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La Oposición/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“La única manera de asegurar que la gente con la que estás de acuerdo pueda hablar es apoyar los derechos de la gente con la que no coincides”.

Eleanor Holmes Norton

Andrés Manuel López Obrador está perdiendo una gran oportunidad. Si realmente contendió en la elección presidencial para impulsar un programa de Gobierno y no simplemente para buscar el poder por el poder mismo, se encuentra en una posición ideal para usar la influencia de un verdadero líder de la Oposición para promover ideas y acciones. Para lograrlo, sin embargo, tiene que dejar el activismo irreflexivo y empezar a comportarse como un verdadero demócrata.

Imagine usted, amigo lector, que el perredista en vez de tomar calles y casetas de peaje o de protestar en contra de todas las instituciones democráticas, se sentara con Felipe Calderón y le dijera: “Mira. No creo que hayas ganado; pero aunque lo hayas hecho, 244 mil votos de ventaja sobre 42 millones en total no te dan un mandato popular”. Hay ciertos programas de Gobierno a los que yo me comprometí con la gente. Vamos a buscar formas de aplicarlos”.

López Obrador, por ejemplo, obtuvo muchos de sus votos con su promesa de crear una pensión universal para personas de la tercera edad. Si realmente se interesara en los que menos tienen, estaría buscando formas de que este compromiso se convirtiera en realidad independientemente de quien ocupara la silla presidencial. Es mucho más fácil discutir programas concretos de Gobierno, ver cómo se pueden financiar o administrar, que tratar de obligar a todo un país a violar sus propias leyes electorales.

Un político se interesa nada más en conseguir el poder: y de ésos hemos visto muchos a lo largo de los años. Pero un estadista entiende que las ideas y los programas son lo que realmente transforman a un país. Por eso los estadistas en otras naciones se han dando cuenta de que a veces desde la Oposición se tienen mayores oportunidades para impulsar acciones que desde el propio Gobierno.

López Obrador, desafortunadamente, no ha dado siquiera el primer paso para asumir el papel de un líder democrático de oposición. Su obsesión es llegar a la Presidencia de la República. Como hasta ahora la elección le arroja un resultado adverso, no a su partido pero sí a él en lo personal, ha optado por cuestionar la honestidad o la capacidad de los funcionarios del Instituto Federal Electoral, de los ciudadanos que participaron como funcionarios de casilla o representantes de partidos en la elección del dos de julio y ahora también de los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Pero así no se construye ningún acuerdo en una democracia.

Los mexicanos tenemos puntos de vista muy distintos. Por eso necesitamos la política, para construir acuerdos entre personas y grupos. Por eso necesitamos la democracia, para no pegarnos de balazos cada vez que hay que cambiar de gobernante. Y por eso necesitamos darle un lugar adecuado a la Oposición.

Ésta fue una de las razones por las que en las sucesivas reformas electorales que tuvimos desde 1977 se le otorgó a la Oposición un papel que antes no tenía. La representación proporcional, por ejemplo, le ha permitido a los partidos minoritarios tener una presencia en el Congreso que no ofrece el sistema de elección directa pura de países como Estados Unidos y el Reino Unido. La aprobación de leyes requiere de una mayoría simple entre los legisladores de dos cámaras distintas, mientras que se requiere de una mayoría calificada de dos terceras partes para enmendar la Constitución. Una vez legisladas, por otra parte, las leyes pueden ser sometidas a la Suprema Corte de Justicia para verificar su constitucionalidad.

Con una votación para la Presidencia de la República virtualmente empatada en 35 por ciento para los dos principales candidatos, tanto Calderón como López Obrador deberían darse cuenta de la importancia que tendrá la Oposición en los próximos seis años, la cual puede poner la agenda legislativa sobre la mesa.

Si López Obrador estuviera ofreciendo ideas, muchos tendríamos una mejor opinión de él. Para ello no tiene que abandonar su convicción de que ganó la elección ni dejar de pelear su caso en el Tribunal Electoral. Pero en lugar de lanzar ideas, arroja insultos y descalificaciones. En vez de construir ese nuevo México que afirma desear, parece empeñado en destruir las instituciones democráticas y la economía de una ciudad que lo acogió generosamente cuando llegó desde Tabasco.

Ojalá que alguien en su entorno le haga ver esa gran oportunidad que tiene. Ojalá que él se decida a emplear su carisma personal y su popularidad para promover ideas y acciones de Gobierno. Ello podría convertirlo en el gran líder de la Oposición que le ha faltado a México durante tanto tiempo.

SEXUALIDAD

Pretender censurar el tema de la sexualidad en los libros de secundaria de Ciencias I Biología, como lo quieren hacer algunas organizaciones que falsamente afirman representar a los padres de familia de nuestro país, es inaceptable. La Secretaría de Educación Pública no debe ceder ante la presión. La sexualidad es un tema que se debe tratar desde la primaria y en el que no caben los moralismos de otros tiempos. Mucho daño le han hecho ya a México este tipo de actitudes. Deben ser los especialistas y no los miembros de una religión quienes decidan los contenidos de los libros escolares.

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