El camino de la ciencia ficción

La historia del director sudafricano Neill Blomkamp será semejante a la del ascenso de muchos otros cineastas. A partir de un cortometraje titulado Alive in Joburg llama la atención del realizador y productor Peter Jackson. De ahí se da el salto a la ópera prima. Pero también la suya podría ser la del talento procesado por la maquinaria hollywoodense como les suele suceder a quienes prefieren abordar con sus películas los géneros de la ciencia ficción y de la fantasía tan necesitados siempre de grandes presupuestos.

EN LA PIEL DEL OTRO

Con el auspicio de Jackson, Blomkamp tendrá el dinero suficiente para llevar a cabo el primer largometraje, escrito al lado de su esposa Terri Tatchell. Ecos de denuncia social resuenan de manera contundente en Sector 9. La historia está plantada en el imaginario colectivo de una nación dividida por la raza y por las clases sociales. Por lo tanto el tema encaja con el realismo del estilo documental presentado. Durante varios años una nave espacial permanece sobre el cielo de Johannesburgo. Quienes la tripulaban viven ahora en un gueto. Objetos del desdén tanto de blancos como de negros estos alienígenas transitan entre las casuchas, la pobreza y los desperdicios. Apenas se alimentan de comida para gatos. Uno de ellos conoce el modo de arrancar otra vez la nave y así abandonar la Tierra.

Antes de que logre el cometido, ocurre un desalojo. Los burócratas llegan seguidos de militares. Esto interrumpirá los planes de Christopher. Como puente entre las dos razas, la humana y la extraterrestre, el cineasta elige a un burócrata bastante estúpido: Wikus Van De Merwe. Durante el desalojo este hombre será expuesto a una sustancia química y muy a su pesar una metamorfosis operará en su cuerpo. Pronto el brazo se le transformará en el de un alienígena. Sin preverlo Wikus se encontrará en la piel de los extraterrestres. También será perseguido. La crítica social no se pierde a pesar de las escenas de acción o los cambios de formato en la imagen. No cabe duda de que Sector 9 es uno de los debuts recientes más deslumbrantes en el género.

DISTÓPICAS DESIGUALDADES

La ópera prima catapulta a Blomkamp hacia la región de los ensueños. Sector 9 le vale varias nominaciones al premio hollywoodense más codiciado. Tres años después se verá el resultado de su colaboración con talento salido de Hollywood: su segundo largometraje, Elysium. El cineasta plantea nuevamente temas de desigualdad social. Aquí, sin embargo, no se tratará de exclusión entre extraterrestres ilegales y humanos discriminadores sino sólo entre humanos. La cinta presenta una realidad distópica ubicada más de cien años en el futuro que remite, además de la ópera prima, a clásicos de la ciencia ficción y la desigualdad social tanto literarios (Un mundo feliz, 1984) como cinematográficos (Metrópolis).

Es el año 2154 en Los Ángeles. Pero en nada se parece a la ciudad de Blade Runner. Tanto la urbe como el planeta entero se han convertido en tercer mundo y los privilegiados han decidido escapar a una estación espacial llamada Elysium. Ahí no sólo viven sin preocupaciones y con todas las comodidades, también poseen los últimos avances de la salud: en cada mansión hay una máquina que logra curar enfermedades terminales. Gracias a un tatuaje la máquina sólo puede ser usada por los ciudadanos de Elysium. De esta forma, los ilegales de la Tierra se aventuran al espacio en naves destartaladas para alcanzar la estación. Max, el héroe, ha crecido en Los Ángeles criado por unas monjas mexicanas y con el recuerdo de una chica llamada Frey. Un accidente de trabajo hace que le queden tan sólo unos días de vida. Su única esperanza es viajar a Elysium. Mientras tanto, en la estación se da un intento de golpe de estado por parte de la ministra de defensa, la señora Delacourt, cuyo cómplice es un mercenario en la Tierra. Para colmo Frey es tanto enfermera como madre de una niña con leucemia.

Los ecos de crítica social, aunque más cercanos a la realidad mexicana, resuenan mucho menos en la segunda parte de la cinta donde la acción toma un rol preponderante. Como de costumbre el reparto multiestelar en las cintas de este género da tela para la burla. Ni hablar de los acentos. La gran diferencia entre protagonista y antagonista se plantea simple y maniquea: él es un obrero y luego delincuente que habla, además de inglés, español; ella es la ministra de defensa de Elysium cuya primera lengua es el francés. En suma las actuaciones son todo un lío. Al igual que las diferentes líneas narrativas. Pero es lugar común no ser tan quisquilloso en un género como este. Lo loable es que Elysium sí resulta muy entretenida. Es un producto de excelente hechura. En cuanto al fondo también podría calificarse de predecible y tremendamente cursi: si a las máquinas sanadoras de Elysium les sumamos un héroe moribundo y una niña con leucemia ya se sospecha el desenlace. Fuera del entretenimiento, un presupuesto mucho mayor al de su ópera prima y un discurso de crítica social que empieza a oler a oportunismo, el director propone muy poco luego del éxito de Sector 9. Aquí el sudafricano trató de abarcar más de lo que las dos horas de duración le permitían.

PINOCHO ROBOT

Blomkamp se halla de vuelta en Sudáfrica con Chappie. Y por lo menos el humor en esta ocasión no es involuntario. El ejército de policías robots de Elysium no es nada disímil al del tercer filme. Un joven científico logra darle inteligencia a uno de ellos. No se da cuenta del todo de que ha traído a la vida a un niño. Como tal se comporta el robot Chappie. Sin embargo, aprende con velocidad pasmosa. Además del científico, dos delincuentes de poca monta se convierten en sus padres. El villano será Guepardo con un peinado ochentero pasado de moda: un mercenario que pretende implantar un nuevo modelo de robot-policía. A pesar de que Chappie presenta mejoría respecto al crédito precedente -le hace bien a Blomkamp regresar a su tierra de origen y, sobre todo, desarrollar los guiones con su mujer- el resultado no deja de ser irregular. No cuaja del todo bien la inocencia del Pinocho robot con el entorno gansteril en el cual se desarrolla su personalidad. El tono de la cinta -desequilibrado entre los momentos de puerilidad y los balazos o las explosiones- constituye la falta más obvia. En ocasiones Chappie (con la voz del ahora ya actor fetiche de Blomkamp, Sharlto Copley) más que conmover con su infantilismo, irrita. La novatez de Yolandi y Ninja (dos raperos-actores sudafricanos del grupo Die Antwoord) tampoco puede ser disimulada.

En Chappie el peligro de un estado policíaco se desdibuja ante la fábula del androide que nunca pretende convertirse en humano aunque sí en gánster como quienes lo rodean. La violencia de las pandillas de Johannesburgo sólo se utiliza en función del espectáculo. Y en este caso será el creador de Chappie quien termine conservando su conciencia gracias al soporte de un cuerpo artificial. Por otro lado, las cintas de Blomkamp tienen sin duda un sello especial y presentan una loable habilidad para crear un universo propio. La participación de Sigourney Weaver en Chappie da una pista sobre el siguiente proyecto de Blomkamp. El sudafricano encuentra su camino de vuelta a Hollywood con una empresa que no huele tan bien desde el inicio: una continuación. En este caso, decide unirse a la franquicia Alien y ya está filmando la quinta parte de esta saga. Esperemos que le den la oportunidad de hacer la película a su modo y que no sea triturado por intereses externos a la creatividad.

Filmografía

Sector 9 (2009).

Elysium (2013).

Chappie (2015).

Twitter: @mabezduran