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Las laguneras opinan.../El principio de incertidumbre

Mussy Urow

Durante las últimas semanas hemos vivido en la incertidumbre. Para quienes esperaban que las cosas mejorarían después del dos de julio, deberán resignarse y aceptar que no sólo no mejoraron sino que se pusieron peor. La incertidumbre se ha instalado en México y en lugar de entristecernos por no saber aún con certeza quién será el presidente de México a partir del primero de diciembre de 2006, deberíamos de estar agradecidos con la vida que nos ofrece esta oportunidad de esperar con zozobra la decisión verdadera y definitivamente final, así como la de comprobar hasta dónde se dejará que lleve AMLO su “derecho a disentir” pisoteando el de tantos otros.

El no contar aún con un presidente calificado por el Tribunal correspondiente parece que no altera para nada el resto de las cosas que conforman nuestra vida diaria; todo sigue su rumbo normal y cotidiano. Hasta para los sufridos habitantes del Distrito Federal, quienes aguantan lo que sea –ya lo hemos visto- desde las furias de Tláloc hasta las del Peje. Allá, sus fieles seguidores derrochan ingenio para resistir civilmente y a la vez servir de modelos creativos a empresarios y banqueros, como sugirió hace poco Elena Poniatowska; son creativos hasta los que ni votaron por él porque sencillamente tienen la prosaica necesidad de seguir trabajando en medio del caos con el fin de llevar una vida normal.

Pero lo cierto es que las cosas sí están peligrosamente alteradas. Hay un vacío de autoridad que se percibe como una calma chicha y me pregunto: ¿cuánto tiempo resistirá allá el sitio de AMLO? ¿Es lo suyo mesianismo, terquedad o le asiste verdaderamente el derecho a disentir? ¿Hay límites para ese derecho?

¿Puede hacer con una ciudad lo que se le pegue la gana (ya existe la posibilidad de que se desate una epidemia bacteriológica en los campamentos) sin que nadie haga nada? ¿Por qué la situación en Oaxaca se ha sostenido y agravado sin que ninguna autoridad haya intervenido? ¿Con qué derecho se llaman maestros esos delincuentes? ¿Quién está verdaderamente detrás de todo este caos? ¿Quién o quiénes lo fomentan, sostienen, apoyan y financian? ¿Qué diferencia hay entre los asaltantes de caminos que pululaban en los antiguos caminos del México colonial y estos asaltantes que impunemente secuestran a ciudades completas en nombre de la democracia? ¿Cuánto de ese caos podrá extenderse hasta nosotros?

Toda esa cotidianeidad, que aparece y desaparece de los principales diarios y noticieros, promoviendo y exacerbando el ánimo de incertidumbre me hizo recordar una película diferente, muy recomendable, que se exhibió hace menos de un año; poca gente la vio en el cine porque como suele ocurrir, estuvo muy poco en cartelera. Se llamaba “Y qué demonios sabes tú de...” No la voy a contar ni comentar; cualquiera la puede rentar. En mi opinión, una buena película o un libro comparten ciertos objetivos; uno de los cuales, indudablemente es el de despertar curiosidad, “picarlo a uno” a investigar, a saber más de “eso” y a mí esta película me provocó una gran curiosidad por saber qué es la famosa física quántica. Se preguntarán qué tiene que ver esto con la incertidumbre y todo lo anterior.

El tema de la física siempre me ha parecido escabroso, pero resulta que a partir de Einstein, Planck y otros científicos del siglo veinte, se complica porque su relación con la filosofía se hace más estrecha. Comúnmente se identifica a la filosofía como una doctrina, un sistema de pensamiento útil para analizar, examinar, discurrir, quebrarse la cabeza y “buscarle tres pies al gato”. En cambio, la física es una ciencia por excelencia: estudia las propiedades de la materia y la energía, considerando tan sólo los atributos capaces de ser medidos. Es decir, el terreno de lo tangible y material, contra el del pensamiento teórico. Sin embargo, resulta que la filosofía también es una ciencia que trata acerca de la esencia, propiedades, causas y efectos de las cosas naturales. Como se ve, todo puede ser exacto o ambiguo e interpretarse de diversas formas.

El caso es que investigando respecto a la física quántica descubrí qué cosa es el principio de incertidumbre y me maravilló lo cercano que es a nuestra existencia y lo útil que puede resultar tenerlo presente en tiempos como los que estamos viviendo.

El científico alemán Max Planck introduce el azar en la ciencia a principios del siglo veinte, con su teoría de la mecánica quántica. A partir de esta hipótesis (interesados buscar explicación científica en el sitio que se menciona al final), ocurre una revolución en la ciencia que desbarata la imagen de la naturaleza que percibimos por los sentidos. Es, desde entonces, la base de la ciencia moderna, el germen de un nuevo paradigma científico.

Una de las figuras clave de esta historia fue otro científico alemán, Werner Heisenberg, quien enunció el principio de incertidumbre, “que postula que es imposible conocer conjuntamente con exactitud la posición y velocidad de una partícula. Cuanto mayor sea la precisión con que determinamos la posición, menor será la de su velocidad”. Heisenberg calculó la magnitud de esa inexactitud y de dichas propiedades y con ello definió el principio de incertidumbre, por el cual recibió el Premio Nobel de Física en 1927.

El punto central de la física quántica es el concepto de incertidumbre. La palabra incertidumbre está en todas partes y por ello la teoría quántica tiene una estructura fundamentalmente probabilística, es decir, basada en la incertidumbre: “¿De qué le sirve a la naturaleza y a la humanidad la incertidumbre? Los humanos, como observadores del mundo que nos rodea, jugamos un papel central en la física quántica. El proceso de definición en la física quántica precisa de la participación de un observador consciente a un nivel fundamental. Nos interesa conocer cómo funciona el universo y el principio de incertidumbre es un factor clave de su funcionamiento.

Necesitamos la incertidumbre para establecer relaciones afectivas, para aumentar nuestros conocimientos, para fortalecer nuestra conciencia y para desarrollar nuestra autoestima. La incertidumbre ante el futuro ha sido y será el motor que mueve a la humanidad hacia delante. La seguridad absoluta en todos los órdenes es parálisis, castradora de la personalidad y arrullo de vagancias.”(...) “¿Tenemos certidumbre de alguien o de algo? Para conocer todo de alguien o algo hay que interaccionar con ellos. Esta interacción introduce siempre algún cambio en el comportamiento de las personas o en las propiedades de las cosas. Por ello, aunque los cambios sean diminutos, siguen estando ahí y con esos cambios creamos nuestra realidad.

El complemento del principio de incertidumbre debe ser la tolerancia. La tolerancia que como observadores, debemos aplicar al evaluar las acciones de los demás. Cuanta más tolerancia demostremos con las personas, mejor llegaremos a comprenderlas y estimarlas. Con ello reduciremos a valores probabilísticos manejables la incertidumbre presente en nuestras vidas”. (Manuel Zapatero.- www.transhumanismo.org/artículos/).

¿Qué tal? Parece que es recomendable aprender a vivir, conscientemente, con una buena dosis de incertidumbre. (Información acerca de física quántica obtenida en:

www.fisicanet.com). ([email protected]).

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