Columnas la Laguna

MIRADOR

ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

San Virila vio en la plaza de la aldea a una multitud de gente.

Sucedió que un hombre había subido a lo más alto de la torre de la iglesia y amenazaba con lanzarse desde ahí. Sufría mucho, le dijo al cura que subió al campanario a disuadirlo de su idea. Su mujer lo había abandonado para irse con otro. La vida ya no tenía sentido para él.

Tras decir eso se arrojó al vacío. Habría muerto de seguro, pero San Virila hizo un movimiento con su mano y los rayos del sol formaron una red en la cual cayó el hombre sin hacerse daño.

El individuo, lejos de agradecer el milagro que le había salvado la vida, le reclamó su intervención al frailecito. San Virila le dijo:

-Conozco a tu mujer. El milagro que hice contigo fue para que puedas apreciar el milagro que te hizo Dios al alejarla de ti.

Entonces los aldeanos aprendieron que nuestra vida está llena de milagros que ni siquiera vemos.

¡Hasta mañana!...

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