La palabra adolescens, del latín, nos dice Deborah Legorreta es el participio activo del verbo adoleceré que significa crecer. Por tanto, en sus orígenes, adolescente significaba ?el que está creciendo? y adulto (adultus en latín) como participio pasivo del mismo verbo adolescere, se aplicaba como calificativo par ?el que ya creció?. Es así que, adolescente y adulto son distintos momentos del mismo proceso adolescente de crecer.
Pero entonces nos surge la pregunta de cuando dejamos de crecer y podemos llamarnos verdaderamente adultos. En fechas recientes se ha dado por llamar a las personas mayores de 60 años ?adultos en plenitud?. ¿Será al cumplir esa edad cuando podamos asegurar que dejamos de ser adolescentes?
Con la cada vez mayor expectativa de vida, así como con los avances en la investigación que a diario descubren más acerca de las posibilidades regenerativas del cerebro y del resto del cuerpo, es muy probable que en un futuro no tan lejano, la mágica edad de los 60 ?el momento en el que somos plenamente adultos, es decir personas que han dejado de crecer y en el inicio de su decrecimiento- se considere apenas como el inicio de la segunda mitad de la vida. El hecho es que, por fortuna, quienes se acercan o ya inician ahora la década de los cuarenta no pueden decir que han dejado de crecer y, por tanto, ¡deberían aceptar con gusto la idea de que son todavía adolescentes!
Después de todo si revisamos en detalle lo que significa ser adolescente, nos sentiremos más atraídos a la idea de serlo.
Adolescente es el que tiene un futuro. Esta idea de movimiento hacia delante, implícita un adolescere, también nos indica que en la voluntad y en la imaginación del adolescente existe un futuro para construir hacia el cual dirigirse. Mientras que en la niñez existen cambios en los procesos de pensamiento que permiten esta nueva perspectiva mental más allá del aquí y del ahora infantil, en la edad adulta la persona que no se reconoce adolescente se enfrenta a la idea del futuro con temor y quisiera meter reversa del auto imaginario que es su vida.
Pero quien se acepta es esta etapa como adolescente revisa el mapa, cambia de rumbo y afina la dirección hacia ese futuro que en verdad desea alcanzar.
