Reportajes

Nuestra identidad · Torreón ayer y hoy

EL SIGLO DE TORREÓN

Primer lugar

El polizón

Cap. Silvio Berrón Marín

Hay noticias y momentos en la vida que, como hierro al rojo vivo, nos marcan para siempre; y por siempre, recordaremos exactamente lo que estábamos haciendo en el momento mismo de enterarnos.

La ciudad de Torreón, Perla de La Laguna, se despertó la mañana del 11 de octubre de 1950 con la increíble y sensacional noticia, publicada en la primera página del periódico ?El Siglo de Torreón?, de que había sido, sin proponérselo, el escenario de una hazaña increíble y audaz, de resonancia mundial, que no tenía paralelo en la historia de la aviación comercial.

Y no era para menos. Un jovencito de 17 años, campesino, hijo de ejidatarios, que soñaba con llegar a ser algún día piloto aviador, se había trepado a la cola de un avión DOUGLAS DC-3 (la maravilla de aquel tiempo) perteneciente a LAMSA (Líneas Aéreas Mexicanas, S.A.) se había trepado, decíamos, en el momento mismo del despegue, a la cola del avión, causando serios problemas en el vuelo.

Diez minutos después del despegue, el comandante de la aeronave, muy preocupado, se dirige al primer oficial: ?Capitán, sucede algo extraño que no me permite estabilizar el avión, siento dureza en los palonier (libre juego de los pedales) y está pesado de cola como si trajéramos algún peso extra en el empenaje (cola del avión) y hay momentos en que el timón de profundidad se atora. No me gusta nada esto. Llame a un sobrecargo para que informe a los pasajeros que regresamos a Torreón debido a un pequeño desperfecto mecánico e informe a Torre Torreón decisión tomada?.

Un segundo después, micrófono en mano, el primer oficial cumplía la orden:

-Torre Torreón aquí vuelo dos cero seis, adelante.

-Vuelo dos cero seis lo escuchamos, adelante.

-Informamos cancelación del vuelo dos cero seis por emergencia; nuestra posición es Sierra Eco 50 millas de su Estación. Estamos a 15 minutos regreso. Solicitamos instrucciones para aterrizaje inmediato. Cambio.

-Enterada Torre Torreón. Proceda inmediatamente a pista tres cero, viento calma, altímetro 30.25 reporte si termina emergencia en vuelo y también al aterrizar. Cambio.

Cuando, por fin, se escuchó en el altavoz que el avión había aterrizado sin novedad y ya venía carreteando escoltado por patrullas y carros de bomberos, todos los ahí presentes lanzaron gritos de júbilo y prorrumpieron en un espontáneo y estruendoso aplauso.

Minutos más tarde una escolta formada por unos 10 policías, entró ruidosamente al amplio salón de espera. Traían a rastras a un joven desnudo, cuya única vestimenta consistía en una gorra de piel color café con su barbuquejo bien ajustado y unos goggles de piloto, y que, muy asustado, clamaba casi llorando: ?No, si yo nomás quero ser aviador y por eso me trepé a la cola del avión. Yo quero ir a la capital, dicen que aitá la escuela pa?aviadores. Por eso me compré este equipo ?y agarrándose la gorra y los goggles continuó llorando-... que es todo lo que me queda?.

Ya cubierto con una cobija que alguien le proporcionó, Cliserio Reyes (que así se llamaba nuestro héroe, aprendiz de polizón) temblaba de frío bajo esa manta que ocultaba su desnudez y las huellas de múltiples verdugones ocasionados por los jirones de sus ropas al ser violentamente arrancadas por el viento y por el torbellino de las hélices de la aeronave.

Cliserio Reyes fue llevado a los separos de la Prisión Municipal a esperar el castigo correspondiente por atentar contra las vías de comunicación y de haber puesto en peligro la vida de pasajeros y tripulantes de la aeronave.

Sin embargo, el impacto mundial de tan extraordinaria e increíble aventura causó tal revuelo que, literalmente, llovieron miles de cartas y mensajes pidiendo el perdón para Cliserio Reyes. Fue tal el clamor, que la empresa aérea LAMSA retiró los cargos y decidió, Motu Proprio, costear todos los estudios hasta hacer realidad los sueños de Cliserio Reyes.

Durante el lapso que duraron los múltiples exámenes físicos que se les hicieron a todos los aspirantes, Cliserio permaneció tranquilo; confiaba en su fortaleza de campesino.

Sin embargo, y por verdadera mala suerte, Cliserio ignoraba que tenía un defecto congénito de la vista que le impedía poseer el sentido de profundidad, requisito indispensable para todos los aspirantes a la carrera de piloto aviador.

Cuando supo del inapelable y cruel veredicto, Cliserio sintió que se le aflojaron las piernas; tuvo que contenerse, con todas las fuerzas de su férrea voluntad, para no lanzar un grito salvaje de protesta. No quería aceptar su derrota estando a un paso del triunfo. Ni comprendía por qué el destino le hacía esta mala jugada. Le dolía en el alma contemplar impotente, cómo, el edificio de sus sueños, que él había construido en sus noches de vigilia y ensoñación, se derrumbaba a sus pies sin poder hacer nada y dejándolo a él huérfano; con orfandad de vida, de esperanzas, de ilusiones.

Acongojado y triste Cliserio no sabía qué hacer. Creyó oír, de repente, como en sueños, una voz agradable y afectuosa: ?No te desanimes Cliserio, que no todo está perdido ?díjole así el director de la Escuela de Aviación- si tu vida es andar entre aviones, te ofrezco otra opción: ingresar a los cursos de mecánica de aviación. Este curso dura 2 años; de ahí saldrás con tu título de Mecánico de Aviación; podrás rehacer tu vida, casarte y dedicarte a cuidar a tus hijos y a tus queridos aviones... ¿qué dices??.

A pesar de la confusión y el desaliento que lo invadían, Cliserio no lo pensó dos veces. Con los ojos húmedos por la emoción y sintiendo un nudo en la garganta, y sin poder hablar, inclinó la cabeza en señal afirmativa y deseando demostrar su agradecimiento, impulsivamente se inclinó, depositando un ósculo en la mano del director que, tomado por sorpresa, y no sabiendo qué hacer, le tendió los brazos, donde, instintivamente, se refugió Cliserio, confundiéndose ambos en un emotivo, cordial y afectuoso abrazo.

Fin

Segundo lugar

Alas en Torreón: Entre el delirio cinematográfico y el desconcierto colectivo

Guillermo Garibay Franco

Con la efervescencia revolucionaria disuelta años atrás y poco más de dos décadas de haber asumido el rango de ciudad, Torreón presentaba en 1929 un semblante fecundo y pacífico. El anhelo de progreso era la consigna de aquellos pobladores que ganaban paso al tiempo, asegurando los cimientos del promisorio porvenir lagunero.

El avance de Torreón era notorio en sus distintos ámbitos: en proyectos de embellecimiento, pavimentación y alumbrado de la ciudad, en las gestiones a favor del puente Nazas y en la construcción del eminente Teatro Isauro Martínez, principalmente, así como en el trabajo continuo en los campos agrícolas, comercios y en las nacientes industrias.

Los vínculos sociales no sólo eran palpables en los escenarios de trabajo y organización comunitaria, sino también en aquéllos de esparcimiento de la joven población, donde las corridas de toros, los partidos de béisbol, las peleas de box, el circo, los espectáculos teatrales y los bailes de resistencia eran algunas de las distracciones más esperadas y disfrutadas. A diferencia de éstos, el cinematógrafo había asumido ya una posición preferente en su condición cotidiana, que en la incesante fascinación por las entonces películas mudas encontraban los espectadores torreonenses una ventana a relatos, donde personajes y lugares inimaginables se imprimían en su memoria e irrumpían en la forma de percibir y entender la realidad, de relacionarse con los demás, hablar, vestirse, peinarse, bailar, fumar, reír, etc.

Así como hoy, el cine traspasaba en sus alcances los muros de las salas cinematográficas y deambulaba en el vaivén popular, aquellos años eran también de carteleras y marquesinas dominadas por títulos estadounidenses, las estrellas de Hollywood eran residentes del imaginario de los torreonenses, los diarios locales publicaban entre sus notas de sociales apuntes sobre la farándula nacional e importada, así como reseñas de las películas más gustadas por el público lagunero.

El 5 de febrero de 1929 se anunció en El Siglo de Torreón el estreno de la cinta norteamericana Alas (Wings, 1927) en el Teatro Princesa, la cual era descrita como ?La magna epopeya del espacio (que) acelera el pulso e inflama la mente?, ?la imponente superfilm, imposible de superar?, ?un canto a los héroes del aire y en la que personifican sus principales personajes los eminentes y popularísimos artistas de renombre universal Charles Roger, Clara Bow y Richard Arlen?, se subrayaba también el que jamás se habían llevado a la pantalla escenas tan intensamente dramáticas como las que se desarrollan en las nubes a centenares de metros sobre la Tierra. Alas era una super producción que pocos debían dejar pasar desapercibida y fue así como el sábado 9 del mismo mes, después de amplios preámbulos a su favor, es estrenada con gran asistencia del público torreonense, que fue testigo de prodigiosas secuencias de combates aéreos difícilmente imaginadas por los habitantes de Torreón, que en esos días, después de la infortunada muerte de una mujer a causa de meningitis, afrontaban la amenaza de más brotes epidémicos y la necesidad de establecer medidas cuarentenales.

