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Pequeñeces/¡Vivos!

Emilio Herrera

Después de muertos, (que es como empezamos noviembre), todos vivos, pues mañana llegaremos a mitad de mes y desde allí, lo más seguro es diciembre, con todos sus bienes y sus males.

En diciembre estaremos más vivos que nunca, pues la mejor demostración de nuestra vivencia es el gasto y en diciembre todo mundo, queramos o no queramos y sí queremos, gastamos como locos, que ya después, Dios dirá.

A lo que yo puedo recordar, de niño el que nos traía una que otra cosa, poca, era el Niño Dios que, por lo que sea, jamás fue muy despilfarrado que digamos; pero un día bajó por las chimeneas de las casas (y no sé si salía de los braseros en aquellas que no las tenían) un señor gordo de barba blanca, vestido de rojo y con una especie de carcajada que nunca supe porqué, que dejaba a pasto juguetes a todos los escuincles del barrio, que no éramos pocos y que nos dijeron que se llamaba Santoclós. Después de la primera vez no sólo hacía eso sino que en los aparadores de nuestras tiendas del centro: La Suiza, La Ciudad de París, particularmente, exhibía con anticipación para que los niños escogieran y le escribieran cartas pidiéndole todo.

A lo que voy es a esto: que crisis o no crisis, pobres o no pobres, a los mexicanos nos gusta una barbaridad gastar. Gastar por lo que sea y cuando sea, en particular por Navidad, de la que estamos a un mes y para la que ya nos estamos preparando, echándole la primera sacudida al cochinito para verificar si suena a lleno o a vacío. Y para esto no hay disculpas que valgan, lo mismo da que nos digan que el país no está para bollos y que hasta Carlos Slim diga: ¡Tranquilos, tranquilos! a los suyos, diciembre es el mes de hacer felices a los demás y todo mundo se apresta, si no a echar la casa por la ventana, sí a adquirir regalos a todo familiar y todo conocido y si viene al caso y en diciembre viene, a más de un desconocido, sobre todo si es gerente de algún banco o político de cierto rango.

México es el país de las contradicciones y los contrasentidos y no lo sería si mentalmente no nos estuviéramos preparando para hacer el agosto de los comerciantes a sabiendas de que no podemos y precisamente por ello. ¿Cómo vamos a decepcionar a todos los comerciantes que dicen una y otra vez que si no fuera por diciembre se verían precisados a cerrar las puertas de sus negocios? Lo menos importante es que no haya dinero ya que las firmas de todo comprador siguen siendo importantes y a la frase aquella de los viejos tiempos en que descaradamente se preguntaba ¿dónde firmo? ha sucedido la presentación de la tarjetita del banco que sea que se posea. Y a comprar, sea útil o no lo que se compre y menos necesario, que hay más felicidad en dar que en recibir, aunque entre nosotros todo se compensa, pues al mismo tiempo todos andamos en lo mismo y lo mismo se da que se recibe, es decir, una serie de cosas inútiles por todas partes.

En estos días, pues, empezamos a gastar, empezamos a sentirnos, otra vez, más vivos que nunca.

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