Temprano en la mañana del domingo llego por carretera a Monterrey. A la entrada, sobre un predio baldío, veo un hermoso halcón papalotero suspendido del aire en el acecho de su presa.
Por la tarde, cercana ya la noche, regreso a mi ciudad. En la avenida San Pedro veo una bandada de loros que parlotean en los árboles.
Hace unos días, yendo en mi coche por una colonia que se halla a espaldas del Cerro de la Silla, miré un coyote que campeaba tranquilo por las calles sin hacer caso de los frenéticos ladridos de los perros en las casas.
Hay voces pesimistas que afirman que estamos destruyendo la naturaleza.
Yo, sin menospreciar esa advertencia, digo que la naturaleza es la vida, y que a la vida nadie la puede destruir.
¡Hasta mañana!...