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La ley de juegos y sorteos

Gilberto Serna

Uno quisiera pensar que quienes están a favor de que haya apertura de casas de juego en nuestro país en realidad están inspirados por el amor que les despierta su patria, pensando con honestidad que se fomentará el turismo convirtiéndose en una de las principales fuente de divisas en nuestro país. Es obvio que sus esfuerzos no son por que vayan a resultar beneficiados con las ganancias que produzca la prostitución y la distribución de narcóticos o porque son simples mandaderos de los “gangs” internacionales para hablar bien de un negocio que deja millonarios ingresos. Digamos que se quieren aprovechar de que el hombre es un conjunto de células diseñadas para gozar con el sufrimiento que provoca la eventualidad de ganar o perder en una partida de póquer

Es cierto: dentro de las emociones que pueden emanar de una rueda girando vertiginosamente, con una canica moviéndose en sentido contrario, la posibilidad para que un incauto se lleve un premio a su casa es tan ínfimo, que quienes se encargan de nivelar la ruleta,- para que pare donde no le cause daño a sus dueños,- ríen a carcajadas. Es posible que los casinos no fueran tan mal vistos si no fuera por que hay la posibilidad máxima de que se trate de un fraude ligado al crimen organizado, con dados cargados y naipes marcados. En México se ha vuelto una tradición que en las ferias se autoricen las carreras de caballos y las peleas de gallos, así como en ciertos casos el juego a la ruleta.

Uno de los alegatos en favor es que actualmente, de manera clandestina, hay desplumaderos a los que acuden los adoradores de Birján. Lo único que se haría, dicen, sería legalizar lo que actualmente funciona sin ningún control. Por lo que ve, a la trata de blancas, la agresión a las buenas costumbres y la venta de drogas indican que son una lacerante realidad en la que los casinos carecen de culpa alguna. Más aun, aducen, los problemas de México se solucionarían por la afluencia de dineros del exterior. Pienso que estamos en problemas, ni duda cabe, pero el dar rienda suelta a estos tugurios, especialmente en una época en que hay una brutal desigualdad económica en los estratos sociales, no es recomendable. No ignoremos que hay fuertes presiones para que el gobierno mexicano ceda, a lo que no son ajenos los dueños de casinos de la Vegas, modificando la Ley de Juegos y Sorteos.

Estamos enterados de que muchos de los “ricos de huarache” entretienen sus ocios con frecuentes viajes a ese paraíso del juego, perdiendo en el tapete verde fortunas que pudieran haber remediado el hambre en muchos hogares mexicanos. (Esto nos trae a la memoria al asquerosamente espléndido Salvador Barragán Camacho, dirigente petrolero en los tiempos de Joaquín “La Quina” Hernández Galicia, quien podía perder un millón de dólares, en una sola apuesta, sin que eso le quitara el sueño). Digan lo que digan, los que cabildean a favor de la instalación en México de casinos, es indudable que esos antros traen aparejados: la proliferación del proxenetismo, el lavado de dinero y el tráfico de estupefacientes. Sin embargo no es la principal causa por la que estemos en contra. La razón fundamental, no es falsa mojigatería, es porque estaremos dando la impresión de que los mexicanos hemos resuelto todos nuestros problemas y podemos, sin obstáculos morales, dedicarnos a envilecer nuestros espíritus.

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