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Ensayo sobre la cultura / LA LECTURA Y EL JOVEN

José Luis Herrera Arce

¿Cómo hacer que los jóvenes lean? Es la pregunta que un profesor de literatura de cualquier nivel debe responderse. En una sociedad donde los términos educativos ya no están centrados en la obligación y la libertad se pregona contra viento y marea, se carecen de armas, por lo menos de las armas antiguas, para lograr estos objetivos básicos. En cambio, las circunstancias que invitan al alumno a no leer se multiplican a diario. En una sociedad del utilitarismo en donde el ser te lo definen en el tener, la preocupación fundamental es ocupar una posición económica; por lo menos fingir que la ocupas. El problema humano, tan simple, se resuelve con la receta de cocina que los supuestos libros de superación personal (sic) pregonan. Una sociedad con poca información, (súmele a la escasa lectura, las políticas de programación de la televisión nacional) es poco crítica. A la juventud se le distrae, ése es el término, para que tarde en comprender cuáles son los verdaderos parámetros de la vida. Con poca reflexión es muy fácil seguir inmerso en las fantasías que los sistemas te hacen creer; sólo hace falta tener más saliva para comer más pinole. El mundo es de los audaces: podemos traducir, el mundo es lo que pasa en Michoacán, en Acapulco, las ejecuciones que se han vuelto el pan de cada día.

Para entretener está Bisogño y la fenomenología de un mundo que a través de la repetición instantánea nos presenta el amarillismo cotidiano. Sangre, la gente quiere ver sangre en el sillón de su casa. La noticia es que el hombre muerda a un perro, que un tren corte la cabeza de un hombre porque el mismo hombre se vuelve objeto del goce morboso que las fortunas millonarias explotan a su favor bajo la anuencia de una legislación que los favorece. (¿A esos millonarios les gustará comer carroña? ¿Sale cara la carroña?). Aún hay más, tu razón de ser te la da un equipo de fut que ni siquiera está compuesto por personas que pertenezcan a la región; una razón de ser que promueve un orgullo ficticio, fantasioso, vacío.

En la otra esquina, la izquierda caduca que a pesar de haber fracasado sigue insistiendo en fomentar dictaduras donde el trueque es la libertad por el taco; condición dependiente donde se da a manos llenas sin importar las consecuencias, donde lo que importa es el discurso político aunque eso suponga la destrucción cotidiana de la naturaleza.

El leer promueve el individualismo. En las sociedades modernas lo que es peligroso es el individualismo. Tienes que estar afiliado a un partido, porque si no lo estás no puedes acceder a la chamba política. Tienes que estar afiliado a un club, tienes que estar controlado, por un grupo de donde obtengas tu qué pensar. Y si no lo estás, por lo menos tienes que estar hormado por paradigmas contundentes a través de los cuales se te pueda clasificar como alfa, beta o épsilon del mundo feliz. El chico sale a tomar los fines de semana porque ése es el paradigma, el glamour del sexo desbocado y la anfetamina, la fantasía del mundillo artístico que se explota a diario.

Las otras opciones están en la lectura. Afortunadamente liberada de la inquisición, en la lectura puedes buscar las nuevas opciones o reencontrarte con las viejas opciones. La lectura son las voces de los hombres solitarios que interpretan al mundo desde su soledad.

Ahí todo es posible porque ahí todo es sincero. La mayoría se reconoce como personas sin respuestas. Ni Joyce ni Kafka tienen respuestas. Sólo son yagas congruentes con la profundidad humana y la multiplicación de las formas de ser. Mishima es una forma de ser, Camus es otra forma de ser, Anais Nin es otra forma más de ser. Hay hombres y mujeres que buscan, lo que sea pero buscan. Hay hombres que analizan que reconocen lo complicado de la comprensión de lo humano y todas sus relaciones, con Dios, con los otros hombres, con la naturaleza, con ellos mismos.

La lectura es un arte y como tal abre las puertas a la sensibilidad. La lectura es el juego de la semiótica, es el juego de la razón. San Juan decía: en el principio era el verbo y el verbo era Dios.

Yo no sé por qué dicen que no sirve para nada leer. Por lo menos sirve para lo que sirve el alcohol, el sexo, el dinero, el glamour, la droga, la demagogia: para fugarse de la realidad.

JOLHE.

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