Al tiempo, que la noticia publicada por los diarios locales del 4 de marzo de 1929 sobre la declaratoria de guerra contra el gobierno federal por el Gral. José Gonzalo Escobar, significaba una inminente vuelta de tuerca en la dinámica citadina. Dicho levantamiento era respaldado por otros militares en diversos Estados de la República, cuyo epicentro quedó evidentemente ubicado en Torreón, donde por varios años Escobar había sido jefe de operaciones de la plaza militar y contaba con el respeto y aprecio de gran parte de los sectores de la población.

No se hicieron esperar las especulaciones entre los habitantes de Torreón sobre la supuesta rebelión contra el gobierno de Obregón, cuyas primeras señas se dejan ver a partir del regreso de Escobar de Monterrey, donde había forzado a algunos banqueros a otorgarle cuantiosos ?préstamos? para la causa. El 12 de marzo se llevó a cabo una manifestación en la Plaza de Armas, en la que ya se veían contingentes provenientes de Chihuahua, Durango y Zacatecas dispuestos a apoyar la llamada ?escobariada?.

La vida de los torreonenses no había sido trastocada por la dichosa polvareda revolucionaria, las labores y devaneos cotidianos mantenían ocupados a los habitantes, entre ellos don Aureliano L. Rodríguez Tamez, entonces presidente municipal, quien durante una función de cine en el Princesa fue abruptamente desalojado y detenido por un grupo de soldados escobaristas por negarse a apoyar el movimiento. Pronto fueron reemplazados de sus cargos las autoridades municipales de Torreón por aquéllos que a juicio de Escobar no obstaculizaran su cometido. Fueron saqueados algunos bancos de la región. Las notas publicadas en El Siglo de Torreón sobre el asunto fueron manipuladas por los militares escobaristas que controlaron estratégicamente aquellos medios informativos, tratando de evitar sobresaltos entre la población.

Sin embargo, poco tiempo pudo mantenerse aquel estado de calma, el 15 de marzo por la mañana Torreón fue atacado desde los aires por un aeroplano de la Fuerza Aérea Mexicana, enviado con la intención de amedrentar a los escobaristas. Después de sobrevolar insistentemente, el piloto liberó ráfagas de metralleta y dejó caer bombas del avión sobre el tren y los cuarteles de Gonzalo Escobar frente a la estación del ferrocarril, con tan mal tino que ocasionó también averías en las calles y alboroto en la población, la cual se mostró pasmada ante aquel espectáculo aéreo. Muchos se quedaban estupefactos viendo las maniobras del aeroplano, que poco después se hizo acompañar por otro de las fuerzas rebeldes ?en respuesta a tales ataques- que surcaba paralelamente el cielo, otros seguían de cerca con catalejos desde posiciones más seguras aquel despliegue aéreo, mientras que muchos más corrían en busca de refugios, los niños se metían debajo de las camas, las puertas de las casas eran cerradas en franca seña de temor ante aquel combate en los aires.

Una mezcla de temor y curiosidad invadió aquel día Torreón, que sin necesidad de mayor contrariedad fue testigo por la noche de las gigantescas e incontrolables llamas y humaredas que salían del Mercado Juárez, el cual al parecer había sido incendiado por la tropa escobarista y que al poco tiempo fue consumido y reducido a cenizas.

Durante los dos siguientes días el cielo torreonense fue nuevamente escenario de la intrusión militar, pero con un aeroplano más el día 16 y tres el 17, con los que la Fuerza Aérea Mexicana abrigaba el desquite militar contra las fuerzas rebeldes, cuyas descargas de metralleta y bombardeos alcanzaron a la población civil, dejando a su paso varios lesionados y dos muertos en los incidentes más bruscos suscitados en la Plaza de Armas y cerca del Teatro Herrera.

Aquel mismo día, en la opacidad de la noche las tropas escobaristas abandonaron sigilosamente la plaza militar de Torreón y huyeron hacia Chihuahua, evitando con ello mayores represalias de parte del gobierno federal.

