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De ideales y libertades

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Marcela Pámanes

Junio es el mes en el que celebramos en México la libertad de expresión, consagrada como un derecho humano fundamental en 1948; Voltaire y Montesquieu en la época de la Ilustración ya se habían ocupado de la reflexión derivada de la Ley de Imprenta transformada en Ley de Prensa.

¿Por qué es tan importante tener la posibilidad de decir lo que se piensa, lo que se siente y lo que se quiere? Simplemente porque el ser humano requiere libertad para experimentar al máximo el potencial de su esencia. En Estados Unidos la primera enmienda consagra la libertad de culto religioso y de expresión que a su vez comprende la libertad de palabra, de prensa, de reunión y de petición, esta les da derecho a los ciudadanos de hacer reclamos al gobierno y pedir compensación por agravios.

Los primeros en acotar esa libertad de expresión somos nosotros mismos, muchas veces nos callamos porque no nos conviene hablar, porque nuestros intereses pueden ser tocados en la parte que, muchas veces consideramos, es la más sensible, que es la monetaria, porque es más cómodo ser observadores a distancia en tanto que no seamos los afectados. La indiferencia hacia lo que nos sucede como individuos y familias es mucha, ahí se gesta la indiferencia social. Cuántas veces preferimos pasar de largo las situaciones críticas siempre defendiendo nuestro bienestar, decimos con contundencia: “no voy a permitir que alguien más contamine mi vida” y resulta que esos contaminantes son la tristeza, los apuros económicos o la pérdida del sentido de vida, no estamos dispuestos a perder tranquilidad por nadie ni nada.

Cada quien sabrá por qué toma decisiones en uno u otro sentido. Me parece que defender causas sociales, políticas o religiosas es entrar en el terreno de las convicciones, actuar con absoluto desprendimiento de lo particular para priorizar lo común, es también un idealismo que para muchos es un romanticismo fuera de época. Ser idealista es querer que el mundo externo sea mejor, es creer que el 'yo' es capaz de modificar, de intervenir, de modelar, de transformar. Un 'yo' que no necesariamente es pretencioso, pero sí aspira a que con su intervención lo externo mejore. El concepto de Platón respecto al idealismo es que la verdadera realidad la constituyen las ideas y no las cosas materiales, si aceptamos este concepto nos daremos cuenta de que una condición infaltable para alentar el idealismo es que haya ideas, que fueron a su vez generadas por un pensamiento que nace a partir de la información, parece una obviedad, pero no lo es tanto.

¿Cómo queremos que haya ideales si no hay pensamiento y reflexión previa? ¿Cómo queremos que haya líderes sociales dispuestos a la protesta pacífica por las múltiples violaciones a los derechos humanos y a las libertadas consagradas por la Constitución? ¿Cómo reclamamos que haya periodistas impolutos capaces de ofrendar su vida en aras de la información, si nosotros no cedemos un milímetro de nuestro terreno de comodidad?

Defender la libertad de expresión es un acto heroico, idealista que requiere valentía, convencimiento y no esperar nada a cambio que no sea el cambio mismo. Lucrar con los ideales es prostituirlos, pierden de inmediato su validez. George Orwell dijo que libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oír. Un idealista es aquel al que la gente no quiere ver porque lo enfrenta y lo afrenta, los tildamos de locos o 'sin quehacer', los etiquetamos y pensamos que en el fondo están trabajando para un grupo casi siempre identificado con colores partidistas, creemos que traen el as escondido bajo la manga, que lo único que pretenden es desplazar al poder para obtener poder.

Juzgamos a la ligera y casi siempre partimos de nuestra propia experiencia. ¿Por qué nos cuesta tanto creer que haya hombres y mujeres que defiendan sus ideales? La respuesta la tienes tú, yo creo que se trata del germen de la desconfianza que inunda todos nuestros espacios, hemos dejado de creer los unos en los otros, hemos elegido la sospecha como forma de vida, nos hemos complicado a tal grado que todos son culpables hasta que no se demuestre lo contrario.

Ha llegado el momento de no renunciar, no ceder, no detenernos, no transigir, no negociar, no vender, no comprar, no atentar contra nuestras ideales y convicciones. Yo por lo pronto declaro que defenderé con mi vida el derecho a decir lo que pienso, siento y quiero, y parafraseando la frase de Evelyn Beatrice Hall, biógrafa de Voltaire, defenderé con el mismo ahínco el derecho que tú tienes de expresarte, aunque no pensemos igual.

Twitter: @mpamanes

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