Al acercarse la fecha de los comicios intermedios en que miles de contendientes habrán encontrarse con la realidad de sus méritos políticos, se pondrá a prueba el interés de la ciudadanía en la suerte de su país.
Al lado del florido, novedoso y poco "culto" lenguaje del titular del INE del que por sorpresa nos enteramos antier, lo que más debe resaltar es el desánimo que invade a una proporción importante del electorado respecto del sentido mismo de acudir a la casilla que corresponda para elegir a su candidato de preferencia.
El problema radica en que ninguna de las opciones que se presentan al público pidiendo su apoyo para cualquiera de los puestos que están en juego, suscita interés alguno. Es válido decir que nunca antes, ni en los años en que el resultado de los comicios era dato conocido de antemano, se había presentado tal situación.
Es fácil enumerar los muchos factores que convergen en el descontento que cunde respecto del INE y de cómo se ha ido resbalando gradualmente el prestigio del INE.
Todo comienzó con los partidos políticos que no defendieron la integridad y la eficacia que venía acreditando el Instituto y prefirieron coludirse para sustituirlo con una reedición problemática desde su diseño y conformación.
Tras de su lamentable origen, la vida del INE siguió mal. Largos períodos en que los partidos políticos se enredaban en confusas discusiones que impedían a los diputados cubrir las vacantes que urgían,
Otro elemento concurrente en el problema del INE son los niveles escandalosos de los emolumentos que se recetaron los consejeros abusando de su autonomía. El increíble costo del excedido aparato burocrático haciendo de nuestros los comicios los más costosos del mundo.
A todo lo anterior, se añade ahora la vulgaridad con la que se expresa en corto su actual titular que ha dado muestras fehacientes de no estar al nivel de dignidad que su cargo requiere.
Lo importante, sin embargo, no es como se pretende ahora argumentar que se haya publicitado una conversación evidentemente privada. Lo grave está en el desprecio que revelan sus burlas a las comunidades indígenas de México. Y con un cinismo muy burdo se intenta encubrir la fechoría alegando que se ha violado el derecho a la confidencialidad de las conversaciones.
El ínfimo nivel del lenguaje, de frases y palabras callejeras contrastan fuertemente con los titulares que encabezaron el extinto IFE, mismos que supieron darle al cargo la dignidad que ahora se ve perdida.
La increíble burla y el tono despreciativo del titular del INE es un mentís total a su compromiso de asegurar a todo mexicano, de cualquiera raza o sector al que pertenezca, absoluto respeto, sino completa solidaridad y comprensión a sus inquietudes electorales.
Estos lamentables hechos no afectan la responsabilidad que todos tenemos de rescatar las instituciones que hemos montado con muchos esfuerzos para hacer que los principios de la democracia se respeten y se fortalezcan. Lo importante en esta coyuntura es hacer de los comicios que vienen sean el inicio de una nueva etapa en que, tras de decidir quienes ocupen los cargos públicos, nos empeñemos en seguir su desempeño, y en su caso, demandar que cumplan sus obligaciones con honradez, sobriedad y eficacia.
Sirvan las presentes líneas para resaltar como contraste la contribución que el Maestro Juan Molinar Horcasitas, fallecido el día de ayer, dio a lo largo de su actuación política y académica a la vida institucional de nuestro país.
Hasta los últimos momentos de su larga enfermedad dio muestras de ser un luchador incansable por los valores más elevados que requirió el proceso de dotar a México de las instituciones electorales democráticas, Juan Molinar fue ejemplo de firme y valiente congruencia.
La claridad de su pensamiento y su valentía para defenderlo las extrañamos ya desde estos primeros momentos de su ausencia.
