Chile es una fiesta; 99 años de nada terminan en la celebración de un campeonato continental. Y es que Chile nunca había ganado nada.
El sábado pasado, los chilenos no sólo le dieron una alegría a su gente, sino que además prolongaron la decepción argentina, que se extiende ya a 22 años desde su último título (precisamente en Copa América, ante la Selección Mexicana en la final de 1993).
Chile es merecedor de la gloria. La buscaron con convicción desde el inicio de la Copa, sabedores que cuentan con una generación privilegiada, encabezada por el Rey Arturo, dirigidos por un técnico argentino.
Jorge Sampaoli es el artífice del éxito andino, que para conseguirlo, tuvo que sortear obstáculos de distinta índole: La "revisión de escroto" de Gonzalo Jara al uruguayo Edison Cavani, la polémica del arbitraje, los excesos de Vidal afuera del campo.
Sampaoli "perdonó" a su mejor hombre porque lo necesitaba; aquí no cabe la doble moral, el título estaba en la mira.
Luego de protagonizar un accidente de tránsito, bajo los influjos del alcohol sobre su auto de lujo, Arturo Vidal pidió perdón y se concentró en jugar. No había por qué desviarse del objetivo.
Sampaoli mantuvo la unión en el grupo y ahora le brinda a una nación un motivo para sonreír.
Una vez más, el futbol nos enseña que no se trata de tener al mejor jugador, sino de jugar en equipo. Y así, Messi seguirá señalado como el que "no ha ganado nada" (en selección), para que Maradona siga tranquilo en el Olimpo.
En una zona menos agraciada, México querrá cambiar la imagen de los últimos juegos.
El "Piojo" repite el mismo discurso de siempre: "Vamos a quedar campeones". Sólo que ahora sí tiene argumentos y a los mejores hombres para lograrlo.
Chile ya puso el ejemplo, le toca al Tricolor sacar la inspiración.
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