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Vientos de guerra mundial

NUESTRO CONCEPTO

Entre los líderes de opinión del orbe no son pocos los que perciben que desde hace algunos años se viene configurando un escenario para una nueva guerra mundial. Para otros, esa guerra ya inició. Uno de ellos es el Papa Francisco, quien hace tres semanas, durante su visita a Bosnia, declaró: “en nuestro tiempo, el deseo de paz y el compromiso por construirla contrastan con el hecho de que en el mundo existen numerosos conflictos armados. Es una especie de tercera guerra mundial combatida por partes y, en el contexto de la comunicación global, se percibe un clima de guerra”. Los últimos acontecimientos en Europa, Asia y África parecen confirmar lo dicho por el Sumo Pontífice, y los frentes de esa guerra, eventual o en ciernes, son múltiples.

Desde el inicio de este siglo, con el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York como arranque, se ha considerado que Occidente libra una guerra mundial contra el terrorismo, pero en los últimos años la violencia y la frecuencia de los ataques se han multiplicado. Tras la amenaza de Al-Qaeda, cuyas principales cabezas han caído, ha surgido otra mucho más brutal y sanguinaria: el autodenominado Califato o Estado Islámico. Aunque cada vez más voces reconocen un alto grado de responsabilidad de los Estados Unidos en la formación de estos grupos extremistas, los peligros y consecuencias tocan a cada vez más naciones. El viernes pasado el mundo fue testigo de la capacidad de organización del extremismo. Cuatro países de tres continentes fueron golpeados por el terror casi de forma simultánea dejando un saldo superior a los 100 muertos.

Pero el terrorismo es sólo uno, aunque el más evidente hasta ahora, de los vientos bélicos que soplan sobre el orbe. Otro de ellos viene de Europa del Este y choca con Occidente. El teatro de guerra en este caso es Ucrania. Las relaciones entre Estados Unidos, quien no está dispuesto a ceder su papel hegemónico en el mundo, y Rusia, quien quiere regresar a la primera línea del escenario internacional, se encuentran en su punto más álgido desde la caída de la Unión Soviética. La reciente decisión de la Unión Americana de enviar tanques y otros vehículos blindados a países que colindan con la Federación Rusa y la decisión de ésta de aumentar su arsenal nuclear este año, son peligrosas y claras señales de una escalada armamentista.

A lo anterior hay que sumar otros focos de alerta, algunos nuevos, otros ya con larga historia: la disputa entre China y Japón por las islas Senkaku; la hostilidad entre los regímenes de las dos Coreas; las pugnas por los límites fronterizos de China e India; la añeja tensión entre Israel y Palestina en Medio Oriente, a la que se agrega la de Occidente con Siria e Irán. Esta última vivirá en la semana en curso un capítulo decisivo en la construcción de un acuerdo nuclear para el país persa. A mediano plazo se observa también un aumento de los roces entre los países del Ártico -Rusia y Estados Unidos, incluidos- por el control de las rutas de navegación que se están abriendo por el deshielo del polo y, sobre todo, por las enormes reservas de gas y petróleo que hay en esa región, hasta hoy sin explotar.

En su encíclica Laudato Si’, un llamado al cuidado del planeta Tierra, el Papa Francisco advierte de la subordinación de la política a los poderes económicos que soportan al sistema mundial actual, generador de desigualdad social y depredador de los recursos naturales. Y “es previsible que, ante el agotamiento de algunos recursos, se vaya creando un escenario favorable para nuevas guerras, disfrazadas detrás de nobles reivindicaciones”. Al respecto, llama la atención que en los últimos cinco años el comercio mundial de armas ha tenido un crecimiento sostenido, y acumula un 16 por ciento más que la cifra registrada en el lustro de 2005 a 2009, según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo.

En medio de este contexto, vale la pena recordar las recientes palabras de Jorge Mario Bergoglio: “quien habla de paz y no la hace está en una contradicción. Y quien habla de paz y favorece la guerra con la venta de armas es un hipócrita”. Palabras dichas en Sarajevo, la ciudad en donde se cometió el crimen que sirvió de pretexto en 1914 para el inicio de la Primera Guerra Mundial tras años de tensión creciente entre las potencias imperialistas de la época. Soplaban ya entonces vientos de guerra, vientos parecidos a los que soplan hoy.

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