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Subrayado

A mi mano derecha

Es ahora el tiempo de cobardes voyeurismos a través de redes sociales. Y, a la vez, corren los años de exhibicionistas. Dobles vidas son diseminadas por sus protagónicos. Baños de omnipotencia. Lustres de sabihondez. El autoaplauso. Yo, primero; yo, después; yo, siempre yo. Magnánimo egoísmo que elimina el apoyo de otros, en su momento fundamentales para consolar, aplaudir, otorgar, defender. Cuánta lógica habría, entonces, en usar la palabra para señalar lo justo y ponderar créditos. Pero no es con la develación, sino con la comprensión de los porqués del malagradecido como el espíritu puede evolucionar.

Sin embargo, en lo social y en lo individual, la comunicación "feisbukera" es un acicate hipnótico que invita al ojo por ojo. Al desquite público. Porque, ¿cómo no responder ante una injuria? ¿Quién tiene la fuerza ante la inmediata tentación del desquite?

Es de verdaderos grandes controlar el deseo de golpear por escrito cuando en pantalla aparece una convenenciera historia, parcializada, encubierta con una pesada máscara de hipocresía. Qué difícil controlar la cólera. Es la indignación mecha primera rumbo al incendio verbal del otro y sus sistemáticas falacias.

Tomar inteligente distancia de lo que desfila en las redes sociales. Es ahí donde queda marcada la diferencia. Antes de redactar el terreno rumbo al horrendo e innecesario, calvario, la posibilidad de un diálogo interior es blindaje ante la visceralidad que lleva a escribir locuras cuando la ira entinta la razón.

Aquí, un ejemplo válido. De libre uso, de libertad firmada. Hace días lo escribí. Hace meses lo gesté. Hace años lo amasé. Hoy queda a disposición:

"Que no cedas, mano derecha, a la necia tentación de escribir con la misma ingratitud de otras diestras redactoras.

Que tu palma, mano derecha, acurruque su cóncava prudencia para expresar las bondades hasta de las más perversas palabras ajenas.

Que sude un caudal de lágrimas tu línea del tiempo, mano derecha, para que diluya del papel esos verbos ácidos, esos irónicos predicados, esos adjetivos hipócritas recién plasmados por tu tacto rabioso: desiste de ser espejo de lo que huellas dactilares vecinas enviaron a las tuyas con artera dedicatoria.

Que la tinta de tu pluma predilecta, mano derecha, sea límpida. Negra, azul, blanca, verde, roja, pero siempre con la luz del alma del majestuoso árbol que hoy te dice, convertido en página, 'haz de tu abecedario una fiesta de amor inteligente'.

Mano derecha, mano maestra, mano magistral; mano frágil, mano temblorosa, mano errante: escribe oraciones que oren por quien maldice. Articula la paz en cada artículo. Estampa admiraciones admirables. Ve derecha, erguida, recta. Con humildad encuéntrate en otra mano, la siniestra. Y agradécele. Y perdónate. Y aplaude el valor de poder reescribir, unidas, la más bella versión de tus capítulos".

@RenataChapa

[email protected]

  Por: Renata Chapa

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