salinas de Gortari, devinieron obra de arte político: el dividido PRI, el PRI desorientado y sin la poderosa tutela presidencial, postuló al peor de sus elementos para la Presidencia del país. Si la derrota de Labastida fue vergonzosa, la de Madrazo devino inmoral. El mundillo de la política empezó a apostar por la muerte del partido setenta años invicto.

Beatriz Paredes tiene ante sí la responsabilidad de rescatar los restos del PRI para poder renovarlo. Será difícil que lo pueda hacer si quiere incorporar en dicha tarea a la tecnocracia del liberalismo social, postulado por CSG y olvida los principios de justicia social que siempre animaron a su partido. Algo para pensarlo, pues Paredes tendría que renunciar a sus raíces revolucionarias.

No olvidemos que ella se inició en la política con una aguerrida participación en la lucha cenecista bajo la dirección de Augusto Gómez Villanueva y el impulso presidencial de Luis Echeverría. Es Beatriz, sin embargo, una mujer inteligente, metódica y conciliadora que podrá intentar el milagro de la renovación tricolor si se deshace de ingerencias incómodas y empieza a reconstruir, desde sus bases, al desconcertado y deshomogenizado PRI del siglo XXI.

El pueblo espera mucho de su viejo partido a condición de que Beatriz le sacuda la polilla de los antiguos liderazgos y también la riesgosa naftalina del salinismo. ¿Se atreverá a hacerlo?...

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