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La necesidad de cambiar al otro

Ver la paja en el ojo ajeno

La necesidad de cambiar al otro

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Marimar Centeno

¿Quién no ha sentido que algo le molesta de alguien más y que dicha persona debería cambiar; que su relación mejoraría si su pareja modificara algunos aspectos de su personalidad; que su vida sería más feliz si sus hijos, amigos o jefe se comportaran de un modo diferente? La necesidad de querer cambiar a los demás es una forma de agresión porque no se está respetando su derecho a ser ellos mismos.

Desde la infancia toda persona aprende a utilizar mecanismos de defensa para salir adelante en algunas situaciones; un niño puede recurrir a la fantasía pensando, por ejemplo, que papá y mamá son invencibles, porque se llenaría de angustia tan sólo imaginar que algo pudiera pasarles. La finalidad de estos procesos mentales inconscientes -no se piensa en usarlos, funcionan de manera automática-, es minimizar o mitigar lo que se percibe amenazante, mantener a toda costa lo que representa la estabilidad emocional.

TENER EL CONTROL

Cuando una persona experimenta el deseo de que alguien cercano cambie sus características “negativas”, su proceso inconsciente está usando el mecanismo de la proyección, es decir, está depositando en el otro algo que le pertenece ya sea de manera directa o a algún miembro de su sistema familiar a quien está unida genética y emocionalmente.

Es muy común que el ser humano intente modificar el comportamiento de los otros, ya sea su pareja, algún familiar o amigo, sin embargo, no significa que sea lo más conveniente para los implicados, la necesidad de querer cambiar a los demás es una forma de agresión porque no se está respetando su derecho a ser auténtico ni su individualidad.

La necesidad de cambiar a los demás oculta deseos profundos de querer controlarlo todo bajo la máscara de creer saber qué es lo mejor para el otro, de sentir que se posee más experiencia y que, por ende, se sabe cuál es el camino correcto para el bienestar, cuando en realidad es que quienes actúan de esa forma se encuentran ante un conflicto interno no resuelto, que no ha sido visto y aceptado porque puede resultar doloroso o estresante.

Quien de verdad ama de manera incondicional, no tiene necesidad ni deseo, de cambiar a los demás, cualesquiera que sean las circunstancias, porque respeta y acepta a las personas tal y como son.

Si se pretende hacer cambiar a una persona y esta es emocionalmente vulnerable, poco a poco se irá aniquilando a su ser auténtico; la manipulación a través de consejos o sugerencias continuas puede llegar a aplastar su voluntad y se puede convertir en una persona con rasgos dependientes, sentimientos de inseguridad y baja autoestima que espera siempre que le digan qué hacer y cómo lograrlo.

Otra consecuencia puede ser el agotamiento psicológico de la otra persona, el cual puede llegar a tal grado que la hará decidirse a alejarse por completo, esto si tiene los recursos emocionales para hacerlo.

Ocurre también, en la persona que desea que los demás cambien, una detención en el desarrollo emocional, ya que se queda estancada pensando que su bienestar depende de los cambios externos, pues le resulta más cómodo señalar porque si hace una introspección se dará cuenta que es tiempo de abandonar la zona de confort y hacerse responsable de lo que siente.

DETECTANDO EL PROBLEMA

Cuando un individuo experimenta alguna incomodidad o sensación no placentera en torno a otra persona, ya sea por alguna característica de su personalidad, una conducta o un hábito que le es desagradable, cree saber qué es lo mejor para ella y siente el deseo de que sea diferente, sin embargo, es importante que se de cuenta que si está detectando algo es porque se activa una memoria emocional preexistente y está viendo en el exterior algo que está dentro de su ser, es momento de que se pregunte en dónde realmente se origina esa sensación, puede ser a nivel personal o familiar.

Para aceptar al otro es preciso realizar primero un proceso de aceptación personal. Esas características o hábitos que se señalan en los demás, forman parte de la propia personalidad o historia familiar y deben ser reconocidos. Es necesario autoanalizarse y cuestionarse sobre el origen de las propias apreciaciones e interpretaciones. Con la ayuda de un profesional una persona puede investigar su árbol genealógico para ver qué conductas o hábitos negativos se han estado repitiendo de manera inconsciente de generación en generación, para así poder escribir una historia sin consignas o expectativas ocultas.

Es importante darse cuenta que cada persona es diferente a uno mismo, aún y cuando se haya crecido en el mismo ambiente familiar y se tenga a los mismos padres, la interpretación de las circunstancias de cada integrante será de manera muy particular, y si algo funcionó en uno para su crecimiento psicosocial, no significa que vaya a funcionar en alguien más.

Se debe tener la humildad de respetar los procesos de vida de los demás, su libertad de elección y de tomar decisiones, mucho se les puede ayudar dejando de imponerles ideas y permitiendo que se redescubran, confiando en sus recursos para salir adelante, así irán adquiriendo seguridad y cada cual irá recuperarando su esencia.

Cuando dejamos de rechazar aspectos propios, el camino que queda es aprender a amarlos, podemos integrarnos como seres humanos únicos e irrepetibles, con sensaciones, sentimientos y emociones placenteras y displicentes, nos aceptamos tal y como somos sin juicios, entendemos nuestro valor y nuestro derecho a ser respetados y hasta entonces, podemos aceptar, valorar y respetar a los demás.

El mejor regalo que podemos ofrecer a las personas que amamos es el de nuestra propia transformación al hacernos responsables de nuestro crecimiento espiritual y emocional.

Twitter: @Marimar_Centeno

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