Columnas Social

Morir para vivir/IIi

DR. LEONEL RODRÍGUEZ R.

(Primera parte)

Segundo caso. Jueves 10 de diciembre del 2015. "YA ME PUEDO RASURAR". Al despertar de la operación, Gabriel había olvidado lo que pesan unos brazos; ahora lo que más disfruta es abrazar a su esposa y jugar de portero.

El 18 de mayo del 2012 se realizó el primer trasplante de brazos en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas "Salvador Zubirán" y estuvo a cargo del doctor Martín Iglesias, Jefe de Cirugía Plástica del instituto; duró 19 horas y participaron 18 especialistas más personal de enfermería.

Gabriel Granados Vergara fue el protagonista de este primer trasplante de brazos en América Latina y se trata de un adulto, actualmente de 58 años de edad, originario del estado de Michoacán, quien el 4 de enero del 2011, un accidente eléctrico le ocasionó quemaduras en sus extremidades superiores que lo llevaron a que se le amputaran ambos miembros superiores.

El hecho de no tener brazos no fue un impedimento para que Gabriel estudiara Derecho en la UNAM y esté por concluir su tésis de licenciatura: "Los dilemas de trasplantes de cara y brazos en México", que tiene como fin agilizar la legislación e identificación de las nuevas huellas dactilares de las personas que se encuentran en la misma situación que él.

"Sólo requiero mi título y cédula para empezar a dedicarme a las leyes; si la recuperación no la tengo, comentó en una entrevista en diciembre del 2015, no importa, porque sé que yo ya puedo ir al juzgado a pedir expedientes. Ya hago dictámenes".

Al despertar de la operación aquel 18 de mayo del 2012, había olvidado lo que pesaban unos brazos y su recuerdo más grato son las palabras de su hijo que le dice: “Papá, ya son tus brazos”. A partir de ahí, Gabriel no se volvió a referir a sus miembros como trasplantes, sino como sus brazos”. “Desde un principio, entendí que eran mis manos, cuando las vi por primera vez pensé que eran chiquitas y las mías eran grandotas, pero después, a los que me preguntaban, les decía que eran mías, que las quería mucho, las cuidaba y las besaba”. Su rehabilitación consta, aún hasta la fecha, de ir dos horas por la mañana, de lunes a viernes, al instituto, y aunque acepta que todo se ha vuelto rutinario, está consciente de que es algo que tiene qué hacer para que su cuerpo no rechace los brazos que por tanto tiempo esperó. Con un 70% de movilidad recuperada, Gabriel realiza actividades completamente solo, como bañarse, vestirse y trapear. “La mano derecha es la que más trabajo me cuesta, porque cuando me operaron una de mis venas quedó aplastada y dejó de conducir sangre adecuadamente, por lo tanto, tuvieron que reconectar una que se extrajo de mi pierna”. Gabriel nunca se ha sentido discriminado ni alejado de una sociedad a veces cruel e irrespetuosa con las personas con discapacidad. ”La verdad al principio si salía cohibido, pero siempre enfrento las cosas. Viví momentos tristes porque no tenemos cultura para apoyar a personas que están en estado diferente al de uno. Lo fino aún no lo puedo hacer, como prender la estufa, lo que más me pesa es llegar a la casa y no poder abrir la puerta, la llave la meto, pero no puedo darle vuelta”. Sus próximos retos son volver a manejar un carro y cocinar un platillo sin ayuda. “Nunca he dejado de ser el mismo Gabriel, la gente me dice que sigo siendo sencillo, tranquilo, que sigo luchando porque esto ha sido una lucha, seguir el tratamiento y rehabilitación. He cambiado en que siento más seguridad en mí mismo”.

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