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"Ahora estoy en mi computadora y miro en mi página que @AReyes acaba de publicar su primer twitt; estoy emocionado y a la expectativa por los que vendrán. Su primer microensayo de menos de 140 caracteres -que dudo pase a la historia por lo efímeras que suelen ser estas redes- dice así: 'Viajero has llegado a la región más transparente del aire'". Este es un fragmento del más reciente libro de Marcos Daniel Aguilar, La terquedad de la esperanza (UANL, 2015) que con el uso de la ficción y la imaginación lleva al género ensayístico al borde sus posibilidades.

"Lo que traté en este libro era no sólo hablar sobre la gestación y desarrollo del Ateneo de la Juventud en México a comienzos del siglo XX, sino hacer también un ensayo sobre el ensayo mismo como uno de los géneros más abiertos y creativos que hemos construido en Hispanoamérica. En cuatro partes, fui del ensayo académico, pasando por el llamado ensayo creativo-literario, para llevar al género hacia la narrativa, la ficción e incluso la prosa poética", describió.

La terquedad de la esperanza es un texto que habla sobre la formación de un grupo de jóvenes universitarios que desearon un cambio no sólo en la educación y la cultura mexicana, sino en la política y en la sociedad en general: "el Ateneo fue la reunión de muchas ideas que convergieron en el objetivo de criticar y echar a abajo la falsa idea del progreso racional positivista que no sólo imperaba en las políticas y economías del México porfiriano, sino que permeaba en casi toda América y parte de Europa.

Un libro, refirió el escritor y periodista, sobre el ensayo como instrumento de crítica de la cultura entendiendo que en la cultura están las artes, la política y la economía; un género que nos habla sobre cómo entender el presente por medio del conocimiento del pasado y las tradiciones sociales, y cómo hace un siglo se defendió la libertad de expresión, de cátedra, y se luchó contra la injusticia social.