Lizbeth Martín platica sobre su experiencia al pasar un año de misiones en África.
Agencia Fakto
Cada vez es más común que los jóvenes viajen y pasen un tiempo en el extranjero, ya sea estudiando otro idioma, un semestre de intercambio, diplomados, posgrados o, simplemente, de vacaciones. Pero es más raro, por lo menos en México, encontrar a una joven como Lizbeth Martin, que pasó un año de misiones en África.
Se ve que Lizbeth es una chava muy sencilla. Ésa fue la impresión que inmediatamente nos dio cuando por teléfono aceptó que le hiciéramos esta entrevista acerca de su experiencia en África. Nos recibió muy amablemente un sábado en su casa, recién llegada de jugar con el representativo de futbol rápido femenil de la UDEM.
?Soy de aquí de Monterrey, estudio Finanzas Internacionales en la Universidad de Monterrey, ahorita ya voy en cuarto (semestre).?
Ella se ríe cuando piensa en su repentina decisión de irse a África, algo que algún día soñó, pero que no estaba precisamente en sus planes.
?Desde secundaria, con los maristas, típico que van los hermanos maristas y hablan de sus misiones? y desde ahí fue así como que: ?Mi sueño va a ser irme de misiones a África?? pero yo decía ?cuando tenga treinta años? o ?si no me caso???
Terminando la prepa quiso irse un año de misiones a la Sierra Tarahumara o algún otro lugar en México, pero además de llegar tarde para empezar a asistir a las pláticas de preparación, tenía que elegir entre éstas y su última oportunidad de representar a su escuela como jugadora de futbol, así que pensó que sería mejor aplazar su sueño misionero para después.
Ya en la universidad, un amigo le presentó a una asesora de pastoral y las pláticas con ella se hicieron frecuentes. ?Entonces cada jueves iba a hablar con ella? y en una de esas juntas empezamos a hablar de los sueños? y yo ?ah pues mi sueño es irme a África de misiones? y se me queda viendo y me dice: ?¿Te quieres ir de misiones? Tengo un programa, te puedes ir el próximo año?.? La pregunta era muy directa y la posibilidad, ahora sí, real e inmediata. No le quedó otra que responder, entre ilusionada y resignada: ?Pues? sí ?.
Una vez tomada la decisión no todo fue tan fácil. Lógicamente, la primera dificultad se le presentó cuando se lo dijo a su familia, especialmente a su mamá.
?Mi papá me dijo: ?Sí, está bien? hablamos en junio?, así como que... ?ya, luego se le quita la inquietud?. Y mi mamá un día sí se puso así como que? ?¿por qué no te vas terminando la carrera?? ? y yo le decía (con una visión crudamente realista, que ella misma reconoce la caracteriza): ?Mamá, es que no sé si voy a estar viva para ese entonces? si ahorita se me está dando la oportunidad es porque Dios quiere?. Y me dijo: ?No, es que se me hace que Dios no quiere eso... No, yo voy a rezar?. Y yo le contesté: ?Bueno, reza pero para que se haga lo que Dios quiera, no para que no me vaya?.?
También fue necesario pagar el boleto de avión para lo cual tuvo recolectar dinero, pidiendo cooperación en las calles y también haciendo negocio. ?Antes de irme me puse a vender dulces (en la UDEM). Los compraba? bueno, mi papá es de Tepatitlán, entonces en Tepa como que los dulces están más baras? puro business, por eso les digo: para eso hay finanzas? siempre se utilizan, independientemente de que sean para una buena causa, necesitas saber de finanzas?. Y luego se ríe de ella misma: ?Ah, yo apoyando mi carrera?.
Pero la dificultad más seria se le presentó cuando faltaba apenas un mes para el viaje, pues cambiaron al sacerdote Misionero de Guadalupe encargado del grupo, y el nuevo dijo que no quería voluntarios para todo el año, sino únicamente para el verano. ?Pues sí me dolió, la verdad. Creo que fue una de las etapas más difíciles. Creo que fue la primera etapa difícil de todo el proceso?, reconoce Lizbeth.
