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Más Allá de las Palabras / SANTA LIDUVINA

Jacobo Zarzar Gidi

(Patrona de los enfermos crónicos)

Liduvina nació en Schiedam, Holanda allá por el año 1380. Su padre era muy pobre y tenía por oficio el de ?celador? o cuidandero de fincas. Su familia era sumamente piadosa y a la niña le encantaba recoger regalos para llevarlos a gentes muy necesitadas.

Hasta los 15 años, Liduvina era una muchacha como las demás: alegre, simpática, buena y muy bonita. Pero en aquel año su vida cambió completamente. Un grupo de jóvenes de su edad la invitó a esquiar sobre la nieve, y en pleno descenso de la montaña, uno de sus compañeros, por alcanzar a los que iban más adelante, apresuró mucho su carrera y sin darse cuenta de que Liduvina bajaba por ese mismo camino, arremetió violentamente contra ella dejándola sobre la nieve, medio muerta y con la columna vertebral destrozada. La llevaron de inmediato a casa, pero de ese golpe jamás se pudo reponer.

La pobre muchacha empezó entonces un horroroso martirio. Su estado de salud empeoraba cada día. Continuos vómitos, jaquecas, fiebre intermitente y dolores por todo el cuerpo. En ninguna posición podía descansar. La altísima fiebre le producía una sed insaciable. Los médicos declararon que su enfermedad ya no tenía remedio y que los tratamientos que se le hicieran lo único que lograrían sería empobrecer más a aquella familia.

Liduvina se desesperaba al estar inmóvil en esa cama, y cuando veía a sus compañeras correr y reír, se ponía a llorar y a preguntar a Dios por qué le había permitido tan horrible martirio. Pero cierto día consiguió un gran regalo de Dios: que nombraran de párroco de su pueblo a un verdadero santo, el Padre Pott. Este virtuoso sacerdote lo primero que hizo fue recordarle que ?Dios al árbol que más quiere, más lo poda, para que produzca mayor fruto, y a los hijos que más ama, más los hace sufrir?. Y luego colocó en frente de la cama de la enferma un crucifijo, pidiéndole que de vez en cuando mirara a Jesús crucificado y se comparara con Él y pensara que si Cristo sufrió tanto, debe ser que el sufrimiento lleva a la santidad.

La joven al principio se negaba a seguir el consejo del sacerdote y no miraba casi nunca el crucifijo y lloraba y se sentía muy infeliz. Pero de pronto empezó a mirar al Cristo y a meditar en sus heridas, en sus angustias y dolores y a reflexionar en su Santísima Pasión, y este recuerdo le produjo un cambio total en su modo de pensar y de sufrir. En adelante ya no volvió más a pedir a Nuestro Señor que le diera valor y amor para sufrir como Jesús por la conversión de los pecadores y la salvación de las almas.

Y llegó a amar de tal manera sus sufrimientos, que repetía: ?Si bastara rezar una pequeña oración para que se me fueran los dolores, no la rezaría?. Descubrió que su vocación era ofrecer sus padecimientos por la conversión de los pecadores. Y para ello se dedicó a meditar frecuentemente en la Pasión y Muerte de Jesús. Y en adelante sus sufrimientos se le convirtieron en una fuente de gozo espiritual, en su ?arma? y en su ?red? para apartar pecadores del camino hacia el infierno y llevarlos al cielo. Decía que la Sagrada Comunión y la meditación en la Pasión de Nuestro Señor eran las dos fuentes que le concedían valor, alegría y paz.

La enfermedad fue invadiendo todo su cuerpo. Una llaga le fue destrozando la piel. Perdió la vista por un ojo y el otro se le volvió tan sensible a la luz que no soportaba ni siquiera el reflejo de la llama de una vela. Completamente paralizada, solamente podía mover un poco el brazo izquierdo. En los fríos terribles del invierno de Holanda quedaba a veces en tal estado de enfriamiento que sus lágrimas se le congelaban en la mejilla. En el hombro izquierdo se le formó un absceso dolorosísimo y la más aguda neuritis (o inflamación de los nervios) le producía dolores casi insoportables. Parecía que ya en vida estuviera descomponiéndose como un cadáver. Pero nadie la veía triste o desanimada, sino todo lo contrario: feliz por lograr sufrir por amor a Cristo y por la conversión de los pecadores. Y cosa rara, a pesar de que su enfermedad era tan destructora, se sentía a su alrededor un aroma agradable que llenaba de deseos de rezar y de meditar.

