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La felicidad de los hijos

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Marcela Pámanes

Las expectativas que tenemos las madres en relación a los hijos son grandes. Creo que todas coincidimos en que prioritariamente queremos que sean felices, aunque la definición de felicidad la pongamos nosotros y no ellos.

En un mundo de tanta competencia, donde nos enteramos de inmediato de los viajes, de las parejas, de los estudios, de las fiestas a las que asisten, de las amistades, de las aficiones, en resumen de la vida de los hijos de las amigas, conocidas y también gente ajena a nosotros, es muy probable que nos confronten las comparaciones.

Comparar sirve para fijar la atención en las coincidencias y diferencias para descubrir sus relaciones, para lo que no sirven las comparaciones es para envidar.

Cada individuo responde a un tiempo, un espacio, estímulos y cultura que son distintos en cada familia. Situaciones de carácter físico o emocional inciden para que alguien logre o no esas metas que hemos establecido como necesarias para considerar a los hijos triunfadores.

¿Qué pasa cuando el hijo o la hija llega y rompe con los moldes de felicidad y éxito estereotipado? Sucede que tiembla el mundo, nos agobiamos, nos entristecemos y de inmediato las preguntas llegan, ¿en qué me equivoqué? ¿Qué hice mal? ¿Por qué mi hijo no puede ser como yo quería que fuera?

Un individuo es una persona independiente respecto de los demás, un ser autónomo que se define por su capacidad racional y su fuerza de voluntad entre otras cosas, así que habría que pensar por qué somos tan proclives a medir los resultados con base en comparaciones que, además, siempre son expresadas en términos de adjetivos calificativos.

Soltar a los hijos, escucharlos y aceptar sus decisiones es un trabajo que cuesta pero que vale la pena.

Carlos acaba de anunciar en casa que deja la universidad, quiere emprender un viaje de la mano de una fundación internacional que ayuda a comunidades en pobreza. La noticia cae como bomba, no era lo que esperaban de él. La madre se deja llevar por la tristeza y el sentimiento de culpa, se cuelga el “fracaso” como letra escarlata. No pensamos en los cientos, miles, millones de personas que no tienen un título universitario pero están haciendo lo que les gusta, lo que los apasiona, y eso es suficiente para que su vida esté llena de felicidad.

Pasa igual con la elección de pareja. Sergio llega a casa de sus padres con su novia, es la presentación que le da más formalidad a la relación. Los padres de Sergio los ven entrar, no hay manera de disimular, hay una impresión negativa, Clara tiene tatuajes en los brazos que, lejos de ocultar, exhibe con orgullo. Una chica que rompe con los esquemas de “normalidad” tendrá que vencer las resistencias propias de las diferencias de criterios y hasta valores. Pero resulta que Sergio es muy feliz con Clara, que su relación le ha permitido encontrar el equilibrio y el centro.

¿Qué tienen en común Sergio y Carlos? Que se atrevieron a tomar decisiones sin tomar en cuenta las comparaciones.

La felicidad de los hijos no está donde nosotros queremos que esté. La realización personal es un trabajo a veces doloroso, controvertido, pero sumamente esperanzador. Si de verdad lo que nos alienta es ese deseo de felicidad para ellos, hay que confiar en que ya hicimos lo que teníamos que hacer en su formación y que ahora les toca a ellos decidir el camino que los llevará a estar paz consigo mismos.

Twitter: @mpamanes

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