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Política de inframundo

Con/sinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

Qué bajo es en términos generales el nivel de la política de este país. No me refiero en exclusiva a quienes hacen de esa actividad su ocupación principal; también, a lo que hacemos todos en función de la búsqueda de la prosperidad colectiva, a la que no logramos acceder porque anteponemos, casi para cualquier cosa, nuestro beneficio personal.

A mayor encumbramiento en las esferas del poder, mayor el daño que logramos ocasionar. Por supuesto que hay excepciones; por desgracia, éstas son insuficientes cuando de sacar adelante al país se trata. Porque las grandes decisiones, las que exigen una importante cantidad de recursos humanos, técnicos y financieros para ser aplicadas, están fuera del alcance de aquellos hombres y mujeres excepcionales, que sí logran comprender la importancia de que el bienestar se generalice.

En contraste, llegan a la cima del poder cada vez peores mexicanos. Algunos, que destilan ignorancia por todos los poros, pero que son muy astutos en eso de la politiquería que teje redes clientelares y de negocio; otros, que ponen sus conocimientos al servicio de los más perversos fines, dejando detrás todo precepto ético que les hubiera sido inculcado.

En México, grupúsculos compuestos por ambos tipos de corruptos, dirigen los destinos de las distintas instituciones de los tres niveles de gobierno, federal, estatal y municipal; y en los tres poderes, ejecutivo, legislativo y judicial. Y también, muchas de las instituciones pseudoautónomas y pseudociudadanas, como el Instituto Nacional Electoral; los órganos garantes del Derecho de Acceso a la Información y hasta en algunas de las Comisiones de Derechos Humanos.

Ignorantes y tecnócratas en contubernio con empresarios voraces, saquean las riquezas del país. No les importa la estela de injusticia y de pobreza que van dejando a su paso. Creen que, si se acaban el país, sus millones les alcanzarán para comprarse otro. Son insaciables. Pero, eso sí, buenos para la palabrería y las promesas banales.

Esta semana, por fin, terminan sus campañas aquellas entidades en las que habrá elecciones. Triste es ver toda la basura que generan las contiendas; no sólo la física, sobre todo, la moral.

Sí, todavía hay algunos ciudadanos que, con sorprendente ingenuidad, se entusiasman con los candidatos. Pero no porque supongan que van a hacer realmente algo bueno por su estado o municipio; es sólo porque esperan, al menos en su gran mayoría, esa "ayudita" que les prometieron, y que les permitirá que su existencia tenga un día menos miserable.

Sí, nuestra política es de inframundo.

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