La obra del alumbrado público de Torreón es motivo de confrontación entre el alcalde Miguel Riquelme y algunos líderes de opinión de nuestra ciudad, que demandan de la autoridad transparencia en la operación del contrato concesión celebrado el año pasado con una empresa privada, así como supervisión profesional en cuanto a la calidad de los trabajos y materiales empleados.
Entre los reclamos se encuentra el que hace el dirigente del Consejo Lagunero de Iniciativa Privada CLIP, quien con toda razón plantea algunos cuestionamientos que en esencia, se refieren a que las instalaciones que aparecen según el actual estado de avance, no implican la renovación total que se ofreció de la infraestructura utilizando lámparas, postes y cables nuevos, lo cual puede ser apreciado a simple vista por cualquiera.
Al hecho comprobable de que la renovación total del alumbrado público no es tal, se suma la opacidad de la operación que impide conocer de primera mano el grado de cumplimiento del contrato en avance y calidad, ya que la empresa encargada de la supervisión brilla por su ausencia.
En forma que rebasa nuestra capacidad de asombro, Riquelme acusa públicamente al dirigente del CLIP de ejercer un protagonismo con el objeto de obtener una dádiva del gobierno municipal a su cargo, que se concrete en un puesto de trabajo, la asignación de un contrato de obra pública o cualquiera otra ventaja económica en beneficio particular, lo que en palabras del viejo dictador Porfirio Díaz se dice: "ese gallo quiere máiz...".
La acusación es una afrenta para la comunidad en su conjunto, porque entraña una confesión del modo en que el moreirato obtiene el control de líderes sociales de diversas raleas, mediante el uso de una cartera abierta y el desvío de recursos públicos sin tasa ni medida. La estrategia mencionada proporciona al sistema un férreo control político de la entidad, que corre a la par de una quiebra de las finanzas de Estado y Municipio que no tiene precedente en la historia de Coahuila, ni se compara a ningún otro Estado de la República.
Lo que sigue es que el dirigente del CLIP se sostenga dignamente en su posición y en lo dicho, para que una jauría represiva se le vaya encima armándole un escándalo de pronóstico reservado, que incluya espionaje telefónico y acusaciones que expongan a la vergüenza pública, episodios íntimos de la vida privada del empresario.
Lo peor del caso es que esa forma de ejercer el poder envilece a la comunidad coahuilense en su conjunto, hasta el punto de que es frecuente y hasta generalizado pensar que en efecto, sólo alguien que esté loco o busque un acomodo en el corrupto sistema que es objeto de comentario, se atreve a cuestionar el proceder del grupo faccioso que mal gobierna nuestra Ciudad y Estado.
La política de compra de conciencias es un crimen que mata al espíritu y limita las posibilidades de participación ciudadana a pequeños baluartes, cuyo sostenimiento requiere de esfuerzos extraordinarios que exigen jugarse el pellejo. Nada que tenga que ver con un verdadero sistema democrático.
Riquelme pide un absurdo a la comunidad al pretender que no se opine sobre la obra de reposición del alumbrado público hasta que esté concluida y sea recibida en un cien por ciento por el Municipio, puesto que eso implica cerrar los ojos e ignorar anomalías y deficiencias evidentes que se aprecian sobre la marcha y que si no se corrigen oportunamente, menos se corregirán a toro pasado.
Como si no existiera el precedente de la megadeuda a nivel Estado, como si no existiera la devastación física, social, humana, institucional y económica en la que el moreirato tiene sumida a nuestra ciudad, Riquelme asegura que el Ayuntamiento que preside será el principal vigilante de que se entreguen bien las obras cuyo comentario nos ocupa. En el tema del alumbrado público, el alcalde pasa de la descalificación y el pleito a la burla y pide "paciencia y calma", a una ciudadanía que ha sido algo más que paciente.
