Columnas Deportes

La Columna de Rosell

RAFAEL ROSELL

Como buen navegante portugués, Pedro ha llevado su navío a unas cuantas leguas de un puerto seguro. Ha navegado por aguas turbulentas, ha tenido que sofocar intentos de motín a bordo, ha dado golpes bruscos de timón, ha eludido rocas filosas que amenazaban con hacer encallar o naufragar su barco. Varias veces tuvo ocasión para jugársela y se la jugó, el todo por el todo, de frente, con errores y virtudes, pero siempre de frente.

Como el mítico capitán Ahab tuvo que maldecir y sacudir a su tripulación para lograr el objetivo final, cazar a la ballena blanca llamada gran final. Todavía falta la última ola encrespada, cruzar en medio de la tormenta, gritar e insultar si es necesario, no hay lugar para los débiles de espíritu, la misión requiere a un capitán y a una tripulación de avezados marineros que se cansaron de ser llamados perdedores a lo largo de la travesía, cuando más de uno se les adelantaba y sólo observaban la bandera insignia del enemigo desaparecer en el horizonte por delante de ellos.

Cuando la nave hacía agua y algunos miraban para otro lado, vino el temible capitán Ahab Caixinha y arengando a su gente los sacó de su letargo y los convenció que mientras no fueran oficialmente llamados náufragos había que seguir achicando, había que seguir ondeando las velas y entonces como un milagro de Neptuno, la maltrecha embarcación volvió al rumbo y de manera implacable navega en línea recta a la gran final.

Pedro, también como el Coronel Aureliano Buendía, ha peleado grandes batallas y todas las ha perdido, no 32, pero sí tres. Pero presa de la misma enfermedad de la tenacidad, como el personaje de García Márquez, está de regreso, otra vez al frente de su gente ante una batalla que sólo sus allegados consideran que por fin ganará.

El país lo quiere ver caer una vez más, no le es simpático, la boca de Pedro no es una tumba y su carácter de navegante forjado a base de golpes lo hace desafiar a todos, con razón o sin ella, Pedro acomete como toro de lidia en una cristalería, reta, intimida, rompe con todas las reglas de urbanidad futbolísticas de nuestro medio.

Al parecer sólo una pequeña región llamada Lagunera (su Macondo) le desea que su sueño se le haga realidad, verse en la gran final. Esta vez no será necesaria una misión imposible como en las tres ocasiones anteriores, ahora sólo se requiere un cañonazo estratégicamente bien colocado en la quilla del navío de bandera rojiblanca y observar cómo se hunde sin remedio, levantar las velas y a toda proa a la cita final. ¿Cómo es el mundo cuando estás en una final? ¿Qué hago, cómo me comporto? Se preguntará el peninsular estratega. Es tarde para cambiar, Pedro debe de seguir como es, mil veces preferible este incómodo Caixinha que una hipócrita versión. En cuanto a sus dotes como estratega, este torneo que ha sido un torbellino de emociones dentro y fuera de la cancha le ha enseñado más a en 6 meses que el resto de su carrera como entrenador. Su orgullo será estar en la final con el equipo más improbable de éxito de la era Irarragorri.

[email protected]

Leer más de Columnas Deportes

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Columnas Deportes

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1117662

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx