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Historias del absurdo/Cero y van cuatro

Luis Guillermo Hernández Aranda

Por mucho la realidad supera a la ficción. Ésta es la gran conclusión a la que llega el espectador al finalizar la película Cero y van cuatro. La cinta presenta cuatro historias dirigidas por Antonio Serrano (Sexo, Pudor y Lágrimas), Alejandro Gamboa (El Tigre de Santa Julia), Carlos Carrera (El Padre Amaro) y Fernando Sariñana (Todo el Poder), donde el hilo conductor es la violencia que se vive en el Distrito Federal, pero sobre todo la descomposición que sufren las instituciones en México. Principalmente la familia y los cuerpos policiacos.

Como nunca antes el país vive una época de desencanto donde el comportamiento de los hombres con poder, desde los políticos de más alto nivel hasta el agente que vigila una esquina, se ha convertido en una queja cotidiana de la ciudadanía.

Y es que para el guionista del filme, Antonio Armonía, “la realidad es tan atroz que es muy difícil eludir el compromiso social”. El cine es el reflejo de la época que se vive, así “El Torzón” trata sobre un judicial que sorprende a Alfonso y Álvaro fumando marihuana en el interior del auto en plena vía pública y los extorsiona.

En “Vida exprés” se cuenta la historia de unos maleantes, encabezados por el Comanche y el judicial, quienes secuestran a Teresa, mujer obesa y millonaria. Jorge, su esposo, tendrá que conseguir dos millones de pesos para el rescate. Cuando reúne el dinero, sube la cuota. Así que acude a la policía, pero ahí se encontrará que los mismos policías son las cabezas de los plagiarios.

Al presenciar estos relatos viene a la memoria el reporte sobre corrupción publicado en París por la organización de Transparencia Internacional, donde la policía y los cuerpos de seguridad de México aparecen como los segundos más corruptos del mundo. En una escala de cinco puntos, los mexicanos calificaron a la policía con 4.5, al igual que los ciudadanos de Ghana.

Así pues seis de cada diez mexicanos expresaron su preocupación por el impacto de la corrupción en la vida política del país y uno de cada tres encuestados estimó que la corrupción tiene un efecto directo importante en su vida personal.

El espectador ve en la pantalla la triste realidad que enfrenta el país. A nivel local basta recordar los “narcosobornos”, donde agentes municipales por una módica cuota brindaban protección al “Danny”, uno de los principales vendedores de droga en la región.

Mención aparte merece el trabajo de Carlos Carrera titulado “Barbacoa de chivo”. Donde presenta un linchamiento tan de moda en estos días. Y es que sumidos en la miseria, Jobo y Lupe están desesperados porque no tienen dinero para comprar las medicinas para su hija de siete años que padece cáncer. Llevado por la imperiosa necesidad, Jobo roba la imagen de Santa Úrsula y en su intento por escapar, choca con Carlos, profesor universitario que recorre algunos conventos tomando fotografías. El cura sale a la calle y anuncia que han robado la imagen y el sacerdote señala a Carlos. La gente enfurecida lo conduce hacia la plaza para colgarlo.

En la cinta los uniformados se convierten en simples espectadores del linchamiento, algo parecido a lo sucedido días atrás en el caso Tláhuac donde dos agentes federales fueron quemados vivos, por supuestamente intentar secuestrar un niño. Al igual que en la película la multitud no escuchó razones para llevar a cabo el asesinato. Acción por demás condenable aunque algunos digan que se trata de los “usos y costumbres de los pueblos”.

“Comida para perros” es el cierre a cargo de Fernando Sariñana. Este corto relata la historia de unos parroquianos, que se encuentran en un restaurante, cuando Felipe irrumpe y los asalta. El asunto es analizado desde el punto de vista de cada mesa. La gente se burla del asaltante: le han dado la pura morralla. El humor negro está presente en toda la película y es que finalmente si los mexicanos tenemos una cualidad, es la de burlarnos de nuestra realidad, por más tristeque ésta sea.

Alguna vez Carlos Monsiváis dijo que es ese humor tan particular el que ha permitido a la nación soportar tantas crisis económicas, magnicidios y actos de corrupción. Sin embargo hoy, la risa ya no es suficiente. Los mexicanos estamos cansados de ser testigos de una política sin rumbo. Donde los partidos ven en su función un coto de caza para extraer beneficios particulares, sobre los intereses de la nación.

Cero y van cuatro es un filme que divierte pero al mismo tiempo produce terror, porque la paradoja que se presenta en la pantalla es nuestra realidad de todos los días.

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