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Tierra de cárteles

JESÚS SILVA-HERZOG

Esta semana se estrenará el documental "Tierra de cárteles," cinta de Matthew Heineman que retrata la formación de ejércitos privados en México y Estados Unidos. Cuando un gobierno es incapaz de proveer lo elemental, cuando se habita una tierra sin ley los hombres no tienen más remedio que armarse para protegerse. La película captura dos procesos paralelos: uno en la frontera de los Estados Unidos y el otro en la tierra caliente de Michoacán. Podría pensarse que no hay nada en común en estos casos. Una ultraderecha xenófoba y antimexicana que ve al gobierno federal como cómplice de una invasión de mafiosos y ladrones de trabajo. Autodefensas que invocan un artículo de la constitución para fincar el derecho a sobrevivir. El paralelo es, sin embargo, muy claro: en ambos casos se vive la sensación de un abandono, una traición. Quien tiene el deber de hacer cumplir la ley se ausenta o se entrega. El enemigo que amenaza tiene el campo libre. La preservación de lo elemental está en juego. En esa desesperación incuba el impulso de tomar las armas. Lo que sucede después de esa decisión escapa a la voluntad de los valientes. Empuñar las armas, asumir el derecho de castigar es pactar con la tragedia: el justiciero se transforma pronto en bandido.

Si bien la cinta intenta simetría entre México y Estados Unidos, el peso dramático está, sin duda, en Michoacán. La muerte aquí no es metáfora. La ilegalidad aquí no es lejanía del Estado sino ausencia y complicidad con los criminales. El director del documental llegó a México con la idea de retratar la osadía de quienes salvan a su pueblo. Un admirable atrevimiento que devuelve tranquilidad a la gente. Desde Nueva York imaginaba la posibilidad de captar la escenificación de un Western de la vida real: una historia de héroes que se enfrentan a los villanos. Después de meses de convivir con los autodefensas su cámara captó una realidad mucho más compleja. La frontera entre el bien y el mal es mucho más borrosa de lo que Hollywood nos ha contado.

Nadie ha seguido con tanta cercanía a los autodefensas michoacanos. Cartel Land muestra el lado íntimo, por decirlo de algún modo, de los paramilitares de Tepalcatepec. No es un cuadro simple sino un enredo de ladrones y justicieros, atropellos y venganzas. Nadie con cámara y micrófono ha logrado esta cercanía con las guardias rurales y, en particular con el doctor Mireles, su carismático dirigente. Heineman logra un fascinante retrato del fundador de las autodefensas. Lo muestra sensible como médico, elocuente como comunicador, firme como un dirigente social que llama a tomar las armas, la más dramática de las opciones cívicas. Heineman entra a su vida privado: el esposo, el abuelo, el amante que coquetea con una jovencita. El lente del director queda atrapado también en las confrontaciones de fuego y escapa de una emboscada. La historia del héroe se mancha. Los justicieros se convierten en vengadores abusivos. El médico da órdenes de tortura y de muerte. Las autodefensas abren calabozos para la crueldad y los tormentos. Escuchamos en la cinta los gritos de sus presas como si fueran trofeos de cazador. La historia de vaqueros no tiene final feliz.

A decir verdad, pocos pueden decirse sorprendidos del desenlace. La formación de ejércitos privados nunca ha sido salida del círculo de la violencia. Los paramilitares, siendo alivio temporal, prolongan la barbarie.

Los ejércitos privados podrán nacer como recurso desesperado ante el crimen pero son, irremediablemente, fuente de más crimen. El paramilitarismo no es una cura como creyó la torpe política del presidente Peña Nieto y su efímero procónsul en Michoacán. El novelista colombiano Héctor Abad nos lo advertía hace tiempo en las páginas del New York Times: los paramilitares empiezan matando a los narcotraficantes, a los secuestradores, a los extorsionadores, pero no se detienen ahí. Después vienen sus familiares, sus amigos. O los que parecen sus familiares o han escuchado que son sus amigos. El rumor de que alguien es colaborador de un delincuente es suficiente para proceder a su exterminio. Parece claro: la pasión de la venganza privada no puede ser cimiento de civilidad. "Permitir los ejércitos privados, decía Abad, es crear un monstruo como la Hidra: si cortas una cabeza, crecerán dos más."

"Tierra de cárteles" se estrena en México este 2 de julio. Vale verla y, sobre todo, discutirla.

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