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CRÓNICA LERDENSE

Tres de julio, nacimiento de Sarabia

Francisco Sarabia y amigos descansando y tomando alimentos en Pedriceña, camino a Durango.

Francisco Sarabia y amigos descansando y tomando alimentos en Pedriceña, camino a Durango.

JOSÉ JESÚS VARGAS GARZA, CRONISTA OFICIAL DE LERDO

En Lerdo hubo una tradición muy interesante como sus acequias llenas de árboles frondosos y flores aromáticas localizadas sobre sus calles por donde corría el agua del río Nazas y grandes casonas con anchos muros de adobe. Precisamente en la casa donde habitaba don Santiago Sarabia y la Señora María Tinoco, estaba ubicada por la Avenida Progreso (que hoy lleva Sarabia), en Ciudad Lerdo, contaba en su interior de árboles frutales de duraznos y de membrillos que esparcían gratos aromas. Fue entonces que en las postrimerías del siglo XX, en el hogar de esa familia respetable trajeron al mundo a un robusto niño el 3 de julio de 1900, Dgo., al cual dieron por nombre Francisco. Ocupó el quinto lugar entre ocho hermanos: Carlos, Jesús, Macedonia, Leonor, Santiago, José Herculano y María Concepción.

Siendo un niño Francisco era como todos, le gustaban los juegos y un buen nadador, y no es cierto que desde esa edad tenía inquietudes por la aviación. Las primeras letras las aprendió en Ciudad Lerdo, Dgo., su tierra natal. En esa etapa de la vida de Sarabia la ciudad de Lerdo fue uno de los lugares que le afectó el movimiento armado de 1910, en tal sentido que junto con sus hermanos y madre pasaron grandes sinsabores a las puertas de la casa, razón por la cual don Santiago se llevó a su familia a Canatlàn, Dgo., comunidad serrana al norte del Estado de Durango. Después se trasladan a la Capital Durango, huyendo de la guerra revolucionaria, allí se enfrentan a las consecuencias del hambre, levas, enfermedades y desaparecidos y se pierden los dos hermanos mayores Carlos y Jesús. Ante estas situaciones don Santiago el padre de Sarabia se enfermó para ya no levantarse jamás. Doña Mariquita su madre, como pudo abordó un tren militar regresando con sus hijos a su tranquila Ciudad Lerdo a la modesta casa de la familia.

Fue así como el niño Francisco a la edad de 12 años queda huérfano de padre haciéndose cargo de él, su tío Herculano Sarabia, apoyándolo económicamente para terminar sus estudios de primaria. En plena Revolución el niño Sarabia se traslada a El Paso, Texas. Aquí Francisco tuvo otro apoyo de don Miguel Tinoco, tío por parte de su madre y envió a Sarabia al New México State Collage a estudiar preparatoria y agricultura en Las Cruces, Nuevo México. A los 19 años obtuvo su título de la carrera de teneduría de libros y una vez recibido regresó en 1919 a Lerdo, Dgo., México, para trabajar en un Banco de Torreón, Coahuila.

A Doña Mariquita su madre le dio mucha alegría y estaba muy contenta de que su hijo estuviera nuevamente en su terruño. En ese tiempo todavía tan siquiera pensaba aprender a volar para cruzar el mar y perderse en las nubes. En determinado momento no soportó el aburrimiento de los libros y fue en busca de su tío don Ramón García, quien figuraba como funcionario del gobierno del Estado de Durango y lo manda otra vez a los Estados Unidos. Ya para entonces Sarabia tenía la edad de 20 años y se inscribió para tomar cursos de Ingeniería Mecánica Automotriz en el colegio Sweeney Engineerig Automovile School, en Kansas City, Missouri, donde se graduó y se especializó en motores de explosión.

