Campaña. La foto de Silvia está en el teleférico como parte de una campaña contra el cáncer. (EDITH GONZÁLEZ)
A punto de contraer nupcias, Silvia se enteró que padecía cáncer de mama. La enfermedad interrumpió sus planes de boda y puso a prueba su relación.
Fue en octubre de 2016 cuando, a través de la autoexploración, detectó una anomalía en su pecho.
Silvia no esperó para acudir con el especialista para saber lo que estaba pasando. La respuesta que le dieron era la que no quería escuchar: tenía tres tumores malignos y metástasis en los ganglios axilares.
"Ahí empieza el calvario. La noticia es devastadora. Como ser humano lo que pensé es lo peor, 'no voy a poder', mi miedo no era por perder mi pecho, sino el tratamiento, la quimioterapia, pensaba en mis hijos, estaba a punto de casarme, Marco y yo tuvimos que detener los planes porque no sabíamos qué iba a pasar".
Su operación fue un 22 de diciembre. Tras la cirugía no podía mover su brazo debido a que le retiraron los ganglios de la axila; su madre y sus hermanas la tenían que bañar y peinar.
En el mes de enero comenzó con el tratamiento de quimioterapia. Por haber detectado el cáncer en una etapa avanzada, los pronósticos no eran muy alentadores y los médicos se lo decían.
"Te desanimas, cada palabra del médico ¡híjole!, te va haciendo sentir triste, te da miedo porque no sabes qué va a pasar. Inició con las quimios, a la semana se me cayó el cabello, todo eso te va afectando, yo me sentía triste, sentía que no iba a poder".
La pérdida del pelo fue para ella más difícil que el retiro de la mama. Otro de los temores de Silvia giraba en torno a su relación. Pensaba que su pareja la iba a abandonar, pero no fue así. El amor pudo más que la enfermedad.
"Yo le decía a mi pareja, 'tú no vas a aguantar', cuál fue mi sorpresa, que seguimos juntos, vivimos juntos, él también me cuidaba, me bañaba, me curaba y me llevaba al hospital; él me pintaba mi ceja, me ponía mis pestañas postizas, quería que me sintiera bien".
Cuando la veía triste, la llevaba al cine, a bailar, a comer y todo esto la fortaleció para luchar contra la enfermedad. Cuando perdió el pelo y la mama, él le dijo que seguía siendo hermosa.
El proceso no sólo afectó a Silvia, sino también a sus hijos. Su hija lloraba todos los días y ella muy poco podía hacer, pues, al inicio, todos los días iba al hospital. Pero conforme fue avanzando el tratamiento, las cosas mejoraron con su salud y con esto se restableció la relación con sus hijas e hijos. El apoyo de su familia también fue fundamental.
Ahora, Silvia ve las cosas de diferente manera. Como muchas mujeres siempre se puso en último lugar. Ahora no. "Disfruto a cada momento, tanto a mi familia, como a mi persona; ahora me cuido, antes no, mi alimentación era mala, ahorita cuido mi nutrición, Dios me está dando otra oportunidad y no la voy a desaprovechar".