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Trump ya piensa en reelección

El presidente de EU llegó en visita privada de dos días a Escocia para jugar al golf

Descanso. Donald Trump pasaba el fin de semana en su resort de golf en Turnberry, Escocia, entre protestas de miles de escoceses.

Descanso. Donald Trump pasaba el fin de semana en su resort de golf en Turnberry, Escocia, entre protestas de miles de escoceses.

EFE

El presidente de EU, Donald Trump, expresa su intención de presentarse a la reelección en 2020 en una entrevista divulgada ayer por el diario británico Mail on Sunday, en la que afirma que no ve a ningún demócrata capaz de ganarle.

Aunque admite que "nunca se sabe lo que pasa con la salud y otras cosas", Trump, de 72 años, confirma al ser preguntado por el periodista Piers Morgan si se presentará a la reelección que tiene "toda la intención de hacerlo".

"Bueno, tengo toda la intención de hacerlo. Parece que todos quieren que lo hagamos", subraya, y destaca: "Me siento bien".

Cuestionado si ve algún candidato demócrata que le pueda ganar en las elecciones, contesta: "No. No veo a nadie. Los conozco a todos y no veo a nadie", e insiste: "No tienen el candidato adecuado".

El presidente estadounidense llegó ayer en visita privada de dos días a Escocia para jugar al golf en uno de sus complejos de lujo tras concluir su visita oficial al Reino Unido y antes de partir hoy a Helsinki, donde se reunirá el lunes por primera vez en una cumbre bilateral con su homólogo ruso, Vladimir Putin.

Preguntado si Putin es uno de los dirigentes "despiadados" con los que se ha reunido, como el norcoreano Kim Jong-un, responde: "No puedo decírtelo, supongo que probablemente lo sea. Pero podría nombrar a otros también".

Sin embargo, agrega que "si nos llevamos bien con Rusia, eso es algo bueno. No le conozco (a Putin). Lo conocí un par de veces, lo conocí en el G20", en referencia a la cumbre celebrada en Hamburgo (Alemania) el pasado 8 de julio.

"Creo que probablemente podríamos llevarnos bien", insiste, aunque admite que "ahora somos competidores".

VISITA SU CLUB

Trump aprovechó su visita privada de dos días a Escocia para jugar al golf en uno de sus complejos de lujo, mientras miles de personas se dieron cita en Edimburgo y otras zonas de la región en señal de protesta contra sus políticas.

"He llegado a Escocia y estaré en Trump Turnberry para dos días de reuniones, llamadas y, con suerte, un poco de golf, ¡mi principal forma de ejercicio!", escribió Trump en Twitter.

El deseo de disfrutar de su deporte favorito se cumplió, según revelaron fotografías publicadas en la prensa británica, en las que se puede ver al mandatario conduciendo su propio carrito por el campo de golf y completando algunos hoyos, acompañado de su hijo Eric y entre varios miembros del equipo de seguridad.

Una de estas imágenes muestra también al jefe de la Casa Blanca saludando ante los gritos de protesta que llegaban desde las afueras del recinto, donde un gran grupo de manifestantes se congregó desde primeras horas de la mañana.

También hasta las inmediaciones de Trump International Golf Links, el otro establecimiento que el presidente regenta en la región de Aberdeenshire, en la costa nordeste de Escocia, se acercaron más de cien personas para un acto de protesta con música y discursos de los asistentes.

Las protestas se iniciaron ayer con miles de personas congregadas en el centro de Glasgow y la pancarta que el grupo ecologista Greenpeace desplegó ante el hotel Turnberry con un parapente y en la que podía leer: "Trump, muy por debajo del par. Resistencia", haciendo un juego de palabras con las reglas del golf.

Las jornadas reivindicativas tuvieron su punto álgido hoy en la multitudinaria marcha por las principales calles de Edimburgo, a la que, según los organizadores, acudieron unas 50,000 personas.

Los asistentes se dirigieron hasta el céntrico parque de Meadows, para participar en la acción conocida como "El carnaval de la resistencia", cuyo objetivo es mostrar el rechazo ciudadano a la visita de cuatro días del mandatario al Reino Unido.

Putin lo verá en el antiguo dominio ruso

Cuando el presidente de Rusia, Vladímir Putin, se vea el lunes en Helsinki con su colega estadounidense, Donald Trump, se sentirá casi como en casa en un país que fue dominio ruso durante todo el siglo XIX y que ha mantenido relaciones privilegiadas con su gran vecino del este.

El Palacio Presidencial de Helsinki en el que se encontrarán los líderes de las dos grandes potencias mundiales fue residencia de los zares rusos, y desde sus ventanas se abre la vista a la catedral Uspenski, la iglesia ortodoxa más grande de Europa Occidental.

Finlandia, hoy uno de los países más desarrollados y con el nivel de vida más alto del mundo, no guarda malos recuerdos de los tiempos en los que formaba parte del Imperio Ruso, que le devolvió competencias de autogobierno tras siglos de dominio sueco.

Lo demuestra el monumento al zar ruso Alejandro II en la principal plaza de Helsinki, levantado en agradecimiento al monarca por devolver a Finlandia su Parlamento.

Le fue aún mejor a partir de la Revolución Bolchevique de 1917, que le otorgó la independencia que nunca tuvo hasta entonces.

Tras un período de hostilidades durante la entreguerra y la Segunda Guerra Mundial, Finlandia se entregó a una neutralidad que le permitió erigirse en un socio comercial privilegiado de la URSS, siempre necesitada de los productos de calidad occidental que le ofrecía su vecino del Báltico.

Un acuerdo de Amistad y Cooperación soviético-finlandés de 1948 fijaba el estatus de neutralidad política y militar de Finlandia, y esa condición la convirtió en una plaza perfecta para hacer de puente entre Rusia y Occidente, papel que vuelve a asumir en estos tiempos en los que los vientos de Guerra Fría soplan como nunca desde la caída de la Unión Soviética.

Cuando Putin y Trump se vean en la antigua residencial imperial rusa de Helsinki, habrán transcurrido ocho años desde el último cara a cara en toda regla entre los líderes de las dos potencias.

Los expresidentes Barack Obama y Dmitri Medvédev se reunieron entonces en Washington, cuando corrían tiempos optimistas para las relaciones entre los dos países -durante una breve etapa que se conoció por el término informático "reset" (reinicio)- y no era necesario buscar territorio neutral para el encuentro.

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