El 18 de marzo se difundió prontamente la noticia de la retirada escobarista a través de las líneas de El Siglo de Torreón. Las autoridades se reincorporaron en sus cargos, los servicios municipales fueron reorganizados y la población presenciaba nuevamente un panorama alentador y sereno. Tiempo después se supo que las fuerzas escobaristas habían sido interceptadas cerca de Jiménez, Chihuahua, desarticulándose la revuelta con la huida de Escobar presumiblemente a Canadá.

Aquel abrupto episodio se mantuvo por mucho tiempo como tema central de los torreonenses, que en él daban cuenta del primer ataque aéreo en la historia militar del país, hecho que era anteriormente conocido sólo a través del medio cinematográfico, en la película Alas, en cuyas imágenes la trama del ataque aéreo a Torreón encontró emulación, despertó mayor excitación y sirvió como excepcional telón de fondo para los habitantes de aquel Torreón.

Tercer lugar

Oro blanco

Guillermina G. de Gireud

Dedico este sencillo homenaje, a mi QUERIDA CIUDAD DE TORREÓN, en el 95 aniversario de su fundación, y a todos los que han cosechado o han tenido que ver con el cultivo del algodonero.

Hace muchos años, (todavía no se transmitían juegos de ningún deporte por televisión), cuando me encontraba escuchando por la radio, a un locutor de la Cd. de México, narrando un juego de beisbol, entre el equipo de los Diablos Rojos de la Capital, y el equipo de los Algodoneros del Unión Laguna. Quedé asombrada, al escuchar al comentarista decir: ¡Qué nombre tan raro, Algodoneros, me suena a hospital, a sangre, a alcohol!

Lo primero que me vino a la mente fue ¡pobre hombre, no sabe lo que dice!, pero luego reaccioné, y me dije, bueno él está haciendo su trabajo, es su opinión, porque él no nació en una zona algodonera.

Recordé lo que vi desde niña, en los campos laguneros y que lo que más me ha impresionado siempre, es la semilla del algodón. Me podrán explicar los que saben, los que han estudiado y hasta los científicos, los componentes de una semilla oleaginosa como produce una fibra, pero para mí es un milagro de la naturaleza, un milagro de Dios.

En aquellos años, el que tenía dinero, sembraba por su cuenta, pero eran pocos, porque es un cultivo muy caro, y los demás agricultores y ejidatarios, tramitaban créditos al Banrural o al Banco Agrícola, o a las Algodoneras que daban préstamos como avío, garantizando éste con el producto. Y comenzaba lo que trataré de narrar sin ser una erudita, lo más extractado posible.

Se comenzaba por el barbecho, rastreo, preparación de tierras, riego de aniego, siembra de semilla, fertilizante, 10 ó 12 días después la planta tiene 3 hojitas, sigue el control de plagas, cultivo con tractor, desyerbe con gente con azadón, miedo tremendo a un temporal o al granizo, porque daña muchísimo la cosecha, sigue el control de plagas, producción de bellota, cosecha, la pizca, por hombres, mujeres y hasta niños, todo bajo un sol abrasador y altos grados de calor a la intemperie. Segunda pizca, por último la pepena, desvare, junta y quema.

Flete y acarreo al despepite que trabaja toda la temporada día y noche. Revisión por los clasificadores de algodón para sacar la calidad, el tamaño y la fuerza de la fibra, ahí se separa la semilla y por último elaboración de pacas.

Este proceso del cultivo del algodonero es arduo y se lleva varios meses.

No existe ningún hospital, sanatorios, dispensarios, clínicas delegaciones de la Cruz Roja, en todo el mundo que no se use el algodón, aún en los hogares más humildes, hay por lo menos, un paquetito de algodón.

Las zonas algodoneras en la República Mexicana son: Cd. Juárez y parte del Edo. de Chihuahua, Apatzingán, Mich., la Comarca Lagunera de Coahuila y Dgo., Tamaulipas, Chiapas y Baja California Norte. Entre los productores de algodón, ha habido muchos de la Comarca Lagunera así como españoles.

¿De cuál de estas zonas algodoneras estaría usando su ropa el locutor ya mencionado? Las sábanas, la piyama, los calcetines, la toalla, su ropa interior, la inigualable mezclilla, los pañales de sus hijos y cientos más de prendas que están elaboradas con algodón.

Este producto se exportaba en aquellos años a Japón y otros países y se consumía en las principales Cías. hilanderas que había en el país, y se trataba de vender al mejor precio, a veces fijado por el gobierno o según las calidades del mismo.

Por eso siempre siento gran emoción cada vez que veo un camión o un trailer, cargado con pacas de algodón, porque yo sé, lo que está detrás de cada paca.

¡ES PURO ORO BLANCO!

¡FELICIDADES TORREÓN!

¡FELICIDADES ALGODONEROS!

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