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740: Todos a prueba

FEDERICO REYES HEROLES

Las ciudades son monumentos colectivos. Monumento no siempre implica belleza, armonía, grandeza. Hay zonas de desastre que son producto de decisiones personales, gubernamentales, comerciales, en ese sentido son colectivas. El caos vial en El Cairo y los miles de edificios a medio construir desnudan la costosa falta de planeación y una fallida política fiscal en vivienda. Pero también retratan una forma de vida, una cultura ciudadana. El concierto que reina en las calles de París, la altura de las edificaciones, la amplitud de los andadores, el arbolado sistemático, simétrico y muy cuidado, develan un orden social y legal imperante. Allí los trazos de Haussmann se pasean orondos, siguen vivos, a siglo medio de la remodelación. Igual ocurre en Londres con la idea de "ciudad-jardín" de E. Howard o el espíritu ordenador de Patrick Abercrombie.

Las ciudades son la firma al calce de las sociedades, su historia colectiva. El desorden, la corrupción, la falta de planeación, pero también los aciertos, casi siempre tienen paternidad. Casi, pues no todo es previsible. En El Triunfo de las Ciudades, Edward Gleaser narra cómo la actual tragedia de Detroit fue producto de un gran acierto. Al concentrar la industria automotriz en esa ciudad se conformó un "nicho" donde el intercambio de tecnologías traía beneficios a todos. Pero a la larga, ese mismo éxito produjo una ciudad muy vulnerable, con una vocación predominante que traicionó a Detroit cuando esa industria entró en crisis. Las ciudades son creaciones muy complejas que rebasan a las generaciones. En ellas la acción humana deja su huella.

Un ejemplo notable es Chicago, donde la decisión colectiva de invertir el cauce del río para no contaminar el bellísimo lago Michigan, fue continuada durante décadas por gobernantes de distinto signo. Fue una obra monumental. Al caminar por Millennium Park nadie imagina los edificios decadentes que fueron destruidos para dar a la ciudad un magnífico sitio de encuentro. El Art Institute comparte el mismo espíritu colectivo: buena parte de la obra en exhibición es resultado de donaciones o préstamos. Cuando Respighi escribe música inspirada en Los Pinos de Roma, rinde homenaje al respeto colectivo centenario hacia esos árboles. Eso es cultura.

Detrás de cada ciudad hay un espíritu, un alma. Atlanta tiene poco que ver con Boston. Houston y Tokio son universos muy diferentes. Singapur y Río de Janeiro pertenecen a galaxias de convivencia humana muy distantes. Pero la lección es clara: cuando la colectividad se apropia de su ciudad -no sólo en el sentido figurado, sino en el concreto- la historia es otra. Con todos los dolores de cabeza y lo insufrible que es por momentos, la CDMX es una gran ciudad y ha mejorado sensiblemente en las últimas dos décadas. Soy un enamorado de ella. A pesar de muchas corruptelas, nuestra capital vive un muy sano fenómeno de implosión colectiva que va de la multiplicación exponencial de la bicicleta, al éxito del Metrobús o a la recuperación de áreas peatonales.

Lo que ocurre en la CDMX es referente para muchas otras ciudades. Por eso la capital es un asunto nacional. El NAICM liberará un área de 740 hectáreas en el corazón de la zona metropolitana. Es un tesoro. Pongámoslo en perspectiva: las tres secciones del Bosque de Chapultepec rozan las 680, Central Park tiene 350, el Grant Park y el Millenium Park son alrededor de 140, El Retiro 118, Hyde Park 140, CU 300. Estamos ante una oportunidad fantástica y única de dar un giro a la calidad de vida de cientos de miles de familias. Los terrenos son federales, pero los usos de suelo corresponden al gobierno local. La Federación y el GDF tienen una enorme responsabilidad con la mayor concentración humana del país y con la capital donde se asientan los poderes federales.

Salomón Chertorivski, desde el GDF, con el ímpetu que lo caracteriza, lanzó en marzo pasado una amplia convocatoria a la discusión sobre el tema. El asunto no es sencillo, los ejemplos cercanos son variados. Pensar en términos de área verde total -como ocurrió en Berlín- es un sueño. Pero en Quito y Seúl se siguieron otras opciones. The Economist (4,4, 2015) tocó el quid: densidad vs dispersión, área verde o uso intensivo del espacio urbano. Se debe pensar en grande, en términos del siglo XXI, con las fantásticas opciones que abren las TIC o las nuevas fórmulas de movilidad, etcétera. Imaginemos, soñemos qué hacer con ese involuntario tesoro: 740 hectáreas a 6 kilómetros del Centro Histórico de la capital. El debate técnico deberá responder a un ánimo nacional, de colectividad, a una visión de largo plazo, no partidaria. La capital, es de todos los mexicanos. La discusión será gran prueba de madurez política. Dejará una herencia de vergüenza o de orgullo. De nosotros depende. Bienvenida la discusión.

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