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Buenos consejos

“Vivir y dejar vivir”. Qué difícil es dejar vivir si uno no vive, si uno no está contento consigo mismo. Conocer sus posibilidades a pesar de ser consciente de sus errores y limitaciones y no dejar de luchar por superarlas. Esto hace ser más humilde, más comprensivo con las limitaciones de los demás y no se mete a juzgar a nadie. Mas bien sirve de estímulo y buen hacer.

“Jugar”. De la misma forma que el niño necesita el movimiento y el juego para desarrollarse, a los adultos y mayores también el juego les ayuda, estimula y relaja. Evidentemente que los jubilados no vamos a participar en una liga de futbol o en un maratón. Sí podemos hacerlo en otros juegos que estimulan y activan las facultades mentales: ajedrez, cartas, crucigramas.

“Ayudar a otros”. Si vamos por la vida con los ojos abiertos y llenos de buena fe seguro que veremos que los demás necesitan ayuda –empezando por los más próximos-. Ayudar a otro a levantarse físicamente del suelo raramente tendremos ocasión porque la gente no nos vamos cayendo al suelo a cada momento. Sin embargo, encontrarnos con amigos y conocidos que lo pasan mal, será más frecuente. Problemas reales de salud, económicos, familiares – a veces también imaginarios- que hace que lo pasen mal. ¿Podemos en estos casos ayudarles? Sí, siempre. La caridad más que en dar está en comprender, en estar a su lado. Que no le falte nuestro cariño y comprensión, el saber que puede contar con nosotros.

“Cuidar la naturaleza”. De las cosas que sobre este tema se han dicho la que más me ha gustado es ésta. La naturaleza es como los muebles de la casa de Dios; están para disfrutarlos y utilizarlos, pero cuidándolos y haciendo el uso correcto que es propio de cada uno. Manolo el de mi pueblo decía: “Si por ver la naturaleza hubiera que pagar, estaría al alcance de pocos”. ¡Qué motivo de gratitud a Dios que haya puesto la alcance de todos esta maravilla! Por eso nuestro deber es cuidarla y utilizarla correctamente.

“La sana cultura del ocio”. Descansar no es no hacer nada. Es ocuparse en cosas que exigen menos esfuerzo, es realizar aficiones y actividades que nos atraen y que en otro tiempo no pudimos hacer; procurar profundizar en los temas que abordamos, en las lecturas…, querer llegar a tener criterio propio, a no saber las cosas “como de oídas”. Tener un sentido crítico positivo, por supuesto respetando las opiniones de los otros.

Ser, a la vejez, como un río remansado. La juventud es como el río de montaña, pedregoso, que se lleva todo por delante; en la madurez como río que andaba adelante. La vejez es ese río remansado, es la capacidad de moverse con benevolencia y humildad.

Olvidarse pronto de lo malo que afecta a la vida. Así evitamos resentimientos que nos quitan la paz y no tenemos como “un cuaderno de agravios” que repasamos de vez en cuando para tenerlos actualizados. La necesidad de hablar mal del otro indica una baja autoestima, es decir: yo me siento tan abajo que en vez de subir, bajo al otro.

Otros consejos útiles: Vestir como siempre hemos vestido, no encerrarte en casa, hacer ejercicio físico, no tener actitudes o gestos de viejo derrumbado, cultivar el optimismo, trabajar con las manos y la mente, mantener las relaciones humanas, no pensar que el tiempo pasado fue mejor.

Todas estas actitudes y actividades nobles, ese río remansado y caudaloso, dejaríamos de aprovechar una buena parte del tesoro que encierra si no le diéramos el sentido transcendente que tiene.

Juan Blasco,

Zaragoza, España.

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