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Narcisismo en potencia

La importancia de una autoestima apegada a la realidad

Foto: Archivo Siglo Nuevo.

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Marimar Centeno

Cada vez es más común encontrarse con jóvenes adultos que a causa de la sobrevaloración de sus padres, no maduraron sus fantasías infantiles y tienen ideas de grandeza sobre sí mismos, poseen un autoconcepto y una autoimagen distorsionada, desapegada de la realidad.

Freud definía el narcisismo como el hecho de depositar la energía libidinal en sí mismo, admirarse, quererse, tocarse hasta sentir el máximo placer, olvidándose del mundo exterior. Cuando una persona crece pensando sólo en sí misma, va a carecer de empatía y se puede convertir en un adulto que pensará solamente en lograr sus deseos sin importar pasar por encima de los sentimientos de los demás, ya que emocionalmente y en su mundo, nadie más existe, solamente la inmediatez de la satisfacción propia.

Los niños que desarrollaron un narcisismo patológico poseen en su etapa adulta un 'yo' grandioso, es decir, siguen teniendo la misma necesidad de ser el centro de atención que cuando eran pequeños, de modo que no ser reconocidos y alabados les genera una gran frustración, así que pueden desarrollar un coeficiente intelectual muy alto y tener las mejores calificaciones sin que esos logros les generen gratificación porque lo único que los motiva es seguir siendo vistos y admirados.

SUBJETIVIDAD, UN FILTRO PELIGROSO

Los padres acunan personalidades narcisistas. Los niños interiorizan una imagen distorsionada de sí mismos cuando los papás los ven como seres superiores, constantemente les dan mensajes de sobrevaloración, los alaban, anulando incluso las capacidades de los otros niños e insistiéndoles que son más importantes que ellos y que merecen las mejores oportunidades siempre. Otro factor importante que desencadena el narcisismo es el consumismo ya que aprenden a valorarse a través de la marca de ropa u objetos que portan, con la falsa creencia de que por esa razón merecen un trato especial, esto quiere decir su escala de valores está cosificada.

Cuando una persona crece con los rasgos narcisistas y esto define su personalidad adulta, puede ocurrir, por ejemplo, que al llegar a algún lugar donde siente que no tiene el trato que cree merecer en sus pensamientos de grandiosidad, experimente poca tolerancia a la frustración, lo que a su vez desencadenará sentimientos de hostilidad y reacciones agresivas. Un narcisista no tolera la idea de esperar y hacer fila para entrar a un evento, se siente con derechos de devaluar siempre a las demás personas o a quienes ya tienen algún logro importante en su vida personal.

Al no saber manejar todos los sentimientos y emociones que su personalidad le genera, es muy vulnerable a caer en algún tipo de adicción, ya que necesita un mediador con la realidad externa que le genera displacer por sus altas exigencias internas.

Difícilmente logrará establecer un vínculo afectivo de amor genuino, ya que muchas veces, gracias a la sobrevaloración de uno o ambos padres, siente que 'nadie lo merece', no hay persona digna de estar a su lado, por lo que busca la manera de excitarse y generarse placer solo, se enaltece frente al espejo y su dialogo interno está centrado en pensamientos de magnificencia y proyectos de alcance mundial desapegados de la realidad.

EL ENEMIGO A VENCER

Todos los niños, desde su edad más temprana, son muy sensibles al trato y opinión de sus padres, de tal forma que aunque pueden enseñarles ciertas normas de comportamiento en la escuela es lo que observen de sus padres al llegar a casa lo que afectará de manera directa la formación de su personalidad, ya que existe una tendencia natural a darle mayor atención al ejemplo de sus progenitores que al de otras personas.

Es por eso que los padres deben tener cuidado de no pasar la delgada línea entre construir una autoestima positiva y alimentar un narcisismo patológico con halagos desmesurados. No es lo mismo decir, por ejemplo: “para mí, eres la niña más hermosa”, a decir: “eres la niña más hermosa del mundo”, o bien, “eres un niño muy inteligente”, a “eres el más inteligente, no hay nadie como tú”.

La sobrevaloración lleva implícita la falta de humildad, son semillas de arrogancia y envidia que pueden traer en un futuro comportamientos hostiles hacia un mundo carente de significado emocional, ya que todo gira en torno a la competencia.

NARCISISMO Y AUTOESTIMA

El narcisismo se caracteriza porque percibe la realidad de manera subjetiva. La persona cree tener la verdad absoluta, sólo importan sus deseos, sin embargo, sus ideas de grandiosidad esconden un profundo miedo al fracaso ya que está centrada en la idea de ser vista y admirada porque de eso depende su estabilidad emocional, de que los comentarios externos afirmen su personalidad sobrevaluada, y por supuesto son personas que no toleran las críticas.

Cuando se tiene una buena autoestima, se habla de que la persona posee pensamientos y sentimientos apegados a la realidad, su seguridad no se basa en comentarios externos, los logros personales resultan gratificantes por el esfuerzo que implicó en un mundo lleno de significado, hay conciencia no solo del valor propio sino del valor de la otredad, existe empatía y sensibilidad hacia los demás, sabe que pedir apoyo es tan bueno como brindarlo, posee humildad y un alto grado de sentido humano.

Para lograr el desarrollo de una buena autoestima, los padres deben fomentar el trabajo en equipo, la compasión y la cooperación, desarrollar la empatía en sus hijos hacia cualquier forma de vida, involucrarse en su formación participando como familia en labores sociales, felicitarlos por sus logros y habilidades sin sobreestimarlos, apegados a la realidad, comunicarse de manera clara y comprensiva, explicándoles que no pasa nada si se equivocan, ya que con esfuerzo y constancia pueden lograr sus objetivos.

Es necesario ir más allá de las palabras, los niños necesitan ser vistos, escuchados, es vital que se sientan seguros y protegidos en un ambiente de respeto, que la parte afectiva esté bien cubierta por medio contacto físico como los abrazos, los besos espontáneos, las caricias, ya que ellos se verán a sí mismos de adultos como los hayan visto sus papás de niños.

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