Hoy, cuando el nuevo año despunta en el horizonte de los tiempos, es menester una pausa de reflexión personal.
Evaluar lo que ha sido este precioso cúmulo de horas con el que pude construir o dejar de hacer; superar o estancarme.
...Revisar la ruta de la nave; definir si estoy avanzando rumbo a puerto seguro, o si simplemente giro en círculos viendo pasar la vida.
...Medir mis logros contra los propósitos que hace un año me planteé para este período de tiempo.
Definir si mis acciones me han hecho una mejor persona, o si solamente he andado las horas viendo por mi interés personal.
El mundo ha sufrido variadas conmociones en este período de tiempo; el espíritu en ratos tiembla como frágil avecilla ante el vendaval de acontecimientos externos.
Es hora de preguntarme en qué contribuí para aquietar este espíritu, o si por el contrario, mi indiferencia acrecentó los vientos de muerte.
Miro en derredor y cuento mis bendiciones: Tengo una mente con potencial creativo con la que puedo cambiar el pedazo de mundo en el que habito.
Poseo buena salud y fortaleza física; hora es de contar lo que he hecho a favor de los menos afortunados.
Cuento con una familia amorosa y amigos auténticos. Hoy es el tiempo para evaluar el grado de atención que he tenido para cada uno de ellos; si me he ocupado activamente en amarlos y expresar mis sentimientos, o si di por sentado que lo saben, y me ganó el silencio.
Poseo una fuente de trabajo y la oportunidad para crecer más allá. Llega el tiempo de revisar si cumplo simplemente por inercia, como si me invadiera una indiferencia gris, o si veo mi quehacer como una ocasión para conocer el mundo de una manera especial.
Es ocasión de dar gracias al cielo por cada una de estas bendiciones, y medir si mi diario actuar ha sido testimonio de agradecimiento.
La vida es el libro donde se aprenden grandes cosas; a mi lado hubo acontecimientos que pueden haberme enseñado mucho. He conocido historias de vida de las que he aprendido.
Pero quizás desperdicié tiempo lamentando lo que no tengo, en lugar de ver lo que se me ha dado. O probablemente me ganó la molicie y me perdí lo mejor del viaje por el mundo real por estar frente al televisor con pereza en el cuerpo y frialdad en el alma.
Terminan trescientos sesenta y cinco días que la vida me obsequió para ser mejor; para dignificar el espacio que me rodea. Horas preciosas para amar, para sentir que corre la sangre por mis venas. Tiempo en el cual cultivar el entusiasmo; abrir los ojos y ver la cantidad de motivos que existen para entonar a la vida un canto de agradecimiento cada mañana.
No siento mayor satisfacción por lo realizado en este año. Queda una larga lista de buenos propósitos que no se han cumplido. Más que recriminarme acepto mi limitación como ser humano, y defino nuevas prioridades para el año que comienza.
Quiero comenzarlo con indulgencia para mi propia persona y para aquellos que siento que de alguna manera me dañaron.
Quiero hacerlo con entusiasmo, en actitud de aprovechar cada día al máximo, escribiendo páginas de historia en el libro de mi propia existencia.
...Que no vaya una sola noche a la cama sin dar gracias a Dios por el día que termina; con sus ratos dulces y sus horas aciagas. Con sus triunfos y sus derrotas; premios y sinsabores.
Dar gracias a la vida porque me presenta retos a través de los cuales pongo a trabajar ingenio y creatividad. Porque encuentro problemas que me hacen situarme en la justa dimensión dentro de la inmensidad del Universo.
Me propongo cerrar un poco los ojos frente a las imperfecciones de quienes me rodean, y abrirlos grandes frente a las propias.
...Dar un abrazo y decir una frase amable a los seres amados cada día, nada más porque sí.
Cuidar de no ensoberbecerme ante un triunfo; por el contrario, tener la humildad de inclinar la cabeza y reconocer que Dios obra a través de cada uno de nosotros para manifestarse entre los hombres.
Sea el 2003 una oportunidad para cada uno para hacer un mundo más humano desde el propio espacio. ¡Feliz año!
