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PIÉNSALE, PIÉNSALE

Crisis del sistema neoliberal

ARTURO MACÍAS PEDROZA

¿Cómo puede un país tan rico tener tantos problemas? Recientemente señales de muchos lados, tanto a nivel internacional como nacional no auguran nada bueno para el país (subida del dólar, baja del petróleo tasas de interés norteamericanas por bajar, fuga de capitales, baja popularidad del gobierno, etc.). El que ha tenido oportunidad de conocer un poco nuestra suave patria en la que "tu casa todavía es tan grande, que el tren va por la vía, como aguinaldo de juguetería" (López Velarde, "La suave Patria"), podrá descubrir que no es que sea un país pobre, sino más bien ha sido arrastrado en la vorágine del sistema económico imperante que basa sus estándares de riqueza en necesidades creadas por él mismo, y en parámetros medibles sólo en dinero. Habiendo caído en el sistema de mercado nacional e internacional neoliberal, capitalista y consumista, estamos siendo moldeados con la violencia y el miedo con notas rojas y catastrofismo, induciendo la sensación de inseguridad, el deseo de encierro, de protección y aislamiento ante un exterior constantemente amenazante. Encerrados; aislados frente a una pantalla como el único medio de contacto, nos comunicamos, trabajamos, "chateamos", nos relacionamos social y sexualmente, mientras consumimos desaforadamente. La formación que nos hace consumidores es una verdadera transformación social que cambia también los valores en los que antes se fundamentaba; estimulada como conducta adictiva, el consumismo implica una satisfacción momentánea y efímera que requiere repetir el acto de consumo de manera incesante.

El acto de moldearnos como "consumistas" también anula el consumo "ritual", tan elaborado y rico en nuestro país, que maneja la demora y posterga la satisfacción del deseo en un ritmo ritual. Todo lo contrario: el Consumista requiere repetir el consumo sin alcanzar la satisfacción deseada. Permanentemente insatisfecho, convertido en un adicto, constantemente busca nuevos consumos que sólo le dan efímera satisfacción ante lo banal. Un ejemplo de consumismo alejado del rito es la distinción que hacemos del vestido de diario, del de fiesta (de boda, del de la celebración de los quince años o el "dominguero") que prolonga, agudiza e intensificaba el deseo y le proporciona sentido al objeto. Contrario a esto, ahora el objeto "desechable", por efímero, ya no provoca, sino adicción.

La razón de todo este cambio es que hemos adoptado un modelo económico-social que privilegia el lucro por sobre todas las cosas, pretendiendo convertir a la vida en un negocio. Modelo impulsado por los llamados poderes fácticos que son las empresas trasnacionales que dominan el mundo, usando los medios masivos de comunicación privados como aparatos ideológicos del sistema neoliberal, destinados a moldear a los ciudadanos-consumidores que simplemente siguen el mandato de los medios en cuanto a que todo se vale, la sobrevivencia del más apto, y la competencia inmoral.

Pero la esencia del hombre no es la violencia y la competencia como se nos ha hecho creer, sino la comunicación y la asociación. El hombre ha construido la "civitas" (familia, cultura, civilización, sociedad, país…) para vivir en ella. Esa construcción que es parte de nuestra evolución humana se caracteriza por definir normas, instituciones, rituales míticos y religiosos que promueven la colaboración e integración y evitan los actos que desintegran. No se puede vivir sin amor. Es el otro el que me identifica a mí mismo (de hecho el hombre puede ser definido el "ser-para-el otros"). La sociedad de consumo, en cambio, impone un ritmo deshumanizante y una crisis civilizatoria imposible de sostener. El amor no se adquiere en el mercado o con dinero. Requiere "perder tiempo", dedicación poco "lucrativa", reciprocidad "desinteresada". Los pobres son más felices porque les sobra el contacto humano y tienen una agitada vida social con más fiestas que días en del año. En cambio cuanto más se sube en el sistema neoliberal, más se sufre la soledad y más se gasta en psiquiatras. El utilitarismo destruye el sentido de vivir. Destruye la esencia del hombre. La insatisfacción radical y perversa del consumismo es que comprar no satisface una necesidad, sino que se ha hecho una necesidad en sí misma, independientemente de verdaderas necesidades. Comprar-tirar-comprar-tirar…

La maquinaria nacional e internacional de este sistema, tiene sus características propias en nuestro país y en nuestra región Lagunera. La globalización de la corrupción, de la violencia, de la impunidad y la injusticia, están conectadas directamente con este sistema y adquiere entre nosotros variaciones del mismo tema, quizá incluso acentuados en algunos aspectos. Tratar de competir siguiendo la lógica del mismo sistema no es la solución. Nuestra "debilidad" en base a esos criterios nos pone en desventaja, pero, incluso aunque tuviéramos los recursos económicos y las "cualidades" requeridas para este sistema, estaríamos caminando a nuestro propio fracaso por ser destructor de todo: Del otro que se convierte en enemigo, del ambiente que lo hace "explotable" y de sí mismo, al basar su dignidad y valor en el tener y no en el ser.

Concretamente la economía neoliberal nos ha hecho pasar de una alimentación sana y garantizada en las unidades domésticas tradicionales (milpa), a una alimentación deficiente, que se compra en el mercado y que requiere dinero. Se ha pasado a prácticas agrícolas especializadas que dañan la biodiversidad y requieren inversión de capital y acaban con la producción campesina, la vivienda tradicional se hace un producto que se compra a largo plazo y que está sujeto a especulación. La salud se transforma en el negocio de la enfermedad. El dinero se hace un fin en sí mismo en vez de un medio para facilitar el intercambio de bienes. La lógica del sistema es convertir todo en negocio creando falsas necesidades.

Si queremos cambiar todo un sistema mundial, habremos de empezar por modificar las cosas que valoramos. Pensar cuales cosas son más valiosas que otras sin dejarnos engañar. Pensar y discernir las trampas escondidas con una razón no sólo coherente y lógica, sino basada en lo que "valoramos" más. Entonces las elecciones diarias y cotidianas serán guiadas no sólo por "pensar", sino por sopesar condiciones ideológicas y sistemas de valores que implican un estilo de vida elegido por uno mismo y no impuesta desde el poder y nocivo para el mundo. Es cierto. Implica ir en contra de la corriente; pero de una corriente que está destruyéndonos y que es necesario detener.

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