En días pasados, platicando con un padre de familia a cuya hija le realizaría yo un estudio de Orientación Vocacional, me preguntaba: ¿Cuándo debería ser eso del estudio de Orientación Vocacional?
Bueno, técnicamente, cuando un joven egresa de la secundaria se le debe orientar sobre el área a donde debe dirigir sus atenciones de estudio, es decir, si preocuparse y poner más interés por las materias de ciencias naturales o las de tipo social y ya en preparatoria elegir su carrera de acuerdo al área donde profundizó y reforzó sus conocimientos.
Al egresar de preparatoria se debe realizar para ubicar correctamente la carrera y no enfrentar con desatinos que tienen costos muy altos, y no sólo en lo económico, sino también en lo emocional y en tiempo, que estos últimos son muy difíciles de superar en muchos casos.
Me comentaba también este padre de familia: ¿Por qué es que los jóvenes de hoy están tan desorientados?
Para mí es un fenómeno de nuestro mundo actual, de cuando nuestros padres estudiaron las opciones de estudio, es decir, las carreras, se concretaban a unas cuantas, contaduría, medicina, leyes, ingeniería (en pocas especialidades), etc. Sin embargo en la actualidad en México las opciones de carreras se diversifican en más de 500, en La Laguna son más de 100.
Sin embargo, esa misma pregunta, me la realicé yo mismo en fechas pasadas con diferente enfoque: ¿Cuál es el común denominador de los jóvenes que acuden conmigo a que les realice el estudio de Orientación Vocacional?
Me puse a revisar los muchos expedientes de todos los jóvenes a los que les he practicado el estudio de Orientación Vocacional y me encontré con muchas situaciones muy diferentes. Familias desintegradas, padres exitosos en lo profesional como en lo económico, problemas en el desarrollo, en fin de todo encontré.
Pero teniendo en cuenta que cuando llegan conmigo es porque no se ubican en su carrera ni universidad, incluso después de haber tenido asesoría de la escuela preparatoria donde estudian, sólo encontré un factor común: ninguno de los jóvenes que he apoyado profesionalmente tiene el hábito de lectura.
Cuando les pregunté, con el fin de conocer sus hábitos de estudio: ¿Cuál es el último libro que has leído que no te hayan encargado en la escuela? Después de pensar por varios minutos (muchos) sale a resaltar títulos de novelas clásicas o muy comerciales. A lo cual aclaro: Pero ése te lo encargaron en la escuela. Y la respuesta es afirmativa.
Los hemos y nos hemos dejado bañar por la tecnología. Con las cosas rápidas, con el microondas, la televisión y la computadora (esto incluye Internet). En días pasados le pedí a un alumno que me investigara un tema y me entregó al otro días dos hojas con lo consultado, cuando me di cuenta al recibirlo de que lo había ?bajado? de Internet le pedí que me lo explicara sólo me peló los ojos... había realizado la consulta, pero no había sido capaz de leer dos hojas de lo que consultó.
¿Dónde inicia este problema? En una ocasión le comentaba a un maestro de primaria, después de que me di cuenta del problema que es no lea un estudiante, que porque no les encargaba lecturas extra de cuentos, y me respondió con aires de incapacidad, fíjese usted, si las lecciones del libro no las leen, pa?qué les encargo eso.
Me he encontrado con muchos maestros universitarios, que ellos mismos les piden a sus alumnos que no compren un libro para su materia y sólo le saquen copias a unas hojas de un libro (a veces, ni siquiera a todo el capítulo) y ese mismo maestro se queja de que sus alumnos no leen. En una reciente encuesta que realicé entre egresados de diferentes carreras salió a relucir que casi todos, durante el transcurso de su carrera, habían adquirido solamente un libro, y eso el de inglés porque se los exigieron.
Me encontré en la librería en una ocasión a una mamá le decía a su hijo que le pedía le comprara una novela: para qué quieres que te lo compre, si no lo lees. ¿Si no lo tiene, lo podrá leer acaso? Me pregunté yo.
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