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Aprende a rellenar cheques a los 87 años

Jerusalén, (EFE).- La anciana Jedva Melamed, miembro de la granja socialista (kibutz) Rujama, que como otras se ha privatizado, tuvo que aprender a rellenar talones bancarios y ocuparse de otros menesteres de la vida del mundo capitalista a sus 87 años de edad.

Desde que llegó a Palestina procedente de Europa oriental en 1938, diez años antes de que se proclamara el Estado de Israel, Melamed, como los demás miembros del kibutz, no había visto un talón bancario ni sabía nada sobre los recibos de alquiler, luz o electricidad, entre otros, ni tampoco debía preocuparse, como ahora, de administrar sus pequeños ingresos.

El proceso de privatización de esas granjas, fundadas en el viejo principio socialista de "cada cual (dará a los demás) según sus posibilidades y recibirá (de ellos) de acuerdo a sus necesidades", comenzó hace dos años, recuerda el diario "Haaretz" al informar del caso de la "estudiante del capitalismo".

"La privatización se nos vino encima; la comida en el comedor colectivo, antes sin cargo alguno, ahora hay que pagarla y es cara, y por ello, a la vejez, tuve que aprender a cocinar", comentó.

El primer kibutz, Degania, fue fundado en 1911, seis años antes de la Revolución Rusa contra los zares, por diez hombres y una mujer, inmigrantes judíos inspirados por las ideas socialistas.

Al crearse el Estado israelí, en 1948, eran alrededor de 250, sus habitantes representaban el siete por ciento de la población y eran el hogar de destacados militares y políticos.

En la actualidad, prácticamente sin ninguna influencia sobre la política, la sociedad y la economía del país, buena parte de los kibutz, debido a una prolongada crisis financiera, se hallan en proceso de privatización ante el avance del capitalismo.

Además de recibir clases de cocina, Jedva Melamed hizo otro curso, financiado por un organismo oficial, en el que le enseñaron cómo administrar los ingresos que reciben los miembros del kibutz para sus gastos.

Se trata de más dinero del que recibían en el pasado, pero con la diferencia de que ahora tienen que pagar lo que comen, así como por otros servicios que antes recibían del kibutz sin cargo.

Otra de las consecuencias de la privatización de las granjas -la gran mayoría de ellas casi "paraísos en la tierra" por la belleza de sus jardines y vegetación- ha sido la diferencia en los salarios, según la tarea que desempeñan sus miembros, algo que antes no existía por aquello de "todos para uno y uno para todos".

El jardinero, el limpiador de los retretes, el que sembraba el trigo o podaba los naranjos, el secretario del kibutz -"la empresa de todos"- o los que trabajaban en sectores que producían los mayores ingresos, recibían exactamente los mismos servicios y un dinero de bolsillo para, por ejemplo, ir al cine en la ciudad.

Melamed y muchos ancianos de los kibutz nunca imaginaron, cuando cundían esos ideales, que llegarían a la "edad de oro" pobres, y muchas veces solos y aislados como los de la sociedad capitalista.

La cristalización del socialismo humanista y voluntario en los kibutz hizo afirmar al ex presidente israelí Isaac Navón que fueron "la principal creación del pueblo hebreo en el siglo XX".

Durante años, los miembros del kibutz, que hace varias décadas agregaron a sus labores rurales las industriales, gozaron del mejor nivel de vida y sus miembros iban a la cabeza de los longevos.

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