Cuentan las antiguas crónicas que recién paralizada, una noche soñó Liduvina que Nuestro Señor Jesucristo le proponía lo siguiente: ?Para pago de tus pecados y conversión de los pecadores, ¿qué prefieres, 38 años tullida en una cama o 38 horas en el purgatorio? Y ella respondió: ?Prefiero 38 horas en el purgatorio?. Y sintió que moría, que iba al purgatorio y empezaba a sufrir. Y pasaron las 38 horas, y 380 horas, y tres mil 800 horas, y su martirio no terminaba. Finalmente preguntó a un ángel que pasaba por allí: ?¿Por qué Nuestro Señor no me habrá cumplido el trato que hicimos? Me dijo que viniera 38 horas al purgatorio y ya llevo tres mil 800 horas?. El ángel fue y averiguó y volvió con esta respuesta: ?¿Sabe cuánto hace que usted se murió? Ni siquiera han pasado cinco minutos desde que usted murió. Su cadáver todavía está caliente y no se ha enfriado. Sus familiares aún no saben que usted se ha muerto. No han pasado cinco minutos y usted se imagina que van tres mil 800 horas?. Al oír semejante respuesta, Liduvina se asustó y gritó: ?Dios mío, prefiero entonces permanecer 38 años tullida aquí en la Tierra?. Y despertó.

Y en verdad estuvo 38 años paralizada, y a quienes la compadecían les respondía: ?Tengan cuidado porque la Justicia Divina en la otra vida es muy severa. No ofendan a Dios, porque el castigo que espera a los pecadores en la eternidad es algo terrible, que no podemos ni siquiera imaginar?. Y seguía sufriendo contenta su parálisis para pagar sus propios pecados y para conseguir la salvación de muchos pecadores.

En 1421, o sea 12 años antes de su muerte, las autoridades civiles de Schiedam (su pueblo) publicaron un documento que decía: ?Certificamos por las declaraciones de muchos testigos presenciales, que durante los últimos siete años, Liduvina no ha comido ni bebido nada, y que así lo hace actualmente. Vive únicamente de la Sagrada Comunión que recibe?. Nadie ha podido explicar este prodigio.

A los 12 años de estar enferma y sufriendo, empezó a tener éxtasis y visiones. Mientras su cuerpo quedaba como sin vida, en éxtasis conversaba con Dios, con la Santísima Virgen y con su Ángel de la Guarda. Presenciaba los dolores de Jesucristo en la cruz y contemplaba los sufrimientos de las ánimas del purgatorio.

En los últimos siete meses Santa Liduvina no pudo dormir ni siquiera una hora a causa de sus tremendos dolores, y el 14 de abril de 1433, día de Pascua de Resurrección, poco antes de las tres de la tarde, pasó santamente a la eternidad. Pocos días antes contempló en una visión que en la eternidad le estaban tejiendo una hermosa corona, pero que le faltaba todavía un pedacito para que la terminaran. En esos días llegaron unos soldados que la insultaron y la maltrataron. Ella ofreció todo a Dios con mucha paciencia, y luego escuchó una voz que le decía: ?con esos sufrimientos ha quedado completa tu corona, puedes morir en paz?. La última petición que le hizo al médico antes de morir fue que su casa la convirtieran en un hospital para pobres, y así se hizo.

Cuando analizamos con detenimiento una parte de la biografía de esta santa, así como también la vida de muchos otros santos más, nos damos cuenta que en repetidas ocasiones mencionan el purgatorio porque Dios les permitió visitarlo de una manera especial, con la finalidad de darnos testimonio de su existencia. Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación en el purgatorio, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo. Hace muchos años que no escucho mencionar la palabra ?purgatorio? en las homilías dominicales, a pesar de que la Virgen del Carmen ha prometido a todos los que mueran con su escapulario colocado en el cuello, que saldrán de ese lugar de purificación en tan sólo unos cuantos días. Muchos jóvenes no saben de su existencia, y bastantes adultos piensan que no existe o que ya se canceló. Lo que más conviene es analizar el tema con detenimiento, porque algo se nos quiere decir con esos valiosos testimonios que aportan los santos. Algo se nos quiere decir, y puede ser muy importante...

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