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Más Allá de las Palabras / EL GRAN LEÓN DE DIOS

Jacobo Zarzar Gidi

?Pues él fue un verdadero león, un león rojo, el gran león de Dios?.

San Agustín

San Pablo, conocido también como Saulo de Tarso, es el más apasionado, inteligente y docto de los Apóstoles del cristianismo primitivo. Fariseo de vastos conocimientos, versado en leyes, teólogo y merecedor del título de ?Apóstol de los gentiles?, es la persona que más ha influido, no sólo en el conjunto de la cristiandad, sino en todo el mundo occidental. Su irradiación espiritual, actuando a través de dos mil años, ha ido transformando las estructuras sociales contribuyendo de manera decisiva al progreso de la causa de la libertad.

Los problemas con los cuales tenemos actualmente que enfrentarnos, son todavía los mismos que afectaban al mundo de Saulo. En los días de San Pablo, el Imperio Romano empezaba a desmoronarse, tal como hoy en día declinan países tan poderosos como los Estados Unidos, Inglaterra y Francia. Y por idénticos motivos: relajación social, inmoralidad, divorcios, guerras interminables, abuso de poder, destrucción implacable de la clase media, cínico desprecio de las virtudes éticas y principios morales establecidos, desmesurado afán de riquezas materiales, abandono de la religión, doble moral de sus dirigentes en su trato con los países pobres, hipocresía de los políticos que halagan a las masas para obtener votos y posteriormente no se ocupan de sus problemas, sobornos, criminalidad, disturbios y demostraciones callejeras, saqueo del erario, explotación de los desamparados, proliferación de vicios, grandes epidemias, desprecio público de los hombres honrados y, sobre todo, la filosofía de que Dios ha muerto y de que el hombre es el ser supremo por el poder que le dan las armas y el dinero.

Saulo nació en la ciudad de Tarso, en el Asia Menor, posiblemente unos diez años después del nacimiento de Jesucristo. Fue educado con toda la rigidez de las doctrinas de los fariseos y aprendió muy bien el idioma griego que en ese entonces hablaban las gentes cultas de Europa. De joven fue a Jerusalem a especializarse en Biblia como discípulo de Gamaliel, que era el sabio judío más famoso en esa época. Durante la vida pública de Jesús, no estuvo Saulo en Palestina, por eso no lo conoció personalmente. Después de la muerte de Nuestro Señor, Saulo volvió a Tierra Santa y se encontró con que los seguidores de Jesús se habían extendido mucho y emprendió con otros judíos una feroz persecución contra los cristianos. Al primero que mataron fue al diácono San Esteban, y mientras los demás lo apedreaban, Saulo cuidaba la ropa de los criminales, demostrando así que estaba de acuerdo con este asesinato. Pero Esteban murió rezando por sus perseguidores y obtuvo pronto la conversión de este terrible enemigo.

Saulo salió para Damasco con órdenes de los jefes de los sacerdotes judíos para apresar y llevar a Jerusalén a los seguidores de Jesús. Pero, por el camino, una luz deslumbrante lo derribó del caballo y oyó una voz que le decía: ?Saulo, Saulo ¿por qué me persigues??. (Hermosas palabras del Maestro, que sin lugar a dudas nos las dice también a nosotros cada vez que lo atacamos, cada vez que lo ignoramos y no valoramos sus enseñanzas). Saulo preguntó: ?¿Quién eres tú? -Y la voz le respondió: ?Yo soy Jesús el que tú persigues?. Pablo añadió: ?Señor, ¿qué quieres que yo haga??. (Palabras sinceras que también nosotros deberíamos repetir cada vez que perdemos el rumbo y nos encontramos confundidos). Jesús le ordenó que fuera a Damasco y que allá le indicaría lo que tenía que hacer. Desde ese momento quedó ciego y así estuvo por tres días. En Damasco, un discípulo de Jesús lo instruyó y lo bautizó, y entonces volvió a recobrar la vista. Desde ese momento dejó de ser fariseo y empezó a ser apóstol cristiano. Después se fue a Arabia y allá estuvo tres años meditando, rezando e instruyéndose en la doctrina del cristianismo.

Vuelto a Damasco empezó a enseñar en las sinagogas que Jesucristo es el Redentor del mundo. Entonces los judíos dispusieron asesinarlo por considerarlo traidor, y tuvieron los discípulos que descolgarlo por la noche entre un canasto por las murallas de la ciudad. Muchas veces tendrá que salir huyendo de diversos sitios, pero nadie logrará que deje de hablar a favor de Cristo Jesús y su doctrina. Cuando regresó a Jerusalén, se puso también a predicar acerca de Cristo, pero los judíos decidieron matarlo. Entonces los cristianos lo sacaron a escondidas de la ciudad y lo llevaron a Cesarea. De allí pasó a Tarso, su tierra natal, y allá estuvo varios años. Un día llegó a Tarso en su busca su gran amigo, San Bernabé, y se lo llevó a la populosa ciudad de Antioquía a que le ayudara a predicar.

San Pablo hizo cuatro grandes viajes que se han hecho famosos. En Europa se encuentra con dos valiosísimos colaboradores: el evangelista San Lucas (a quien llama médico amadísimo) y Timoteo, que será su más fiel secretario y servidor, y a quien escribirá después dos importantes cartas.

La primera ciudad europea que visitó fue Filipos (en sueños oyó que un habitante de Filipos le suplicaba: ?Ven a ayudarnos?). Allí le sacó el demonio a una joven que hacía adivinaciones, y al acabárseles el negocio de los que cobraban por cada ?adivinación?, éstos arremetieron contra Pablo y su compañero Silas, y les hicieron dar una feroz paliza. Pero en la cárcel a donde los llevaron, lograron convertir y bautizar al carcelero y a toda su familia. En Atenas predicó un sermón en el Aerópago, y a pesar de que algunos se rieron al escucharle decir que Cristo había resucitado, sin embargo logró convertir a muchos otros. En la ciudad de Éfeso, Pablo consiguió que muchas personas empezaran a darse cuenta de que la diosa Diana que ellos adoraban era un simple ídolo, y dejaron de rendirle culto. Entonces los fabricantes de estatuillas de Diana, al ver que se arruinaba el negocio, promovieron un gran alboroto en contra del Apóstol. De Éfeso partió Pablo hacia Jerusalén a llevar a los cristianos pobres de esa ciudad el producto de una colecta que había promovido entre las ciudades que había evangelizado. Por todas partes se iba despidiendo, anunciando a sus discípulos que el Espíritu Santo le comunicaba que en Jerusalén le iban a suceder hechos graves, y que por eso probablemente no lo volverían a ver. Esto causaba profunda emoción y lágrimas en sus seguidores que tanto lo estimaban.

En su quinto viaje a Jerusalén, los judíos promovieron contra él un espantoso tumulto y estuvieron a punto de lincharlo. A duras penas lograron los soldados del ejército romano sacarlo con vida de entre la multitud enfurecida. De noche, en medio de un batallón de caballería, y sin que nadie se diera cuenta, lo trasladaron a Cesarea. Allá estuvo preso por dos años, pero permitían que sus discípulos fueran a visitarlo.

Al darse cuenta Pablo que los judíos pedían que lo llevaran a Jerusalén para juzgarlo (en realidad querían matarlo en el camino), solicitó ser juzgado en Roma, y el gobernante aceptó su petición. Fue enviado en un barco comercial custodiado por 40 soldados y sucedió que en la travesía estalló una gran tormenta y el barco se hundió. Milagrosamente lograron desembarcar todos con vida en la Isla de Creta.

Al llegar a Roma, permaneció dos años preso, y cuando estalló la persecución de Nerón, éste mandó matar al gran Apóstol, cortándole la cabeza. Una antigua tradición nos dice que al caer la cabeza por el suelo dio tres golpes y que en cada sitio donde la cabeza golpeó el suelo, brotó una fuente de agua.

San Pablo, con su inteligencia, su valor y su amor a Jesucristo, nos revela -con la ayuda del Espíritu Santo- un gran misterio, al afirmar que los gentiles (los no judíos) somos también coherederos de las promesas de Cristo, y que todos tenemos el mismo derecho de participar de las grandes bendiciones que nos ofrece el Evangelio.

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