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Se robaron hasta las ilusiones

Con/sinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

¿Qué sería de nuestro México sin corrupción? ¿Qué sería si cada peso que se presupuestó a lo largo de la historia para obras, salud, educación, combate a la pobreza, servicios, etcétera, hubiese llegado a donde en verdad se necesitaba y no a los bolsillos de quienes han saqueado la riqueza de este país? ¿Si de perdido, ya en el último de los casos, el dinero que se robaron lo hubieran invertido en su tierra, en vez de llevárselo a bancos en Suiza o en alguno de los paraísos fiscales en el exterior?

Pero no, el México que nos tocó vivir ha sido, es y, por lo visto, será el de los voraces, cuyo egoísmo casi absoluto los ciega ante la miseria que dejan tras de sí: políticos, funcionarios de todos los niveles y poderes, líderes sindicales, banqueros, magnates empresariales, mercaderes de la salud y la educación, etcétera, son un tipo de delincuencia organizada que, además, es "legal", en tanto que parten de una actividad lícita para cometer sus fechorías de manera impune. Precisamente eso los hace más dañinos.

Y es que, a diferencia de los criminales cuyo giro está prohibido, los saqueadores de la riqueza nacional suelen presentarse con discursos sobre el bienestar común, lo dignificante del servicio público, la defensa de la clase trabajadora, la relevancia del ahorro y la inversión, lo fundamental de la inversión productiva, lo elemental de la formación y del capital intelectual y humano para el desarrollo de un país, en fin, palabras y conceptos que sirven para disfrazar sus únicas y verdaderas intenciones: enriquecerse de manera absurda.

Con discursos que van hacia un sentido y acciones que los contradicen, lo único que estos rufianes logran es matar la esperanza de hacer, de éste, un mejor lugar para vivir, porque crece la convicción de que, de todas formas nos robarán. No importa lo que digan, no importa lo que prometan, todo será un montaje, una simulación para seguir chupando la sangre de una nación que se agota.

Los mexicanos tenemos "mucho aguante", pero mal haríamos en suponer que la tolerancia es infinita. Por todos lados vemos síntomas de que la paciencia se está acabando. No sólo es la violencia sino esa propensión cada vez mayor a romper con el sistema, a no respetar las leyes, a hacer cada quien lo que le viene en gana, sin que importe las consecuencias bajo la convicción de que ya nada se pierde.

Triste país México, en donde los saqueadores se robaron hasta las ilusiones.

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