Tuvo que ser paciente y gracias a las gestiones de su asesora de pastoral, que habló con varias congregaciones, logró repartir su año de estancia en tres lugares distintos. ?Estuve como dos semanas sin saber nada? y luego ya al final los maristas dijeron: ?Nosotros la aceptamos en julio, hasta mediados de agosto? y se va a Tanzania?; el primer programa (en junio con la UDEM) era en Kenia? luego, las hermanas (religiosas del Sagrado Corazón) contestaron también ?nosotras la aceptamos todo el año, pero en septiembre?? entonces como que todo se acomodó? Gracias a Dios, me dio tres panoramas distintos de lo que es una misión.?
De tal forma que estuvo un mes en la zona rural de Kenia, visitando a la tribu de los masai. Después pasó dos meses en Tanzania, a orillas del lago Victoria, la legendaria fuente del río Nilo, donde ayudó a construir pilas para piscicultura. Por último regresó a Kenia, esta vez a la región próxima a la frontera con Uganda, donde dio clases de matemáticas, inglés, arte y deporte en un politécnico.
Vivió bajo diferentes características geográficas y climas. Percibió los enormes contrastes entre las grandes ciudades y las comunidades rurales, tuvo que aprender a comunicarse en distintos dialectos e idiomas, principalmente el swahili. Estuvo en contacto con diferentes tribus, cada una con sus propias formas de subsistencia y cultura, formas de vivir muy extrañas para nosotros.
?Para los masai, tener vacas es riqueza? tener vacas y mujeres es riqueza, porque a las mujeres las vendes, o sea, a las hijas las vendes por vacas, entonces al final tienes vacas. Los luya: su riqueza es la tierra, entre más tierra tienes más lugar tienes y más espacio para plantar y para comer, entonces ellos siempre están en la chamba, veías a las mujeres siempre trabajando.?
Además, durante sus vacaciones visitó Uganda, donde conoció comunidades marcadas por la guerra. ?Ves a los niños de once años con el rifle en la mano. (Están en guerra) con ellos mismos? hay dos subtribus fuertes y entre ellas hay guerrilla, porque es que ?hace mil años o no sé cuánto, tú me robaste esas vacas y esas vacas son mías? y entonces se matan y te matan a ti. En las carreteras de esa región no puedes viajar de día? hay muchos sacerdotes y hermanas que han fallecido por eso.?
Recordando su experiencia, Lizbeth reflexiona que está ya muy trillado aquello de pensar que uno va a dar y al final se da cuenta de que es más lo que recibió, ella tiene la teoría que, más que dar o recibir, se trata de compartir.
?Muchas veces, debido a la globalización, pensamos que mucha gente necesita nuestra ayuda? y realmente creo que no es así, descubrí que, al menos personalmente, yo tenía un deseo de compartir lo que tenía dentro de mí. En realidad es un llamado a decir ?quiero compartir?, yo fui a compartir, no a dar, porque? pues ellos ni quieren que les dé, ¿me explico?, mucha gente allá quiere que los misioneros nos vayamos, les da igual que estés o no. Y al final de todo un año te das cuenta, como me pasó a mí? si yo voy con el objetivo de hacer algo y crear y cambiar el mundo me voy a deprimir, porque no, no hice nada. Y no haces nada de esa manera, o sea, es simplemente compartir. Y con el ejemplo, con la forma de vivir, te dejas compartir.?
Para ella, el sentido de misionar se resume simplemente en eso, en compartir y en amar: ?Cuando yo me fui, como que yo sentía el llamado de amar, no sé cómo explicarlo? simplemente quiero estar ahí, si un niño está llorando quiero estar ahí, para compartirle mi alegría, al menos.?
Después de tantas experiencias, sintió tristeza al momento de regresar a México, aunque sabía que tenía que hacerlo, volver a sus raíces y a su familia. Poco a poco, ha ido readaptándose a su vida cotidiana, pero sigue considerando la posibilidad de irse otra vez. ?Sí quiero volver? tenía que regresar (a la UDEM)? pero me gustaría volver a hacerlo, no sé, más tiempo: tres años, hay un programa de tres años. Me puedo ir con una amiga, me puedo ir sola o me puedo ir casada.? Y finalmente agrega, medio en broma, medio en serio: ?O me puedo volver hermana y quedarme de por vida.?
