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Más Allá de las Palabras / NUESTROS QUERIDOS ÁNGELES

Jacobo Zarzar Gidi

El libro de Tobías que aparece en el Antiguo Testamento, fue escrito hacia el año 200 antes de Jesucristo, en idioma arameo, en la antigua Palestina. Es una historia de familia, es una narración edificante, en la que cobran notable relieve los deberes para con los muertos y el consejo de dar limosna. El sentimiento familiar se expresa con emoción y encanto y desarrolla unas ideas bastante adelantadas acerca del matrimonio, que preludian el actual concepto cristiano. Recordemos que Tobías fue enviado por su padre a una región distante que se encontraba en Ragués de Media, para recoger diez talentos de plata que veinte años atrás había dejado en depósito a Gabael. La madre de Tobías estaba preocupada por ese viaje tan largo que tendría que recorrer su hijo, así que éste salió -a petición de su padre- a buscar un guía, que de inmediato encontró y cuyo nombre era Rafael. La Biblia dice que Rafael era un ángel, pero ni siquiera Tobías, y mucho menos su familia lo sabían. Este personaje celestial, cuyo nombre significa ?Medicina de Dios?, no sólo protegió a Tobías de los peligros del camino y le ayudó a cobrar la deuda de su padre, sino que también le encontró una buena esposa. Después de la boda, Tobías y su mujer Sarra, regresaron a la casa paterna acompañados por el ángel Rafael, y es en esos momentos cuando éste -en nombre del Señor- obra el milagro de dar nuevamente la vista al padre de Tobías que por años había permanecido completamente ciego por unas gruesas cataratas que en ese entonces eran imposibles de curar. Le untó los ojos con la hiel de un pez y de inmediato se le cayeron las manchas blancas que impedían la entrada de la luz. Acabados los días en los cuales se festejó la boda, llamó Tobit a su hijo Tobías y le dijo: ?Hijo, ya es tiempo de pagar el salario al hombre que te acompañó. Y le añadirás un sobresueldo. A lo que respondió Tobías: ?Padre, ¿qué salario puedo darle a una persona que me ha guiado a la perfección, ha cuidado de mi mujer, me ha traído el dinero que te debían, y te ha curado a ti? Al escuchar esas palabras, el padre le dijo: ?Hijo, bien merece que tome la mitad del dinero que después de tanto tiempo me recuperó?. Llamó pues Tobías a Rafael y le dijo: ?Toma como salario la mitad de cuanto trajiste y vete en paz?. Al ver aquello, Rafael llevó aparte a los dos y les dijo: ?Bendecid a Dios y proclamad ante todos los vivientes los bienes que os ha concedido para bendecir y cantar su nombre. Manifestad a todos los hombres las acciones de Dios, dignas de honra, y no seáis remisos en confesarle. Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada a la gloria del Señor?. Se turbaron ambos y cayeron sobre sus rostros, llenos de terror. Él les dijo: ?No temáis. La paz sea con vosotros. Bendecid a Dios por siempre. Si he estado con vosotros no ha sido por pura benevolencia mía hacia vosotros, sino por voluntad de Dios. Cuando tú y Sarra hacíais oración, era yo el que presentaba y leía ante la Gloria del Señor el memorial de vuestras peticiones. Y lo mismo hacía cuando enterrabas a los muertos. Os ha parecido que yo comía, pero sólo era en apariencia. Mirad, yo subo ahora al que me ha enviado. Poned por escrito todo cuanto os ha sucedido?. Y se elevó. Ellos se levantaron pero ya no le vieron más. Alabaron a Dios y entonaron himnos, dándole gracias por aquella gran maravilla de habérseles aparecido un ángel del Señor.

La verdad es que Dios pone muchos ángeles en nuestro camino, pero a menudo no los conocemos. De hecho, podemos ir por la vida sin saber jamás que hay mensajeros del Señor para guiarnos hacia la virtud o para alejarnos del vicio. Ellos simbolizan esa constante y benigna intervención de Dios en la historia humana, que nos detiene en el camino hacia la destrucción o nos conduce a la felicidad. La dirección de Dios en nuestras vidas está tan oculta, que la mayoría de nosotros no tiene conciencia de cómo el prójimo, en determinados momentos, se transforma en ángel para salvarnos.

Monseñor Fulton J. Sheen (1895-1979) que fue obispo de Newport, director de la Sociedad Misionera Mundial para la Propagación de la Fe, primer orador regular del programa de radio de la NBC los domingos, pionero en la televisión cuando el medio estaba ganando popularidad y uno de los prelados más ampliamente aclamado y querido del siglo pasado, relata, que cuando era aún estudiante, al terminar las clases, presentó un examen para obtener una beca nacional de varios miles de dólares. Estaba ansioso por completar su educación con un doctorado, pero al mismo tiempo, quería ser sacerdote. Aceptar la beca de la universidad hubiera implicado posponer su vocación de sacerdote y tal vez, ponerla en peligro. Durante las vacaciones de verano, tras la graduación del colegio, visitó a su profesor de filosofía y le contó con gran alegría que había ganado la beca universitaria. El profesor lo tomó de los hombros y le dijo: ?Ve al seminario ahora y empieza a estudiar para sacerdote. Renuncia a la beca?. El joven estudiante protestó porque le había costado mucho trabajo ganar el premio y dijo: ?¿Por qué no puedo trabajar ahora para mi doctorado y después ir al seminario? A lo que el profesor de filosofía le contestó: ?Si haces el sacrificio ahora, te prometo que después de que te ordenes como sacerdote, recibirás una educación universitaria mejor que ésa?. Tomando en cuenta el consejo, Fulton J. Sheen renunció a la beca y después de ordenarse como sacerdote estuvo casi cinco años estudiando en grandes universidades de Europa. El profesor fue su ángel, y siempre lo reconoció así.

El doctor Paul Tournier, uno de los más grandes psiquiatras modernos, cuenta que durante años su vida fue vacía y confusa, y que nunca confió mucho en la guía de Dios. Luego, tanto él como su esposa se entregaron a la Providencia Divina -que es el cuidado amoroso que tiene Dios para con todas sus criaturas- y fueron muy felices. Como dice en uno de sus libros: ?-Dios nos lleva paso a paso, evento a evento. Sólo después, cuando repasamos el camino que hemos seguido y reconsideramos ciertos momentos importantes de nuestra vida a la luz de lo posterior, o cuando investigamos todo el progreso de nuestra existencia, experimentamos la sensación de haber sido llevados sin saberlo hacia un camino correcto, al cual Dios nos ha conducido en forma por demás misteriosa. Tal vez ni siquiera teníamos idea de lo que en esos momentos estaba ocurriendo, pero nos abrió un horizonte inesperado.

Francis Thompson, hablando de la universalidad de ese tipo de ángel, dijo: ?Basta remover una sola piedra, y asomará un ala. Los ángeles buenos están en todas partes, sólo que no lo sabemos reconocer. Pero la tragedia es que a veces nos topamos con ángeles malos, con seres malignos que nos empujan al vicio y nos alejan de Dios. El mundo es un campo de batalla en el cual se enfrentan a diario los ángeles buenos y los malos. A pesar de todo, no olvidemos, que la Divinidad se encuentra siempre en donde menos esperamos hallarla?.

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