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Ingredientes explosivos

FEDERICO REYES HEROLES

"El mundo sabe cómo viven los ricos y eso aumentará la demanda de igualdad", declaró hace unos días el presidente del Banco Mundial. Jim Yong Kim lanzó una verdad incómoda y pesada como una piedra.

¿Qué ha cambiado? Ricos y pobres ha habido siempre, pero la relación no siempre ha sido explosiva. Montaigne, el gran ensayista y filósofo, tuvo un sólido patrimonio familiar, plasmado en la extraña torre donde realizaba sus reflexiones. Ese patrimonio le permitió dedicarse a su vocación. Montaigne también se dedicó al servicio público. Ser rico no se convirtió en un obstáculo o motivo de crítica. Su riqueza tenía explicación conocida.

Lo mismo ocurrió con Churchill, gran héroe del Reino Unido que, por andar metido en las andanzas políticas, tuvo momentos de terrible estrechez económica. Pero nadie dudaba de la cuna de su patrimonio. Las personas que son ricas por haber generado o conservado riqueza, no reciben condena sino lo contrario, reconocimiento. Los premios Nobel son posibles gracias a la gran aportación de su creador: la dinamita que catapultó la minería. No es casual que en Estados Unidos en las calles principales de las ciudades coincidan los nombres de los llamados padres fundadores, Madison, Jefferson, etcétera, con los grandes promotores de riqueza como Vanderbilt, Rockefeller, Carnegie o que se rinda homenaje a Henry Ford. Las casas de los magnates con frecuencia ni siquiera tienen barda, cualquiera puede observar la vida interna de la misma. Nada que ocultar.

Angus Maddison midió por primera vez la generación de riqueza a nivel mundial en un ciclo de muy largo plazo: un milenio. Allí plasmó de forma dramática cómo el PIB mundial no tuvo un crecimiento significativo sino hasta finales del siglo XIX. La curva asciende al cielo a partir de entonces. Maddison no alcanzó a vivir la era digital que ha propiciado un crecimiento aún más acelerado. Nunca antes se había generado tanta riqueza y nunca antes la pobreza había disminuido tanto. Por supuesto hay retrocesos y pesadillas.

Pero basta observar los pronósticos de África subsahariana de 20 años atrás, se le consideraba un horror inevitable, hoy el escenario es diferente, no es Shangri-La, pero ha cambiado. Pesadillas hay y varias, el sangrante Nepal de hoy aparece en el lugar 145 del Informe Anual de Desarrollo Humano de la ONU. Pero hay infiernos aún peores: Níger está en el 187 y Sudán en el 195, el último lugar. Son vergüenzas de la humanidad. Y sin embargo, las fuentes de generación de riqueza hoy mudan y se multiplican: del carbón a las patentes. En ocasiones se desplazan, en otras se complementan. Financial Times publicó hace pocos días un recuento de los grandes personajes generadores de riqueza, tradicionales y nuevos. El recorrido es apasionante, desde los hermanos Disney, a Lee Byun-Chull, fundador de Samsung o los creadores de Toyota. Los nombres se suman ya, a los de J. P. Morgan o Rothschild. Jobs, Gates, Zuckerberg o los fundadores de Netflix, los ineludibles.

Lo normal es que quien genera riqueza explicable sea no sólo orgulloso de ella sino incluso respetado. Con la generación de riqueza viene el bienestar de otros. Pero en México el tema es delicado, hay tres ingredientes cuya mezcla es explosiva. Primero. Las encuestas de valores profundos muestran que la mayoría de los mexicanos piensa que la riqueza proviene de la corrupción y, en muchas ocasiones, no les falta razón. Desde el poder público se han generado fortunas sólo explicables por ese matrimonio nefasto. De allí la importancia de la declaración de intereses, pues tenerlos no es delito, sí lo es aprovechar los cargos públicos para enriquecerse. El segundo es el frecuente carácter vergonzoso de quien tiene un patrimonio. ¿Por qué? El tercer ingrediente que provoca el estallido es la ostentación.

Hace unos días los hijos del líder panista Gustavo Madero se vieron involucrados en un escándalo por los gastos millonarios en viajes y una fantástica luna de miel. Ellos ostentaron. De regreso al fenómeno radiografiado brillantemente por Ricardo Raphael en "Mirreynato". No ha habido respuesta de cómo se financiaron. ¿Ellos mismos? Difícil. Como liberal defenderé el derecho de cada quien a hacer lo que quiera con su riqueza. Es sabido que la familia Madero tiene recursos desde generaciones atrás, desde Francisco I. El problema es la carta de presentación: soy senador, vivo de mi sueldo, mi patrimonio queda en la sombra y de pronto doy la sorpresa. Ostentaron. Ahora falta la explicación que de nuevo llegará tarde a una sociedad que cada día exige más igualdad, como lo advierte Jim Yong Kim. Viajes, relojes, casas, den a conocer y expliquen. Ocultando le hacen un flaco favor al entendimiento y generación de riqueza. Por si fuera poco degradan la imagen del servidor público. Todos perdemos.

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