Apareció por ahí un libro que habla del desorden en los tribunales, y el desorden se refiere principalmente a las cosas que se dicen y que tienen que ser transcritas textualmente "por los taquígrafos", según dice ahí, aunque yo no creo que con los recursos tecnológicos de que se dispone actualmente sigan ocupándose taquígrafos… pero en fin. Lo importante es que en los tribunales se dicen y se oyen tantas y tan absurdas sinrazones que resulta divertido echarles un vistazo.
¿Cuál es la fecha de su cumpleaños? Le pregunta el abogado a la testigo y ella contesta: El 15 de julio. ¿Qué año? A lo que la mujer contesta: "todos los años". Pues sí, tiene razón, todos los años celebra su cumpleaños el mismo día. Más absurdo fue el tipo al que le preguntaron: ¿qué edad tiene su hijo? 38 ó 35, contestó, no me acuerdo. Pero, ¿hace cuánto tiempo vive con usted? Y el tipo contesta con mucha seguridad: hace 45 años.
A una mujer que golpeó salvajemente a su marido le preguntó el abogado: ¿Qué es lo primero que dijo su marido aquella mañana? Dijo: ¿Dónde estoy, Bety? ¿Y por qué a usted eso la hizo enojar? Es que yo me llamo Celia, respondió la mujer rechinando los dientes.
No siempre los absurdos son los o las testigos. Los abogados a veces son los que dan sus patinadas, como el que preguntó: Su hijo más joven, el de 20 años, ¿qué edad tiene? O el otro que dijo: sobre esta foto suya, ¿estaba usted presente cuando fue sacada?
Imagínese, señora que en un juicio, el fiscal le pregunte: ¿entonces la fecha en que concibió a su bebé es el 8 de agosto? Usted contesta afirmativamente y el abogado le pregunta, ¿y qué estaba haciendo usted ese día...?
Es necesario hablar claro. Es que a veces damos por entendido algo que no lo es. Por ejemplo, el abogado que le dice a la testigo: Aquí en la corte, a cada pregunta que yo le haga, la respuesta debe ser oral, ¿entendido? Bien. ¿A qué escuela va usted? Y la testigo responde: oral.
Hay ocasiones en que la pregunta es tan estúpida que dan ganas de contestar irónicamente. Como el médico forense al que le preguntó el fiscal: ¿Cuántas autopsias ha practicado usted en cadáveres? Y el doctor contestó: todas las autopsias que he hecho han sido en cadáveres. Pues sí, pienso yo. Hacer una autopsia en una persona viva hubiera sido un acto de gran crueldad.
A ese mismo médico le preguntaron en otra ocasión: ¿a qué horas comenzó usted a practicar la autopsia? Empecé exactamente a las 8.30 de la noche. ¿Y a esa hora la víctima ya había muerto? No, fíjese -contestó el doctor con mucha sorna- la víctima estaba sentada en la camilla, preguntándome por qué le estaba haciendo yo la autopsia.
Termino con un diálogo también entre el forense y el fiscal, que me pareció genial: Doctor, antes de hacer la autopsia, ¿checó usted el pulso de la víctima? No. ¿Checó la presión arterial? Tampoco. ¿Checó la respiración? Para nada. Entonces, existe la posibilidad de que la víctima estuviera viva cuando empezó la autopsia. NO. ¿Cómo puede usted estar tan seguro? Porque el cerebro del paciente estaba en una jarra sobre la mesa. ¿Pero admite usted que el tipo podría estar vivo? Sí, es posible que estuviera vivo y estudiando Derecho en la misma facultad en la que usted se graduó.
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PREGUNTA DEL PÚBLICO:
En una ocasión, explicaba usted los fundamentos por los que el uso de la palabra "estadunidense" era la correcta en lugar de "estadounidense". Le agradeceré mucho me diga esos fundamentos.
RESPUESTA:
Debe haber una confusión, porque yo nunca he afirmado que la palabra estadunidense sea la correcta. Según el Diccionario de la Academia Española, las dos formas pueden usarse indistintamente: estadunidense o estadounidense.
Reflexión: La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen para provecho de gentes que sí se conocen, pero que no se masacran. ¿Cómo dijo? LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA.
