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FM4, la doble tragedia

En tres patadas

DIEGO PETERSEN FARAH

Como casi todas las buenas ideas, FM4, Paso libre, la fundaron en Guadalajara en 2007 un grupo de estudiantes que habían tenido experiencia con distintas casas del migrante a lo largo de todo el país. Cuando la ruta del Pacífico comienza a cobrar importancia, fundamentalmente por la violencia en el Golfo, Guadalajara se convierte no sólo en un punto de paso sino de escala obligatoria. Trabajando con redes de ONG, con asociaciones religiosas, con académicos de diversos institutos y universidades, los jóvenes le fueron dando forma a esta organización de apoyo a los migrantes en salud, asesoría legal, contacto con familiares y, en una bodega rentada a la orilla de las vías del tren crearon un comedor para migrantes, donde además ofrecían regaderas y ropa limpia.

Durante muchos años el centro de Atención al Migrante (CAM) funcionó sin problemas, o más bien, sin más problemas que los propios de tener que conseguir comida, ropa, medicinas y recursos para cientos de migrantes todos los meses.

Los problemas de otra índole comenzaron con los desplazamientos de población "indeseable" que vivía en sobre la vía del tren y que daba un mal aspecto a quienes viajaban en el tren turístico. Se desalojó a los habitantes de "cartolandia", pero nadie les dio un opción de vida ni de techo. Poco a poco fueron instalándose adosados a los muros del CAM: de ahí nadie los corría. Con el tiempo la comunidad comenzó a tener nuevas dinámicas. Uno de ellos comenzó con tráfico de drogas y se convirtió en el líder; no sólo controlaba la droga sino que tenía protección. Su ley se hizo: los migrantes tenían que pagarle por pasar al comedor, robar para él o incluso los despojaban de lo poco que llevaban. Lo que siguió fueron la amenazas a los migrantes y a los voluntarios de FM4. Se creó pues una minimafia de control territorial en media ciudad sostenido por otra de mayor jerarquía, ante la mirada de la policía local no pudo o no quiso resolver el problema cuando comenzaba.

La mafia le dio a los desplazados lo que el Estado nunca fue capaz: integrarlos. Hace 20 días ante lo insostenible de la situación en la zona la policía de Guadalajara decidió, una vez más, desalojar a esta población, con la misma falta de visión. El resultado inmediato fueron las amenazas a los voluntarios de FM4 a quienes acusan de haber sido los responsables del desalojo. Dos días después bajaron la cortina y el miércoles pasado lo hicieron público.

La tragedia es doble. No sólo se perdió un punto de apoyo importantísimo para los migrantes centroamericanos, para dignificar el paso de gente que no tiene otro objetivo que un vida más digna, sino que se dejó a los desplazados en manos de la mafia, y a migrantes y voluntarios en la indefensión.

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