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Trump, el tirano

JESÚS SILVA-HERZOG

Andrew Sullivan, el antiguo editor de la revista New Republic, ha publicado un ensayo interesante sobre el fenómeno Trump. Ya no lo difunde en el estupendo blog que fundó y que luego abandonó por cansancio, sino en la revista New York. El intelectual conservador encuentra en pasajes de Platón, las claves para calibrar la amenaza. En los diálogos de La República, el filósofo ateniense describía a la democracia como una fuente de la tiranía: la igualdad extrema corroe todo principio de autoridad y de orden. El desconcierto que provoca llama a la respuesta de fuerza. Ante el imperio de los demagogos, no hay razón que se sostenga, no hay límite que valga, no hay recato que se respete. Ahí incuba la tiranía. El tirano entiende mejor que nadie los ánimos del momento. Proviene normalmente de las élites, pero tiene un talento extraordinario para comunicarse con las masas. Traicionando a los suyos, describe a las élites como corruptas y se presenta como el salvador que habrá de recuperar la gloria perdida. Cuando el pueblo se convence de que el demagogo es su salvador ha decidido poner fin a la democracia.

Platón no era, por supuesto, un demócrata. La democracia no ha tenido enemigo más elocuente que él. Nunca dejó de ver en ese régimen al asesino que mató a Sócrates, el más sabio de los hombres. Con toda su antipatía, se advierte el tino de su denuncia. ¿Puede negarse esa propensión democrática al engaño, a la irracionalidad, esa debilidad por las apariencias y lo inmediato? El filósofo no toleraba las tretas de los oradores. Al venerar la opinión, los demócratas aniquilan la Verdad. Sullivan recupera el alegato platónico para denunciar lo que a su juicio son excesos democráticos de la política norteamericana contemporánea. Se han debilitado, dice él, los dispositivos contramayoritarios que dieron estabilidad a la república. Hoy se rechaza la experiencia como complicidad, se desprecian las reglas como estorbos, se ridiculiza el respeto como hipocresía. Más que su diatriba contra la hiperdemocracia, lo que puede explicar el fenómeno de Trump es la intensidad de las frustraciones y la ruina del diálogo.

Si es cierto que los Estados Unidos se han recuperado admirablemente de la recesión, también es cierto que los damnificados de la crisis se concentran en los trabajadores blancos sin acceso a buena educación. Se trata de la primera generación en ese país que tiene una expectativa declinante de vida. La cultura dominante se ha burlado de su estilo de vida, ha tachado su religión como primitiva, dice Sullivan. A la postración económica, se agrega el desprecio cultural de las élites. Esto es lo que Trump ha identificado hábilmente como la tiranía de lo políticamente correcto, la clave de su discurso populista.

Se trata de un discurso que convoca a lo imposible. No hay una sola propuesta en Trump que pase la prueba de una mínima racionalidad. Pero la imposibilidad o el absurdo de sus propuestas se transforma, gracias a la química del fervor, en emblema de esperanza. El atractivo de Trump es, en efecto, que lo que propone es ilógico, irracional, que es impulso en bruto, desahogo. Es la seducción de una política de escarmiento. Los verbos de su convocatoria lo dejan en claro. Se trata de humillar y de insultar; de expulsar, de torturar y de matar. Su motor es uno de los más poderosos en el mundo de la política: el odio.

La broma ya provoca alarma. Trump puede ganar la Casa Blanca. Si ganara, advierte el intelectual conservador, las defensas de la democracia serían en extremo débiles. Lo más inquietante en este momento es, quizá, que las élites empiezan a contemporizar con él. Se le acepta como inevitable y se pretenden ignorar todas las señales de su profunda convicción antidemocrática. La politiquería en el campo contrario bien puede pavimentar su ascenso. Así concluye Sullivan: "Trump no es un político chiflado de ultraderecha, ni un tedioso espectáculo de televisión, o un fenómeno de tuiter, o el más extravagante campeón de los pobres. No es un candidato entre otros, al que haya que analizar y ponderar en la televisión. Para nuestra democracia liberal y nuestro orden constitucional, Trump es una amenaza de extinción". No agrego nada más.

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Escrito en: Jesús Silva-Herzog

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