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Propiedad sin día

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Sergio Sarmiento

Con asombro me percato de que este 26 de abril se celebra el Día Mundial de la Propiedad Intelectual. Digo con asombro, no porque la propiedad intelectual no sea importante, sino porque no hay un día dedicado a un derecho más fundamental: el de la propiedad a secas.

El que tengamos un día para celebrar la propiedad intelectual, pero no la propiedad, subraya el éxito de la propaganda política contra este derecho. Hoy no es políticamente correcto defender un derecho crucial para construir riqueza. La Organización de las Naciones Unidas ha establecido un Día Internacional de la Lengua Materna (21 de febrero), un Día Internacional del Jazz (30 de abril), este Día Mundial de la Propiedad Intelectual, entre muchísimos más, pero cobardemente se abstiene de dedicar un día a uno de los derechos más fundamentales del ser humano: la propiedad privada.

No siempre existió este prejuicio. Hace siglos los filósofos, economistas y pensadores políticos se percataron de la importancia de la propiedad privada para construir una sociedad próspera. El pensador inglés John Locke advertía: El gobierno no tiene más propósito que la preservación de la propiedad.

Una de las razones del estancamiento económico del Medievo fue la virtual abolición de la propiedad privada. La única propiedad productiva entonces era la tierra, pero esta se acumuló en manos de unos cuantos reyes y nobles y de la Iglesia Católica. El comercio de los tiempos de la antigua Roma y Grecia o de los fenicios se redujo a su mínima expresión. La prohibición del crédito, que la Iglesia Católica denominaba usura y consideraba pecado, aportó a una depresión que duró un milenio. El Renacimiento fue producto del restablecimiento del crédito, el comercio y la propiedad privada.

El desarrollo económico en los siguientes siglos, el mayor en la historia de la humanidad, se generó primero en Inglaterra, el primer país que protegió la propiedad. En otras naciones el desarrollo vino cuando surgieron gobiernos que la protegieron también. Sólo las naciones comprometidas con el principio de la propiedad privada se han levantado de la penuria y producido ciencia, arte y literatura, ha escrito el ganador del Premio Nobel de economía Ludwig von Mises.

Esta correlación directa es lógica. Sólo cuando una persona tiene seguridad en sus propiedades está dispuesta a invertir en su preservación y mejora. Sin propiedad privada no hay crecimiento económico. Las limitaciones a la propiedad fueron la razón de la ineficiencia de la Unión Soviética. China, uno de los países más pobres del mundo, sólo empezó a prosperar cuando empezó a proteger los derechos de propiedad. El estancamiento económico de 55 años de Cuba es producto de la abolición de los derechos de propiedad. Venezuela, que llegó a ser el país más próspero de América Latina, hoy es uno de los más pobres por las restricciones a la propiedad.

Esta realidad ha sido rechazada por un grupo de filósofos y políticos, entre quienes han destacado Karl Marx y Friedrich Engels, que defendieron el concepto de que la propiedad privada es un robo. Pero aunque los gobiernos comunistas que se basaron en sus ideas terminaron en fracasos, su influencia se mantiene en la clase intelectual. Por eso la ONU decreta con tranquilidad un Día Mundial de la Propiedad Intelectual pero no se atreve a impulsar un Día Internacional de la Propiedad.

Si realmente se quiere combatir la pobreza hay que defender los derechos de propiedad. Pero instituciones como la ONU, que dicen querer combatir la pobreza, no aceptan apoyar la medida más fundamental para lograrlo: defender los derechos de propiedad.

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