A principios de los años de 1920 los automóviles en la región Lagunera eran algo raro y los servicios de talleres mecánicos más extraños todavía. En ese tiempo el medio de transporte lo era el tranvía eléctrico de Lerdo a Torreón, que hacía el servicio de pasajeros entre las tres ciudades. Sin embargo, al poco tiempo se observaron los primeros carros Ford, Chevrolet y los Dodge, los cuales se movían majestuosamente por las calles polvorientas. Al terminar los cursos de Automotriz, Sarabia regresa al país mexicano y establece un modesto taller mecánico en la ciudad de Torreón, Coah., donde sus ayudantes y aprendices fueron sus hermanos Santiago y José Herculano. Muy pronto infinidad de automovilistas que había en Torreón, Gómez Palacio, San Pedro de las Colonias y Lerdo. Fue así como el taller de Sarabia se hizo famoso gracias al espléndido servicio que se daba, No solamente en el taller se reparaban automóviles, sino que se incluían motocicletas, Indian y Harley Davidson.

La novedad en ese entonces fueron los motores de arranque que se empezaban a utilizar en los Estados Unidos, conocidos como marchas; esos aparatos transformaron el modo de echar andar los motores de combustión acabando con el sistema de darle vueltas al pesado y peligroso cran, fue por eso que Sarabia solicitó un pedido a la Science Engenering de veinte motores de arranque. Dentro de esas experiencias de la modernidad de la mecánica automotriz, se conoció tras fronteras fuera de La Laguna. Un día llegó hasta las puertas del taller de Sarabia el mismo Doroteo Arango, el famoso Francisco Villa, quien solicitó los servicios para que le instalaran motores de arranque a un carro Ford y al Dodge; con las innovaciones hechas por Sarabia a los carros del Centauro del Norte, éste quedó complacido. Asimismo, realizó adecuaciones para el despacho de gasolina de los expendios que en ese tiempo existían, instalándoles bombas despachadoras de acuerdo con un inventó que concibió el lerdense Francisco, como sus hermanos, tenían una alta afición por las motocicletas, y participaban en las carreras de motociclismo entre la ciudad de Torreón a San Pedro de las Colonias.

Fue tanta la fama que tenía Sarabia en la región en su especialización automotriz, que una compañía de automóviles llamada Willys, lo invitó a la ciudad de Durango, pues pretendía poner una agencia para distribuir sus vehículos en la región. Por tal razón contrató a Sarabia para que promocionara la venta de vehículos modelos Willys, Overland y Night y el establecimiento de un taller mecánico. En el taller de Willys el joven Francisco como un maestro natural formó excelentes mecánicos. Para darle publicidad a la Compañía se organizaron una serie de carreras de automóviles a cargo de Francisco, primero en tramos cortos en la Región y luego de Torreón a Durango. Con esta clase de actividad Sarabia promovió que le hicieran mejoras a las vías de comunicación que se encontraban convertidas en malos caminos.

Durante el tiempo que Sarabia estuvo establecido en Durango, de vez en cuando visitaba la casa paterna en Lerdo a saludar a su madre Mariquita, quien siempre rogaba a Dios para que protegiera a su hijo. Francisco vivía en dos mundos a la vez, uno era su romántica niñez y el otro un futuro independiente, deseaba estar en Lerdo, arribaba a la casa y ya ansiaba regresar a Durango, porque además allí estaba la novia, quien admiraba tanto los ojos verdes del lerdense. En Durango se paseaba por la Plaza de Armas y se encontraba con ella, que con una sonrisa y un saludo era el único contacto. Pero el destino lo conectó también con Jesús Salas Barraza, aquel misterioso personaje que la historia registraría como el traidor y el asesino del Centauro del Norte.

En aquella tierra de los alacranes se vivía una vida tranquila y llena de esperanza, donde a Sarabia lo conquistó aquella sonrisa iluminada de Agripina Díaz López, quien era hija del entonces Presidente Municipal de la capital, Señor Manuel Díaz. Llegando a matrimoniarse a la edad de 26 años, lo que hizo en forma definitiva y sin muchos bombos y fiestas, pero dentro de las normas sociales, Francisco y Agripina unieron sus vidas y se casaron el 24 de mayo de 1926. Y aquí empieza una nueva etapa de su vida.

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