Si aquel ahuehuete hablara. Si pudiera narrar el ahogo de la derrota. De la pérdida que desolla a mansalva. Del injusto morir en vida. Cuentan que una noche de 1520, en México lloviznaron lágrimas. Eran las de un Hernán Cortés quebrantado. Su entrega a la batalla, a pesar de su fina visión como estratega, en polvo quedó. Con fe y fuerza nubladas, sentó su alma en una piedra, al pie del imponente árbol. Ahuehuete nocturno, testigo de lo cruel y lo falible: historia del conquistador conquistado. Qué oscuridad la de ese verano de 1520. Aquel ahuehuete, metáfora de un espíritu gigante, se volvió el árbol de la noche triste. De la por siempre tristísima noche.
Si aquellas paredes hablaran. Si pudieran narrar el ahogo de la derrota. De la pérdida que desuella a mansalva. Del injusto morir en vida. Cuentan que una noche de 1986, en México, un hotel hospedaba lágrimas. Eran las de un Jorge Valdano quebrantado. Su entrega a una semifinal de la Copa del Mundo, a pesar de su fina visión como futbolista, en polvo quedó. Con fe y fuerza nubladas, sentó su alma al lado de la imponente sencillez de un compañero de equipo. Amigo nocturno, testigo de lo cruel y lo falible: historia del goleador goleado.
Valdano lo relata de viva voz así: "Un buen día, por fin estuve ante el sueño de toda mi vida. Se jugaba la semifinal de la copa del mundo México 86. Argentina se enfrentaba a Bélgica. Faltaba un minuto para el final del partido. El que empezó la jugada fue Diego Armando Maradona y, no es por presumir, pero el que la terminó fui yo".
En aquel partido, Jorge Valdano cometió un gravísimo error. A pesar de las amplias ventajas que tenía de meter gol, falló. "La vida a veces hace con nuestros sueños estas cosas. Cuando uno piensa que tiene una cita con la gloria termina haciendo el ridículo". Qué oscuridad la de ese verano de 1986. El futbolista de espíritu gigante, como aquel Ahuehuete, se volvió el Valdano de la noche triste. De tristísima noche. Pero no para siempre.
El entonces jugador de la selección argentina prosigue con su historia del gol frustrado: "Al llegar al lugar de concentración me encontré a mi compañero de habitación. Se llamaba Marcelo Trobbiani. Él no había jugado ni un minuto en la selección. Pero tuvo la generosidad de poner sus sueños a mi disposición contándome cosas que yo necesitaba oír: 'aunque falles veinte goles de ese tipo tú sigues siendo importantísimo; el entrenador nunca te quita'. Yo estaba dispuesto a creérmelo todo. Necesitaba escuchar ese tipo de discurso. Trobbiani, en lugar de hablarme del gol que había fallado, me empezó a hablar del gol que yo iba a meter en la final. 'Esta experiencia amarga se te va a olvidar totalmente. Además, cuando metas el gol, lo vas a venir a gritar conmigo. Yo sabía por qué había fallado. ¿Qué hice, entonces? Me quedé practicando una hora más con el tercer portero todas las resoluciones parecidas a la que yo había fallado. Practicamos repitiéndome 'tranquilo, tranquilo, tranquilo' y tratando de mecanizar los movimientos. El día de la final llegó. Como llega todo en la vida".
Como si fuera una calca del partido del errático gol, en la final del México 86, Jorge Valdano otra vez tomó el balón. Comenzó a aplicar lo estudiado. Metió un golazo. El primero que corrió a abrazarlo del cuello fue Trobbiani. "Aquel día de la final, mi jugada fue larga. En la cancha hacían más de 40 grados, de manera que cuando llegué a la resolución de la jugada, yo estaba a doscientas pulsaciones. Y además, ¡fue gol de una final de una copa del mundo! En medio de aquella confusión del único que me acordé fue de mi compañero de cuarto. Había una deuda afectiva qué pagar. Y que ocurriera en una situación tan extrema fue un milagro del afecto. El afecto, sin duda, debe ser un proyecto de vida".
A través de las 188 cuartillas de "Los 11 poderes del líder", Valdano juega en su área con ideas que llevan al lector a escenarios de alto rendimiento, es decir, aquéllos donde la integridad es puesta a prueba. La narrativa del ex entrenador del Real Madrid toca fibras. Así como la de aquel gol suyo, auténtico símbolo del triunfo del compañerismo. De la fraternidad entre un ser humano y sus semejantes.
Once era el número de jersey de Jorge Valdano. Él era uno de los once jugadores estelares que se disputaba el triunfo en la cancha. Y, a través de once capítulos, el hoy comentarista deportivo ofrece su visión de liderazgo basada en una experiencia futbolística de cuarenta años en el medio y enmarcada por una sociedad globalizada, contradictoria, plagada de peligros de muerte súbita. Fut, empresa y profesionalismo, sus delanteros.
En cuanto a las duras vivencias emocionales del Valdano de la noche triste, bien podrían resumirse en un solo término: traiciones. "La amoralidad es una peste que no sólo ataca el mundo de los negocios. En el panorama científico, donde se supone que el rigor es una cuestión medular, los fraudes en materia de investigación se han multiplicado por diez en los últimos arios. Ahí están otra vez la soberbia y la voracidad luchando por recibir un reconocimiento. (…) Un líder deshonesto hace peores personas a todos los que le rodean". (p. 34).
Para leer a Jorge Valdano: sus libros, disponibles a cancha abierta en librerías locales. También son recomendables sus piezas periodísticas publicadas en el El País. Ahí despliega otro tipo de lucidez futbolera. "Dos 'pibes' de mil años fue su primera apuesta como columnista. (http://elpais.com/diario/1987/09/30/deportes/559954801_850215.html). Todas sus colaboraciones se encuentran en línea, disponibles para el goce lector.
Jorge Valdano nos escribe lo que necesitamos leer. Nos dice lo que deseamos escuchar. Con noble intelecto, calcula las oportunidades y mete el gol perfecto. El que va directo a la portería de nuestro corazón.
Twitter: @RenataChapa
