EDITORIAL Sergio Sarmiento Caricatura Editorial Columna editoriales

Hora cero/El contrato político...

Roberto Orozco Melo

El año 2003 de este mundo globalizado, no augura mucha paz, seguridad, justicia, fraternidad, bienestar y felicidad; aunque pueda ofrecer circulación monetaria, intercambios comerciales, explotación laboral y preeminencia del gran poder financiero en beneficio de unos cuantos países: las ocho naciones desarrolladas. Las restantes, subdesarrolladas o en proceso de desarrollo, seguirán pobres; mientras que las pocas autosuficientes valdrán “muy mucho”, perdonando la expresión adverbial superlativa.

Una guerra regional, la de Oriente Medio, podría convertirse en la tercera conflagración mundial. Los motivos del lobo son intereses económicos, entre los cuales destaca el control de los energéticos. Ahora mismo, cada día, mueren decenas de personas en el área del conflicto sin saber a qué causa beneficia su sacrificio. El mayoriteo en las Naciones Unidas, a favor del país más poderoso de la Tierra, quiso hacer creer que también la razón está de su parte, pero la deducción resulta falsa. En procesos históricos similares han sido los países más pequeños y débiles quienes han probado tener la razón y la justicia dentro de una óptica moral.

En el ominoso marco mundial México resulta ser un alfil que juega a favor de Estados Unidos. A ello lo obliga su situación geográfica, su condición de vecino débil y últimamente subordinado por los múltiples compromisos económicos y políticos contraídos durante el gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado y demás subsecuentes. Si en la Segunda Guerra Mundial el presidente Ávila Camacho se vio forzado a definirse a favor de los aliados occidentales, ahora Vicente Fox está compelido a lo mismo por un simple instinto de conservación y de conveniencia nacional.

El nuevo año mexicano también resulta muy importante, vistas las intenciones de cambio propuestas por el gobierno de Fox. No sería una transformación cualquiera, sino drástica y esencial que sólo podrá llegar a puerto si la Cámara de Diputados, neutralizada por la ausencia de un partido dominante, adquiere un distinto perfil como resultado de las elecciones federales. Si gana Acción Nacional más del 50 por ciento de las curules y logra un acuerdo de unidad en algunos temas con el Partido de la Revolución Democrática y aun con el PRI, el proceso de metamorfosis del Estado registraría un avance; pero si, como en el año 2000 el PRI obtiene la mayoría de las curules, el proyecto del cambio podría quedar, otra vez, empantanado.

Vale recordar la conceptualización de Norberto Bobbio sobre mercado político e intercambio político, mencionadas en comparación con el fenómeno típico de la relación privada: el contrato privado: “Se habla de voto de intercambio en oposición al tradicional voto de opinión como si el voto fuese también una mercancía que se compra pagando, o en términos más realistas, prometiendo, el equivalente a un precio. Un precio cuya entidad, el hombre político, no por casualidad comparado por Schumpeter con un empresario, recaba de los recursos públicos de los que es capaz de disponer, o de los que hace creer que puede disponer”.

En otro párrafo abunda Bobbio: “Donde los partidos son más de uno, lo que es condición sine qua non de la democracia y con mayor razón donde son muchos, como en Italia (y en México, agrego yo) la lógica que preside sus relaciones es la lógica privada del acuerdo, no la pública del dominio”. Más adelante, el politólogo italiano agrega: “Mientras entre partidos tiene lugar el gran mercado, entre partidos y ciudadanos electores se da el pequeño mercado, aquello que hoy se llamaría “mercado político” por excelencia, mediante el cual los ciudadanos electores investidos -en cuanto electores- de una función pública se vuelven “clientes” (por lo que) una vez más una relación pública se transforma en una privada. Se trata de la capacidad de los partidos de controlar a sus diputados y obtener el mantenimiento de las promesas hechas a sus electores” .

Bajo la anterior acreditación teórica, no nos extraña la rebatinga que se ha dado, se da y seguirá dándose, sobre la utilitaria aplicación política de los recursos fiscales en las obras y programas públicos. El partido que maneja el Poder Ejecutivo Federal ha caído en la práctica que siempre criticó a su opositor, el PRI, cuando éste detentaba la Presidencia de la República: invertir en obras de interés público y social que resuelvan demandas sociales, para obtener, a cambio, la simpatía de los ciudadanos y su consecuente voto político; pero como los otros partidos harán lo mismo en las áreas de gobierno que controlen ¿cómo van a saber los ciudadanos a favor de quién han de operar la esperada contraprestación del contrato político representada en el sufragio electoral?

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 15625

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx