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Anonymous

¿Quién fue realmente William Shakespeare?

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Alejandro Rodríguez Santibáñez

La película Anonymus juega con una vieja teoría en torno a la verdadera identidad de William Shakespeare. La grandeza de sus obras, sin embargo, queda fuera de cualquier cuestionamiento, dándole a este filme una dimensión de simple ficción.

La película Anonymous (2011) plantea una posibilidad añejamente considerada: que el dramaturgo William Shakespeare no haya sido el autor de sus inmortales obras y que otra persona, desconocida en la posteridad, fue el real autor de tan impresionantes personajes y tragicomedias.

¿De dónde parte la hipótesis? Según esto, que un actor ('actorzucho', como lo hacen ver en el filme, de hecho casi analfabeta) de la época, como había tantos, no tendría la capacidad para escribir los sonetos, las comedias o un Hamlet, con toda la carga emocional, estética y psicológica que tal obra conlleva. Que un actor no tendría acceso a una educación adecuada y que solamente un noble con mucha (demasiada) erudición pudo escribir lo que se llevó a escena bajo el nombre de William Shakespeare.

La película presenta al Conde de Oxford, quien debido a su historial en la corte de Elizabeth y los diversos deberes sociales y aristocráticos que su abolengo le exigía, no podía darse a conocer como un dramaturgo, de modo que con ayuda de un intermediario, Ben Johnson (que representa al gran crítico literario de Shakespeare, el Doctor Johnson, quien vivió dos siglos después, pero que funciona como arquetipo de quien revive el real valor de las obras shakesperianas), logra poner en escena la obra en el teatro londinense. Ante el increíble aplauso tras la representación de la histórica Enrique V, un actor de medio pelo, llamado William Shakespeare, que había participado en la misma, se percata de que nadie sale a agradecer al público como autor de la obra. O más bien, que tal escritor no está presente o no quiere darse a conocer, así que aprovecha y en un momento de lucidez, toma el libreto y sale al escenario para adjudicarse la carretada de aplausos.

Claro que el autor de la obra, el supuesto Conde de Oxford, se encontraba presente viendo cómo se representaba por vez primera su épica Enrique V y lejos de molestarse, vio en ello una gran oportunidad para dar luz a todas sus obras para que no murieran en el olvido. Dejó entonces de ser un anónimo y comenzó a facilitar sus obras al desconocido 'actorcillo' William Shakespeare, con el fin de que fueran bien representadas.

La tragedia (no podía faltar el género tratándose de tal personaje) es que actualmente vanagloriamos como el mejor escritor de todos los tiempos a alguien que apenas y podía leer y que el real autor de tan inmensos trabajos, el Conde de Oxford, ha quedado sepultado en la nada.

NO IMPORTA EL NOMBRE

La falla de la hipótesis es que se olvida de lo existente: la obra shakesperiana. En el póster de la película aparece: Was Shakespeare a Fraud? (¿Fue Shakespeare un fraude?) y la respuesta es negativa, pues es imposible que se niegue la existencia de las obras, que ahí están y que tanta conciencia y belleza han generado. Que el que la escribió se llame Juanito, Jorguito, William o sea un Conde de Ciudad Lerdo, es lo de menos. El autor importa menos que su obra y eso se aplica en todos los géneros literarios, así como en la música y la pintura,

Si se quiere demeritar al que conocemos como William Shakespeare para sugerir que fue otro quien escribió sus textos, sea. Pero los textos existen y toda la belleza y riqueza que hay en ellos son reales, eso no cambia ni se transforma, sólo se redescubre una y otra vez, cada vez con más sustancia conforme más son releídas las obras.

Es tan importante la obra de William Shakespeare, que deja de ser de él, porque en sí misma pertenece a la humanidad, ya no al autor. Es uno de los grandes generadores de conciencia, que en base a los mitos griegos, a sus lecturas clásicas y al privilegio de nacer como un elegido de las musas, crea una nueva forma de concebir al mundo, de conocer a fondo a tan diversos personajes y a crear profundas situaciones que confrontan al espectador.

ES UNA CONCIENCIA

Los fenómenos literarios han existido a través de la historia artística del hombre, pero los que han generado un autoconocimiento real han sido pocos y, por lo mismo, dejan de pertenecer a su autor para convertirse en parte de la psicología del ser humano.

Los mitos griegos, Homero, Sócrates y Platón, el Antiguo y Nuevo Testamento, Dante, Cervantes y William Shakespeare son los grandes, ya no personajes o escritores, sino corrientes literarias que dieron una nueva noción al mundo y, más importante, al autoconocimiento. Dejan de ser autores para convertirse en conciencias de la humanidad, en espejos, en creadores de situaciones y personajes que ayudan al espectador a conocer su lugar en sí mismo, en el universo y ante la divinidad, que son los tres temas que los filósofos razonan.

Quizá podríamos agregar a Dostoievski como uno de los grandes psicólogos de la modernidad, conocedor de las pasiones humanas, o al mismo Freud, gran estudioso de los mitos griegos, de Platón y del fenómeno Shakespeare, como autores que buscan la generación de conciencia y cumplir el decreto de Sócrates: “Conócete a ti mismo”.

NO ES MALA, PERO…

En sí el planteamiento de la película es válido y es probable, aunque por supuesto le falta argumento científico e histórico: se basan en que William Shakespeare escribió su testamento dejando las pocas posesiones materiales que tenía y ya, sin hacer mención a alguna de sus obras. Pero como ya se dijo, probablemente estas ya no le pertenecieran.

El romance que el filme plantea con la reina Elizabeth I, es muy poco probable (Elizabeth, lejos de ser la Reina Virgen, tuvo muchos amantes, pero eran más bien corsarios y hombres rudos, no artistas) aunque no del todo imposible. Pero que el Conde de Oxford (el supuesto real William Shakespeare) fuera hijo de Elizabeth, se acostara con ella y tuvieran un hijo, suena a Edipo, a Hamlet, por supuesto, y es una licencia demasiado grande, quizá buscando una tragedia griega dentro de la vida del autor, como colmo a las lecturas en las que tanto se inspiró.

EL TESORO

Para los grandes críticos, no existe obra más importante que Hamlet. Es el gran personaje de la literatura y el gran generador de autoconocimiento: el hombre desterrado que se busca a sí mismo y que al encontrarse tiene que conseguir justicia y recuperar su verdadero lugar en el mundo. Otras tragedias, como Otelo, El rey Lear y Romeo y Julieta, forman parte vital en el canon de la literatura universal.

Las comedias Sueño de Una Noche de Verano, La tempestad o La fierecilla domada, también figuran como obras imprescindibles para quien gusta de la buena lectura.

En particular prefiero el Shakespeare histórico: Julio César, Antonio y Cleopatra, Macbeth (que se considera tragedia) Eduardo III, Enrique II, las dos partes de Enrique IV, la gran Enrique V y la famosa Ricardo III.

Al final, no importa realmente cómo se llama y apellida el autor de tan impresionante trabajo. Sócrates decía (también Juan Rulfo, y en realidad casi todos los artistas lo afirman) que sólo se es poseso de los dioses para servir de conducto y redactar, componer o pintar lo que las musas, la divinidad o la totalidad está queriendo expresar. Eso es el artista en esencia y eso fue y es el gran fenómeno conocido como William Shakespeare.

Twitter: @AlexRodriguezSa

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