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Violencia racial al día

Actitudes

JOSÉ SANTIAGO HEALY

Resulta difícil de explicar que en pleno siglo XXI perduren las expresiones de violencia racial en el país más rico y avanzado del mundo.

Las recientes protestas en la ciudad de Baltimore por la muerte del joven de raza negra Feddie Gray, al parecer producto de golpes propinados por policías blancos, demuestra la gravedad a la que ha llegado el tema racial en la Unión Americana.

El saldo de los disturbios fue de 15 policías heridos, 202 arrestos y 144 vehículos quemados por la masa de furiosos manifestantes en donde se mezclaron ciudadanos inconformes con pandilleros y delincuentes.

El caso Baltimore se suma a una serie de ataques por parte de agentes policiacos en contra de afroamericanos, en su mayoría jóvenes de extracción humilde, ocurridos en los últimos dos años.

Uno de los ataques más sonados fue el de Michael Brown, quien fue asesinado a quemarropa por el patrullero Darren Wilson porque supuestamente el joven afroamericano -quien estaba desarmado-intentó agredir al agente en hechos ocurridos en agosto del año pasado en Ferguson, Missouri.

A éstos se agregan las muertes de Eric Garner en el estado de Nueva York; Eric Harris, en Tulsa, Oklahoma; y Walter Scott en Carolina del Sur, este último perpetrado a principios de abril.

Scott falleció luego de que el policía blanco Michael Slager le disparara por la espalda hasta en ocho ocasiones luego de que el afroamericano intentó huir tras ser detenido porque su auto llevaba una luz rota.

Los hechos levantaron una enorme indignación, pero gracias a un video que grabó un ciudadano las autoridades actuaron y arrestaron al agente Slager, quien enfrenta una acusación por asesinato sin derecho a fianza y con la posibilidad de ser sentenciado a la pena de muerte.

Evidentemente la violencia racial no es un fenómeno nuevo en Norteamérica ni tampoco parece haber cedido en las últimas décadas a pesar de los movimientos civiles de los años sesenta que provocaron cambios sustanciales en la sociedad vecina.

Martin Luther King, reconocido activista y defensor de los afroamericanos, fue asesinado a mansalva en abril de 1968 cuando planeaba una ocupación masiva de la capital de Washington. King obtuvo en octubre de 1964 el premio Nobel de la Paz por combatir la desigualdad racial a través de métodos pacíficos.

Pero una buena parte de la sociedad yanqui nunca le perdonó a Martin Luther King sus conquistas a favor de los derechos humanos y especialmente de la raza negra de la Unión Americana.

Las agresiones raciales --no sólo contra afroamericanos sino también contra latinos, orientales y árabes-- ha sido una constante en el vecino país de ahí que las recientes protestas hayan despertado tanto interés y atención en las redes sociales y los medios de comunicación.

Resulta paradójico que la violencia racial -especialmente por parte de agentes policiacos-se haya agudizado en los últimos meses cuando en la Casa Blanca habita el primer presidente afroamericano en la historia de Norteamérica.

El padre de Barack Obama fue un profesor originario de Kenya mientras que su madre fue una norteamericana de raza blanca.

Al respecto Obama ha manifestado su preocupación por esta escalada de violencia policiaca en contra de los afroamericanos, pero reconoce que no está en sus manos resolverla por tratarse de un conflicto social de raíces muy profundas.

Dentro de la gravedad del tema cabe reconocer que la comunidad afroamericana ha tenido el valor y arrojo de manifestarse enérgicamente cada vez que uno de sus miembros es vejado o asesinado por alguna autoridad.

Desgraciadamente no ocurre lo mismo con otras etnias como el caso de nuestros latinos quienes también han sido víctimas de terribles agresiones a lo largo de los últimos años.

Entre muchos casos de mexicanos asesinados en la frontera norte, usted recordará el de Anastasio Hernández, quien murió en San Diego, California, en mayo de 2010, luego de haber sido brutalmente golpeado por una decena de agentes migratorios.

Su caso duerme el sueño de los justos al igual que decenas más de mexicanos y latinos ultimados por el odio y la violencia racial.

¿Hasta cuándo?

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